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Excavación del barco de Oseberg. Museo Vikingo de Oslo

Excavación del barco de Oseberg. Museo Vikingo de Oslo

Vikingos: más allá del cliché del saqueador oportunista

En este ensayo sintético, bien documentado y mejor narrado, el especialista en mundo nórdico medieval Anders Winroth trae al lector a una perspectiva general de la época vikinga y sus personajes protagonistas.

«Todo comenzó en los grandes banquetes celebrados en los salones de los caudillos nórdicos. Los saqueos vikingos empezaron aquí, surgieron de las lealtades y amistades que brotaban con la bebida, la comida y los obsequios». Y no sólo los saqueos vikingos tuvieron aquí su origen. También su extraordinaria poesía en versos aliterados que por boca de los escaldos se recitaba, bebida en mano, en los grandes salones, y también las magníficas historias, que pasaron después a ser canciones, y más tarde leyendas, que narraban las hazañas de aquellos que habían reclamado derechos dinásticos con espadas rotas, matado dragones que atormentaban a miles o viajado en barcos largos, los «caballos del mar», hasta Miklagård y más allá. Todos los Ragnars, los Egils y los Halvdans, los Eiriks y los Haralds de las sagas pasaron de la historia a la leyenda en el incomparable marco de aquellos grandes salones, adornados en su interior con las más ricas y mejor labradas maderas, bañados con la hidromiel autóctona o el vino conseguido en los más lejanos puertos. Así pues, no podrían elegirse mejores palabras para comenzar un libro sobre los vikingos y el mundo en el que vivieron y que contribuyeron a modelar.

Cubierta de La edad de los vikingos

traducido por Julia Corredor Román
​Villa de Indianos (2024). 404 páginas

La edad de los vikingos

Anders Winroth

Pero las citadas palabras del comienzo a estas líneas tienen autor: fueron elegidas por Anders Winroth sabiamente para comenzar su libro La edad de los vikingos, como inicio a una breve y cercana reconstrucción del momento en el que un gran caudillo nórdico agasajaba en su magnífico «salón de hidromiel» a sus leales, a su séquito, a su banda de guerreros. Gracias a la apuesta de la joven y prometedora editorial Villa de Indianos, llega una obra publicada originalmente en 2014 que merecía estar traducida a la lengua de Cervantes, además con un trabajo tan depurado como el que demuestra la traductora, Julia Corredor Román. En lo que respecta a Winroth, profesor de Historia Medieval Europea en la Universidad de Oslo, hay que destacar que es un reconocido especialista en el mundo nórdico medieval, en su historia y su cultura, así como en el estudio de las leyes y poder de la Iglesia en este ámbito. Y no decepciona.

Estructurando el contenido en diez capítulos –que de texto propiamente dicho apenas pasa de las 300 páginas–, Winroth aborda la práctica totalidad de los principales elementos de la sociedad escandinava medieval, apoyado siempre en las fuentes literarias (las sagas y los poemas), las fuentes históricas (anales y crónicas francos o anglosajones) y, por supuesto, en las fuentes arqueológicas (como la tumba de Gokstad), esenciales para asomarse a la Escandinavia medieval. Con ello consigue mesurar la imagen que impera hoy en el imaginario popular sobre los vikingos, y ofrecer otra distinta, radicada en el estudio y la crítica. Tan es así, que llega a afirmar, no sin lógica, la inexistencia de los afamados berserkir y ulfheðnar, o, al menos, de la idea que se ha transmitido de ellos. Pero como no podía ser de otro modo –teniendo en cuenta el título de la obra– Winroth se centra especialmente en esa idealizada y sumamente atrayente figura del «vikingo», entre buscador de fortuna, comerciante, pirata y guerrero a sueldo (como la gran mayoría de este tipo de labores en el mundo preindustrial, ejemplificado de manera soberbia por la Compañía Británica de las Indias Orientales), y que más se parecerían a los conquistadores españoles de finales del XV y comienzos del XVI que a los berberiscos del Mediterráneo de aquel mismo periodo.

En cualquier caso, puede decirse que no hay cuestión que Winroth no aborde. Economía doméstica, redes de comercio exterior, relaciones de parentesco y de lealtad, colonización, dinastías, historias y leyendas, artes y letras, guerra, religión y mitología, etc. Pero aquí destacaremos sólo dos aspectos (el espacio no perdona) especialmente interesantes, y que dan al libro un plus de relevancia como novedad bibliográfica en español.

Primero, el elemento trascendental que sustenta la ideología del caudillaje vikingo. Winroth no se limita a enunciar los hechos políticos y bélicos que llevaron al establecimiento de un reino por un determinado caudillo –como por ejemplo Harald Cabellera Hermosa en Noruega–, sino que ofrece una visión más profunda de todos esos elementos preciosos y atrayentes como son las relaciones de lealtad, la dádiva de obsequios y la hospitalidad, así como la generosidad para con los leales (en una kenning muy recurrente de la literatura nórdica medieval a los reyes se los denomina a menudo «dadores de anillos»), y, en definitiva, aquellas características propias de la cultura escandinava medieval que espolearon a los «hombres del norte» –como se los denominaba en los anales francos– a emprender aquellas arriesgadas empresas de enriquecimiento, tanto en el Occidente como en el Oriente. «Un caudillo debía ser generoso con sus hombres, salir victorioso de los combates –esto es, «alimentar con carroña a los cuervos», según la expresión poética de la época– y obtener fama y una buena reputación. Si no lograba todas estas cosas, no lograría ninguna», sentencia Winroth en el capítulo sexto, titulado «De caudillos a reyes».

En segundo lugar, tema en el que el autor se siente especialmente cómodo, destaca el análisis del choque entre paganismo y cristianismo en la Escandinavia de la era vikinga: «mitología y culto paganos frente a conversión y organización cristianas», partiendo de la base de que «lo que creemos que sabemos [de la mitología nórdica precristiana] proviene de fuentes que en ocasiones produjeron autores cristianos siglos más tarde», en palabras de Winroth, y pone como ejemplo al escritor islandés de los siglos XII-XIII Snorri Sturluson. Especial importancia reviste en el análisis que el autor hace de este aspecto «cómo los reyes y caudillos utilizaron su religión, ya fuera la pagana o la cristiana, para potenciar su estatus e impulsar la lealtad de sus seguidores». Nada nuevo bajo el sol.

Muchísimo más se podría decir de un libro que se devora ávidamente desde la primera página, pero es necesario concluir: lo hacemos animando vivamente a su lectura (nadie quedará defraudado), y felicitando a los editores y traductora por un trabajo bien hecho (tanto de forma como de contenido). Seguiremos atentos a las publicaciones de Villa de Indianos, así como al de tantas otras pequeñas editoriales independientes españolas, en cuyos hombros descansa nuestra esperanza (bibliófila).

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