La primera mujer llega al 'Concierto de Año Nuevo'
Constanze Geiger, la desconocida niña prodigio que compartió experiencias y recibió distinciones de autores como Donizetti o miembros de la familia Strauss, llega a la cita más célebre de la música clásica en parte gracias a un libro y al «buen ojo» de de los filarmónicos vieneses para las oportunidades
Quién sabe si fruto o no de las constantes acusaciones de misoginia que en los últimos años se han cebado sobre la venerable orquesta austriaca, lo cierto es que la próxima semana, por primera vez durante los 84 años de existencia del Concierto de Año Nuevo, se incluirá en el programa de la cita más popular de la música clásica la obra de una compositora.
En el marco del inicio de las conmemoraciones del bicentenario de Johann Strauss, se interpretará el vals Ferdinandus que su precoz autora, Constanze Adelheid Therese Geiger, conocida en los ambientes musicales de su época como Constanze Geiger, estrenó con 12 años.
La mayoría de su modesto catálogo se nutre mayormente de pequeñas piezas para piano y algunas canciones
En aquella ocasión, marzo de 1848, otro Johann Strauss, el padre, dirigió la orquesta en la Sophienbadsaal vienesa durante el baile. Ahora será Riccardo Muti el encargado de hacer que en otra sala, la grande dorada del Musikverein, los privilegiados asistentes, unidos a los millones de personas que en todo el mundo siguen el evento por los medios tradicionales, conozcan seguramente por primera vez una de las composiciones de Geiger.
Tampoco es que resultara muy prolífica, la mayoría de su modesto catálogo se nutre mayormente de pequeñas piezas para piano y algunas canciones. La más conocida entre todas quizá sea la marcha nupcial que concibió, en 1854, para la boda de la futura emperatriz Isabel.
La estrecha relación con Gaetano Donizzetti
En cierto modo, la presencia del napolitano Muti como principal invitado en esta cita también contribuye a cerrar el círculo. Este director tiene al Don Pasquale (que él compara con el Così fan tutte de Mozart, la primera ópera que aún muy joven dirigió en el Festival de Salzburgo) por una de las obras maestras Gaetano Donizetti, donde aflora toda la ironía mediterránea. El compositor italiano era muy amigo de Joseph Geiger, creador de la ópera Wlasta, entre otras composiciones, y padre de Constanze.
En compañía de su mujer e hija, Geiger visitó a Donizetti, en París, cuando la salud mental del autor de Lucia di Lammermoor ya hacía aguas. El hombre trató de animar a su anfitrión tocando al piano un aria de su Linda di Chamounix. «Mi esposa, Constanze y yo rompimos a llorar a gritos. Donizetti nos miró impasible sin decir palabra, pues no se acordaba ni de sus admiradores ni de su composición. Después de unos minutos pareció salir de un sueño», relató el padre de la niña prodigio.
Primero el padre, Joseph Geiger, y luego su hija, fueron miembros honoríficos de la Academia de Santa Cecilia, en Roma
Al parecer, solo la presencia de aquella joven promesa de la música logró que por unos instantes en el genio bergamasco volviera a brotar un mínimo interés por las cosas mundanas. Aquel día los visitantes terminarían desolados ante la constatación del declive de uno de los músicos más apreciados de su época, al que Joseph Geiger había tratado en Viena y seguramente durante sus viajes a la patria de Dante: primero él, y luego su hija, fueron miembros honoríficos de la Academia de Santa Cecilia, en Roma.
Libro, concierto de Año Nuevo y grabaciones para Youtube
Los músicos de la filarmónica vienesa nunca dan puntada sin hilo. Sus integrantes van por libre. Hasta cierto punto constituyen un modelo excepcional de autogestión artística. Ellos mismos escogen a los directores con los que desean trabajar, seleccionan sus proyectos, programas, giras, … Todavía hoy representan lo que en su día dijo de ellos Alexander Berrsche, el conocido crítico del «Münchener Zeitung»: «Ciertamente, ¡los filarmónicos vieneses son una república de reyes!».
Y entre tanto monarca, uno de sus violinistas, Raimund Lissy, acaba de publicar la primera biografía sobre Constanze Geiger que, traducida del alemán, se titula algo así como «¡Hay algo mágico en esta niña prodigio!». Daniel Froschauer, principal portavoz del conjunto, uno de sus miembros más destacados, se ha encargado de escribir el prólogo. Mientras, Lissy trabajó últimamente en sus propios arreglos de algunas de las piezas de la compositora (valses, polcas y marchas).
