‘Dogma democrático’: la sociedad civil y su gobierno
Obra póstuma del profesor Rafael Alvira, sumaria de una vida dedicada al conocimiento
Rafael Alvira (1942-2024) fue un destacado filósofo español, conocido por su enfoque humanista y su reflexión sobre la ética, la política y la vida comunitaria. Profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra, exploró temas como la amistad, el sentido de la vida y el papel de la tradición en la construcción de la identidad. Fue un filósofo preocupado en particular por la filosofía política, lo que le condujo a reflexionar sobre nuestro sistema político, la legitimidad de la democracia actual y la naturaleza del hombre que asume.
El dogma democrático: La sociedad civil y su gobierno
En esta obra aborda cuestiones fundamentales a las que dedicó gran parte de su vida y de su trabajo intelectual, y que resumen gran parte de su pensamiento. Se trata de una obra en la que trabajó durante los dos últimos años de su vida y que se publica de manera póstuma, siendo un esfuerzo por resumir las cuestiones principales a las que todo aquel que quiera entender su tiempo y ofrecer algo a la sociedad debe atender.
En la obra, Rafael Alvira nos propone una manera distinta de pensar en las relaciones personales que entretejen nuestra vida en sociedad, en las formas que adopta la política y en la naturaleza que le hemos dado a la democracia, tan vinculado a un Estado providencialista y a un liberalismo radical, o en la importancia del sentido religioso de las sociedades.
Para el autor el principal problema del Estado moderno es que descansa y fundamenta su legitimidad en la primacía del individuo, es decir, en la defensa de los derechos del individuo frente a la sociedad, creando así un ser atomizado que desatiende su responsabilidad social porque no considera que exista. Rafael Alvira trata de mostrar que frente a la tesis actual de que no hay pasado o naturaleza que nos anteceda, la sociedad es una realidad anterior al individuo, y que lo político no puede asumir a la sociedad como un accidente que se somete al hombre, porque sin sociedad este no podría constituirse. De esta manera explica que siendo la sociedad una necesidad para el hombre, la libertad que el hombre tiene no puede sino asumir esta necesidad como una obligación de cuidado en la que se requiere su participación. Así, según nos explica el autor, es en la asunción libre de esta obligación en la que el hombre se hace más humano.
Rafael Alvira defiende que el ensalzamiento del individualismo en el Estado moderno y liberal da lugar a hombres desvinculados cuyas relaciones de confianza tienden a disolverse. La desaparición de esta confianza, explica el autor, supone la pérdida del deseo de participación de los hombres en lo social, lo cual da lugar a una democracia representativa sin fundamento en la que los ciudadanos no sienten ni un deber ni un deseo de implicarse. Este repliegue de los ciudadanos al mundo de lo «privado» refuerza la figura del Estado providencialista encargado de proveer a todos los habitantes de sus derechos –principalmente la libertad y la igualdad– a cambio de que ellos se ocupen tan solo de lo suyo, de lo privado mal entendido y desgajado de lo común.
Frente a esta idea, Rafael Alvira propone una democracia que se fundamente en la revitalización de la sociedad civil y en la compresión del Estado como la principal instancia social, pero en ningún momento como la máxima instancia social bajo la que se ordenan todas las demás. Para Rafael Alvira entender lo que es verdaderamente la democracia pasa por comprender la naturaleza de los vínculos sociales y de la libertad del hombre. Así pues, comprender que la pretensión del Estado moderno por «proteger» una libertad irrestricta de los individuos supone la desintegración de los vínculos que dan lugar a las instituciones y estructuras intermedias que componen los social fuera del Estado y a las que éste debería prestar su protección.
El Estado debe respetar los espacios de convivencia social de los hombres y fortalecer los vínculos que les unen, posibilitar la libertad del ciudadano como la capacidad de acción respecto de lo común y su responsabilidad sobre ello. De esta manera, el Estado sería también parte del propósito que los aúna y no la causa de su deshumanización como explica el autor en la obra. La verdadera libertad solo puede darse en, como indica el filósofo Alfredo Cruz en el prólogo, la responsabilidad y capacidad de acción de los hombres respecto de lo común. Para Rafael Alvira, esto solo es posible si existen unos verdaderos vínculos entre las personas, un verdadero sentimiento de pertenencia a algo común que les antecede.
El filósofo explica que esta compresión de la libertad del hombre y de su participación en la sociedad es lo que puede dar lugar verdaderamente a una democracia en la que los ciudadanos no quedan reducidos a individuos independientes, mientras el Estado moderno y liberal asume y ocupa todas las esferas de acción social. Se requiere una democracia en la que el papel de las gentes sea primordial. Rafael Alvira indica que aunque nuestro sistema democrático está planteado desde el punto de vista de la tolerancia nos encontramos en una sociedad que lo ha dogmatizado porque no asume ningún debate sobre qué es una verdadera democracia. Lo que el autor propone es una visión en la que se reconoce que la democracia ha quedado reducida a lo puramente nominal y que se compatibiliza con una especie de totalitarismo que surge del Estado moderno paternalista.
Alvira nos propone en su libro conocer mejor la naturaleza de nuestra sociedad y de nuestros sistemas políticos para poder ofrecer soluciones o cambios a los problemas que suscitan. El filósofo creía que el ensalzamiento actual del individualismo sólo podía producir un estrechamiento del desarrollo pleno de nuestra naturaleza y que solo a través de los vínculos se puede construir una sociedad verdaderamente humana.