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Correhuela mayor. Calystegia sepium

Correhuela mayor. Calystegia sepiumDaniel Villafruela

‘La dama del alba’: un drama rural del Casona más universal

Una leyenda asturiana que poetiza la imagen de la muerte para los tiempos de posguerra española

3 de noviembre de 1944, Teatro Avenida, Buenos Aires. La siempre espléndida Margarita Xirgu interpreta el papel de una dama, la dama del alba. El drama más querido de Casona llega pronto a otras ciudades y, finalmente, en 1962, también a Madrid. El 23 de abril, el Teatro Bellas Artes de la capital estrenó la pieza. Casona, que había regresado del exilio para la ocasión, asistió al estreno, al que seguirían los de aquellas otras obras que también habían visto la luz en el extranjero.

Cubierta de La dama del alba

Cátedra (2006). 160 páginas

La dama del alba

Alejandro Casona

En España, no todos acogieron la obra con afecto. Acusado de plagio, criticado de escapista y poco comprometido, el dramaturgo asturiano defiende el universal localismo y la comprometida poética de su retablo en cuatro actos. «No soy un «escapista» que cierra los ojos a la realidad circundante, creyendo anularla con el candoroso expediente de no mirarla. Lo que ocurre es, sencillamente, que yo no considero sólo como «realidad» la angustia, la desesperación, la negación y el sexo. Creo que el sueño es otra realidad tan «real» como la vigilia; (...) y que la inmensa mayoría de las verdades que nos permiten curar una llaga o acercarnos a la luna se las debemos, en primer lugar, a nuestra maravillosa capacidad de fantasía».

El drama se desarrolla en un pueblo asturiano, detrás de cuyas poéticas descripciones vislumbramos el Besullo natal de nuestro autor. Una casa solariega sirve de escenario para los cuatro actos que dura una trama sencilla que carece de principio estructural. Una historia que, como bien se indica en la primera acotación, transcurre sin tiempo. Una atemporalidad que revela la eternidad de un drama humano, el de la muerte de una hija. Una casa sumida en la tristeza y con continuas alusiones a una pérdida pasada que se nos desvela casi de puntillas y solo plenamente en el tercer acto.

Angélica se perdió en el río al día siguiente de su matrimonio con Martín. Desde entonces, su ausencia no ha dejado de estar dolorosamente presente bajo la forma del luto que pesa, ante todo, sobre la Madre. La llegada de Adela, hallada por Martín en el río y la irrupción de una misteriosa peregrina, de cautivante belleza y aura misteriosa, desencadenan los acontecimientos. La primera no tarda en convertirse en la sustituta de la joven desaparecida. Su presencia inunda la casa de alegría y esperanza. No obstante, la Peregrina, en la que solo el Abuelo es capaz de reconocer a la Muerte, marca la cadencia de aquello que se espera con temor. Femenina pero temida, su sonrisa dulcemente fría contempla la estampa familiar, aguardando que llegue el momento de acompañar al próximo elegido a la otra orilla.

Casona reviste de bondad y belleza la experiencia más temida por el ser humano. Su objetivo es precisamente este, el de hacer de la muerte parte de la vida. Lejos quedan la encapuchada calavera y su guadaña amenazante. En su lugar, una mujer bella, peregrina, femenina, sensible pero condenada a matar, a la que la risa de los niños enternece y le deja calientes las manos. Un objetivo complicado, y más en un país azotado por la guerra y desolado por las pérdidas de hijos y esposos. Un reto solo asumible por la maestría casoniana y por su modo de entender la poesía.

Y es que, como bien decía Laín Entralgo en el teatro del asturiano encontramos «una constante exaltación de la bondad, del amor entre los hombres y a las cosas, de la poesía como forma de vida superior a la vulgaridad y al egoísmo». El ingrediente poético es fundamental para observar la realidad y es omnipresente en la obra de Casona. El lenguaje popular, los símbolos, las comparaciones trufadas de elementos de la naturaleza, las metáforas, las imágenes. Todo ello configura un perfecto entramado en el que realidad y fantasía se dan la mano, la muerte y el amor no están en liza, el localismo asturiano tiene ecos de universalidad.

Una estructura perfectamente cíclica. El cierre es una vuelta al inicio, ahora transformado cuando, al darle al pueblo su leyenda, la muerte ya no produce tristeza sino que hace que la Madre lance «un grito desgarrador de dolor y de júbilo».

Exiliado, lejos de su tierra, pero con Asturias y sus dolidos compatriotas en el corazón. La dama del alba ha de entenderse, por tanto, como un canto nostálgico que pretende desvelar a los hombres de entonces, a los de siempre, una imagen más candorosa de la muerte. ¿Es este un drama ajeno a la realidad humana? El propio Casona argüía «se me puede acusar, con razón, de estar desligado del dato contingente, pero no del hombre».

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