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16 de septiembre de 2024

Escena de la adaptación de la saga para la televisión sueca

Escena de la adaptación de la saga para la televisión sueca

Serie Sebastian Bergman. El ‘thriller noir’ que parece no tener fin

La octava entrega de la saga protagonizada por el psicólogo y criminólogo sueco mantiene el pulso narrativo de toda la serie y la fascinación por este personaje tan ruin como seductor

Muchas veces me he preguntado qué placer encuentran algunos lectores en esas voluminosas sagas narrativas que, libro a libro, abundan, con ciertas variaciones, en la misma historia. Y me lo he preguntado, de manera inconsciente, con cierta petulancia y absurdo complejo de superioridad, como si el buen lector debiera estar anclado a unas normas de estricto cumplimento, y una de ellas fuera, por supuesto, no prestar excesiva atención a las sagas.

Portada de Culpas Compartidas

Planeta (2024). 464 Páginas

Culpas compartidas

Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt

Y he aquí que, por primera vez, he caído en esa (bendita) trampa. La culpa la tienen dos magníficos autores nórdicos de novela negra, Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt, padres al alimón de la serie Sebastian Bergman, que alberga ocho títulos por ahora.

Me pareció muy sólida, amena y bien hilada la primera de sus novelas, Secretos imperfectos, lo que me animó a leer Crímenes duplicados y Muertos prescindibles. Desde luego, no tenía pensado proseguir en la lectura de otras novelas del mismo proyecto que yo intuía acabarían repitiéndose, pero, como quizá ya habrá adivinando el lector de estas líneas, acabé leyendo las ocho (con títulos difícilmente memorizables, por cierto, compuestos todos ellos de un sustantivo y un adjetivo).

Pero vayamos al grano: ¿De qué va esta octología sobre Sebastian Bergman? Son novelas que narran las investigaciones de la Unidad de Homicidios de Estocolmo. Cada una de ellas es autoconclusiva, es decir, narra un caso de asesinato (a veces más de uno, cuando surge algún asesino en serie) hasta su resolución. Pero, por otra parte, todos los libros están interconectados, y son numerosas las referencias a hechos narrados en obras anteriores.

Una de las grandes bazas de esta saga –un meritorio hallazgo narrativo por parte de los dos autores suecos– es que el psicólogo criminólogo Sebastian Bergman, aun siendo el personaje principal, es a priori la pieza menos importante y menos querida de la Unidad de Homicidios. No forma parte del equipo –lo contratan a regañadientes solo en periodos puntuales–, y en todas las novelas hay un claro intento por parte de sus compañeros y jefes de prescindir de los servicios de este hombre traumatizado, cínico y arrogante, que emponzoña todo lo que toca y que hace la vida imposible a las personas con las que mantiene una relación personal o profesional. Y, sin embargo, sin su asesoría no podrían dar con los asesinos...

Bergman es un personaje creado para provocar rechazo… y aun así resulta fascinante. Mujeriego, descomprometido, enojoso y carente de verdadera empatía, es en contrapartida una mente lúcida, una inteligencia superior de la que la Unidad de Homicidios, por un motivo u otro, no puede prescindir.

En la octava entrega de este serie, Culpas compartidas, Sebastian Bergman vuelve –cómo no– a colaborar con la Unidad de Homicidios, cuya continuidad pende de un hilo, para esclarecer los asesinatos de un asesino que, al parecer, lo conoce a él. Además, se ha propuesto escribir un libro sobre uno de sus excompañeros de la policía (no desvelaré por qué, para no hacer spoiler) e investiga por qué uno de sus pacientes, recientemente fallecido, podría haberle mentido cuando le dijo que un hijo suyo había muerto en el tsunami en el océano Índico, en 2004, donde Sebastian Bergman perdió para siempre a su esposa Lily y su pequeña hija Sabine, que se soltó de su mano al recibir el impacto de una de esas inmensas olas.

El pulso narrativo de Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt es inquebrantable, las tramas vienen siempre cargadas de giros inesperados y los sugerentes finales, que abren la puerta a un nueva entrega, no dejan indiferente a nadie.

Estos podrían ser argumentos suficientes para convencer al lector que, por elitismo o por desconocimiento, no frecuenta a Hjorth y Rosenfeldt, para que se adentre en al menos la primera novela de la serie, pero si tuviera que admitir por qué he acabado leyendo los ocho títulos, alegaría otras dos buenas razones. Por una parte, los miembros de la Unidad de Homicidios, tan bien delineados, van creciendo –ellos y su circunstancia– título a título, tanto que la narración de sus vidas tiene tanta importancia como las investigaciones policiales. Por otra parte, está el propio Sebastian Bergman, esa persona non grata que, a pesar de ser tan desagradable y mezquino –o quizá por ello–, acaba conformándose como uno de los grandes personajes literarios del siglo XXI, sí, aun siendo un personaje de thriller... Del mejor thriller policiaco que puede leerse hoy, diría yo.

Una opinión con la que presumo coincidirán los millones de lectores de Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt, que saben de buena tinta lo que es caer rendido al hechizo de ese tipo ruin y seductor que es Sebastian Bergman, al que se ama y odia a partes iguales.

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