Si su padre no hubiese sido un músico destacado, aunque de segunda fila, seguramente nunca habría compuesto nada
Convertidas en cuarteto de cuerda, las obras han dado lugar a ocho vídeos que se encargarán de subir a YouTube en este próximo mes de enero, es decir, cuando ya todo el mundo haya sabido convenientemente de la existencia de esta ignota compositora. Por supuesto, él mismo Lissy las ha grabado ahora junto a varios miembros de la Filarmónica de Viena.
¿Pasará a la historia Constanze Geiger como una compositora notable? ¿Hubo algún impedimento que dificultara su integración en la sociedad de su tiempo impidiéndole ejercer su profesión? Geiger nació en Viena el 16 de octubre de 1835. Si su padre no hubiese sido un músico destacado, aunque de segunda fila, seguramente nunca habría compuesto nada.
La madre, Theresia Rziha, era una modista de altos vuelos, que trabajaba para la corte austriaca. Fue el progenitor quien se encargó de procurarle una esmerada educación musical. Uno de sus profesores, Simon Sechter, que le instruyó en los secretos del contrapunto, también fue maestro de Franz Schubert y Anton Bruckner.
A los nueve años ya se había presentado ante el público tocando el piano. Su aparición causó un cierto revuelo en la prensa vienesa
A los nueve años ya se había presentado ante el público tocando el piano. En el programa, Constanze incluyó un par de composiciones suyas. Su aparición causó un cierto revuelo en la prensa vienesa de la época, cuyo eco se extendería hasta París. Los periódicos reseñaban todas sus apariciones con particular regocijo. La chica amplió sus intereses a la escena. A los trece años se presentó como actriz, actuando varias veces en el Teatro and der Wien de la capital austriaca, donde Beethoven estrenó su única ópera, Fidelio.
La creciente popularidad de la chica hizo que grandes cantantes de la época, como el barítono Felice Varesi, encargado de estrenar la Linda de Donizetti, y también uno de los favoritos de Giuseppe Verdi (estrenó Macbeth y La Traviata), interpretaran sus canciones. Y hasta Johann Strauss, padre, le dedicó una de sus composiciones, la Cuadrilla Flora, op. 177, como también hicieron otros autores.
Problemas con la prensa satírica, demanda desestimada
Los elogios no siempre fueron unánimes. Una parte de la prensa se dedicó a perseguirla. El Humorista, un diario satírico, le tenía cierta inquina. Las burlas sobre sus composiciones se hicieron extensivas a su persona. Hubo cierto enfado familiar y se produjo una demanda. Moritz Gottlieb Saphir resultó condenado a tres meses de arresto por vulnerar el derecho al honor de la chica.
Aunque poco después la pena fue revocada por «falta de sustancia». Para quienes dispongan de tiempo, la lectura de los detalles de este proceso resulta bien edificante e ilustrativo sobre cómo se defendía el derecho a la libertad de expresión en la Viena de mediados del siglo XIX.
Obtuvo el título de baronesa de Ruttenstein y se retiró en el castillo familiar de Radmeric
Lo que sus críticos le achacaban a Constanze seguramente tenía que ver posiblemente con el deseo del padre de explotar los talentos de la niña, cuando estos no alcanzaban ni en en cuantía ni en calidad a los del niño prodigio por excelencia, el gran Mozart. Geiger compuso más bien poco y casi nada sustancioso: no dejó óperas, sinfonías, cuartetos de cuerda, …
Cultivó sobre todo la miniatura y tampoco durante demasiado tiempo. A los veinticinco años (aunque llevaba ya unos siete alejada de la vida artística) se casó con uno de los hijos de la gran nobleza europea, del que había tenido un hijo poco antes: el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo y Gotha.
El próximo miércoles podremos conocer cómo sonaría uno de sus valses en tiempos de los Strauss
Obtuvo el título de baronesa de Ruttenstein y se retiró en el castillo familiar de Radmeric. De vez en cuando, actuaba allí mismo en algunas obras teatrales para los más íntimos. Cuando enviudó se fue a vivir a París, donde falleció el 24 de agosto de 1890. Hoy está enterrada en el cementerio de Montmartre, en la compañía nada desdeñable de Emile Zola, Stendhal y François Truffaut.
Gracias al arreglo que ahora ha realizado Wolfgang Dörner, el próximo miércoles podremos conocer cómo sonaría uno de sus valses en tiempos de los Strauss. Y la Filarmónica de Viena habrá superado otro reto. Para congraciarse con sus más feroces críticos, ya solo les faltaría que en el podio del «Concierto de Año Nuevo» compareciera alguna fémina. ¿Será en 2026? Seguramente… aún no.