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Jon Bilbao

Jon BilbaoFotógrafo: Josu de la Calle

Basilisco domeñado

El autor cierra la serie de western metaliterario reconciliado con la ficción. Un último libro donde, a pesar del título, apenas se matan monstruos

Jon Bilbao ha terminado con sorprendente velocidad la trilogía de John Dunbar. Si bien sería más apropiado llamarla tetralogía, pues Los extraños (2021), una novela corta que apareció de refilón en medio de la saga, aquí en Matamonstruos pasa a formar parte esencial de la trama. Da la sensación de que el escritor asturiano ha querido con esta novela cerrar todos los hilos que quedaban al aire y ciertamente ha quedado todo bastante atado.

Portada de Matamonstruos

Impedimenta (2024). 328 Páginas

Matamonstruos

Jon Bilbao

La saga comenzó arrebatadoramente con Basilisco (2020), un western épico donde se describen las aventuras de ese desvarío de la naturaleza llamado John Dunbar, en su versión más violenta llamado Basilisco. La novela inicia la estructura que mantendrá en el resto de las novelas: la vida de Dunbar se completa con la del alter ego del autor, Jon, el escritor de la saga, y su novia, luego mujer y finalmente exmujer Katharina, los hijos que van llegando y, por supuesto, sus padres.

El lector que haya acompañado la lectura durante estos cuatro años y cuatro novelas estará acostumbrado a la evolución de John y de Jon. Yo diría que el personaje español es mucho más estático que el americano, cuyo desarrollo narrativo es inmenso. Si ya en Araña (2023) vimos al salvaje humanizándose gracias al amor, aquí lo veremos casi demasiado humano por mor de la paternidad. Queda poco de esa fuerza mítica del primer libro, donde el estereotipo deviene en inolvidable arquetipo. De hecho, en Matamonstruos le cede mucho protagonismo a su mujer Lucrecia, que si ya tenía una gran personalidad en el libro anterior, aquí se supera.

A pesar del título, pocos monstruos se matan en esta novela. El animal descontrolado al que nos tenía acostumbrados Bilbao solo se muestra en una de las partes del libro, y en el resto de las páginas vemos a Dunbar preocupado, dubitativo y muy sombra de lo que fue. Tal es su evolución que ahora su perro Horacio parece tomar el nombre del compañero de Hamlet.

Aun siendo un novelista consumado, Bilbao parece mantener el tono de escritor de relatos en muchos de sus libros, pues sus obras extensas (todas estas lo son) están formadas por cuadros cerrados y casi autoconclusivos. Escenas que forman parte de un todo pero con autonomía propia. Esa segmentación nos puede dejar con preguntas en el aire, esa sensación de «¿qué ha pasado aquí?», porque pienso que es un error leer este libro como obra independiente.

No es un capítulo más en la vida de Dunbar y Jon, como acostumbraba a hacerse con los westerns de kiosco, sino el cierre de un planteamiento literario de gran altura. Esta idea viene apoyada por el extenso final, pues es conclusión no solo de este libro sino de los cuatro. Estos finales, que son más de uno, cierran de forma magistral esta historia unamuniana y cervantina que, además de utilizar las referencias patrias, se arriesga con pinceladas shakesperianas o incluso se intuye un universo de portales que me recuerdan a David Lynch o incluso a Murakami. Con esto me refiero a que el desenlace es complejo, no de leer pero sí de entender, y exige, entre otras cosas, tener el resto de los libros bien presentes en la memoria para alcanzar todas las referencias.

Como digo, Jon Bilbao cierra con Matamonstruos una obra unitaria que debería leerse de corrido. Tras la apariencia de una novela del Oeste, desvela excepcionalmente el juego antiguo y nunca resuelto de la realidad y la ficción. Ha escrito un libro (vamos a llamar así a todos ellos) donde ha jugado con la máscara y la desnudez, donde nos ha hecho bailar con gran arte en la perenne música de nuestra naturaleza bifronte de animal narrativo.

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