El ser el centro
Urge reivindicar la obra de Ibáñez Langlois, tan divertida, tan emocionante, tan sólida, tan original
Quizá en El Debate de las Ideas, uno de los núcleos de la resistencia cultural de España, a algunos de ustedes sí les suene el poeta José Miguel Ibáñez Langlois (Santiago de Chile, 1936), sacerdote y crítico literario. En general, es un completo desconocido, salvo tal vez en algunos círculos por su libro de poemas religiosos El libro de la Pasión. Lo que es una injusticia, porque toda su obra poética es de primera categoría y de un máximo interés. Influye en este desconocimiento su condición de sacerdote del Opus Dei; el descaro religioso, filosófico y político de sus poemas a contracorriente; su condición de crítico literario de primera importancia en Chile (que siempre es motivo para no se valore la obra de creación: aquellos que has puesto mal no te lo perdonan y aquellos que has puesto bien, si te alaban, temen que parezca que te pagan los servicios prestados); y, por último, su clara conciencia de que por delante de su carrera poética iba su servicio a las almas: «Qué son estas palabras / cuando un hombre se salva o se condena. / Qué son todos los libros de este mundo / a las puertas del cielo y del infierno. / Que Dios me deje ciego / si alguna vez me olvido de su Iglesia / por escribir palabras».
Todo esto son explicaciones, no excusas. Y menos para nosotros, lectores atentos a la poesía valiosa. Urge reivindicar la obra de Ibáñez Langlois, tan divertida, tan emocionante, tan sólida, tan original. Y, por eso, hay que celebrar que la editorial Rialp haya reeditado en España uno de sus libros más significativos: Historia de la Filosofía.
El mismo autor en el prólogo de una reciente reedición chilena en la valerosa editorial «Tanto Monta» se pregunta acerca de esta obra: «¿Es una verosímil historia del pensamiento desde Heráclito a Heidegger? ¿Es poesía o antipoesía escrita en la huella de Quevedo y Parra? ¿Es ambas cosas o ninguna de las dos? El lector tiene la respuesta en sus manos». Es ambas cosas, como ha constatado convincentemente Clemente Cox Cruzat: «La combinación de ambos aspectos —erudición filosófica y oficio poético— produce dos efectos coordinados: por una parte, la poesía no se reduce al encanto fugaz de una frase lograda, pero carente de sustancia, sino que encarna en su justa medida la verdad del logos; por la otra, la especulación filosófica se vuelve cercana y se concentra en lo esencial. Además de consistir en poesía de la mejor calidad, las versiones líricas de las doctrinas filosóficas iluminan la comprensión de los pensamientos de los filósofos». Podría usarse de fascinante libro de texto para una asignatura de Filosofía, con alguna explicación del profesor entre poema y poema.
El libro juega con saltos de tiempo («ya que Platón y Aristóteles se convirtieron varios siglos después de muertos») y con el sentido del humor. También con la claridad de su posición intelectual. El centro (también del libro en sí) es Santo Tomás de Aquino. La poesía se funde con la filosofía en la mutua celebración del ser. En el gozo de la existencia arranca la emoción lírica de la razón. Como ha escrito Pablo Sepúlveda: «Se trata, entonces, de una obra que puede suscitar serias meditaciones, alguna jaculatoria y más de una risotada».
Si uno de los afanes de la poesía contemporánea ha sido conquistar nuevos (o reconquistar viejos) mundos y tonos para la lírica, nadie negará la osadía de esta Historia de la Filosofía. Su gran mérito, con todo, no es ni histórico ni filosófico, sino poético: conseguir una emoción puramente estética a partir de momentos verdaderamente metafísicos; cuajando versos (sin signos de puntuación, salvo los puntos finales de cada poema, con un sabio cóctel de términos técnicos y giros coloquiales, con santa desvergüenza, con pericia poética indudable…) que arrojan luz y fuerza. Comprueben ustedes en estos fragmentos cómo lo logra:
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Dichosos aquellos tiempos cuando el filosofar / nacía como un vértigo del ser / nacía del asombro y no del tedio / nacía como parte del paisaje / y no como un dolor del bajo vientre.
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…flores que no son diosas porque divinamente son lo que son
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Mi verdad tu verdad su verdad / tra-la-lá tra-la-lá / esa canción es vieja como Protágoras / en griego se llamaba antilogía / en castellano se llama / el filósofo se sentó en el piano / tra-la-lá.
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ah qué poeta más nocturno era Platón / expulsado por sí mismo de su república.
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Aristóteles / como Velázquez entre los pintores como Shakespeare entre lo poetas / era el más común y corriente de los mortales / no tocaba el paraíso con la frente / no hundía en el averno sus genitales ni su corazón
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oh dichosa identidad del acto intelectual / el alma es todas las cosas dice Aristóteles
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así comienza la novela de amor más prodigiosa de la antigua Grecia / que concluye en los umbrales del rostro de Jesucristo / y se llama vulgarmente la Metafísica de Aristóteles /…/ la danza inmemorial del acto y la potencia /…/ del reino del no ser hay que rescatar el principio del poder ser /…/ se abren todas a Dios el Acto Puro.
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Ay no he sido bastante aristotélico / no he llevado el acto y la potencia hasta la saciedad / clamó Aristóteles al terminar sus días /…/ dame pues un maestro de mí mismo / al borde del Ser dame un Aristóteles / de Aquino el verdadero hasta la saciedad.
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el bautismo de Agustín en las lágrimas de su propia madre
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Aristóteles dominico honorario /…/ y pide ser un difunto honoris causa de la Orden de los Predicadores /…/ y no cabía en su propio asombro / de verse tan tomista y tan hebreo.
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…las cinco vías de Santo Tomás / son cinco cosmonaves del intelecto humano
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Durante toda la Edad Media se pensó que el mundo existía / que una rosa era mucho más que una rosa pero en el peor de los casos era una rosa
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La filosofía moderna para su desgracia / prefirió ser concebida en los terrores de Martín Lutero / entre gallos y medianoche al pie de la letra / que no ser alumbrada por el Amor de los amores de Santa Teresa / por su total sentido del humor.
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Santa Teresa de Jesús entendía lo que no entendía / a Descartes le pasaba lo mismo pero al revés
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Desde que el pensamiento / decidió comenzar con el Yo pienso / luego existo / cada vez piensa más y existe menos.
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Desde que el Hombre se escribió con mayúscula/ allá por el malHadado siglo dieciocHo/ lo persigue esa H tremenda como un pHantasma/ larga como la Historia breve como el Hamor.
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Bacon barón de Verulam aficionado a los insectos / escribió que los empiristas se parecen a las hormigas / amontonan los hechos sin sacarle idea alguna / y que los racionalistas se parecen a las arañas / tejen telas admirables que se lleva el viento / en cambio el verdadero sabio es como las abejas
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Unaufgeklärtheitsmöglichkeit / qué nombre más complicado para una cosa que no existe / en la historia de la filosofía los nombres más complicados / se los llevan las cosas que no existen / las cosas que no existen / tienen una rara predilección por el alemán para no existir / prefieren no existir en alemán / lo cual es una forma de inexistencia mucho más perfecta / que dedicarse a no existir en sánscrito / o en inglés por ejemplo qué vulgaridad / o en latín por ejemplo donde todo existe.
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Aunque Kant practicó la crítica de la razón pura / desde siglos se sabe que la razón no existe en estado puro / solo existe mezclada con sangre sudor y lágrimas / el hombre hace filosofía con todo su todo / con su infancia terrible como Nietzsche / con su imaginaria corona de espinas como Kierkegaard / con su sangre de rabino como Marx / con sus mil y una noches como Max Scheler / … / la razón solo existe mezclada con el polvo del paraíso.
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Aló aló / con la casa de monsieur Foucault / aló Michael aló / no me vengas Michael con que no existes / con que el hombre es un invento del siglo XVIII / te pillé / no pretendas que estoy hablando con el propio lenguaje /…/ te pillé en pleno cógito ergo sum / … / aló Michel no cortes por favor / si el cógito ergo sum no es un insulto / aló.
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Hay que tratar a la filosofía / que es sophia una dama delicada / Nietzsche ese gran poeta / creía que la cosa era violarla / Plotino esa inteligencia mística / creía que el sistema era adorarla / Marx un sujeto práctico y adinerado / la trataba como una perdida / pero ella hasta en los sueños se les negaba / ella sólo se daba a los dulces requiebros / de griegos medievales y poetas
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