Jorge Vilda, de villano a héroe: cómo superó «maniobras nocivas» para tocar el cielo del fútbol
Es la cara del éxito: aguantó un chantaje de las que renunciaron a España que se basaba en que con él nunca se ganaría nada y por eso había que echarle
Con Jorge Vilda no se podía ganar nada decían quienes trituraron al seleccionador ya campeón del mundo. Que no daba más de sí, que él era el problema, que teniendo a las mejores futbolistas del mundo se estaba perdiendo una época dorada. Esto se argumentó hace un año cuando 15 futbolistas organizaron un motín.
Once meses después Vilda es campeón del mundo y ha pasado de villano a héroe. Era villano para esas 15 jugadoras –que acabaron siendo 12 tras recular a última hora Ona Batlle, Aitana Bonmatí y Mariona Caldentey– y para parte de la opinión pública, esa que sigue el fútbol femenino día a día y cuyos altavoces mediáticos estaban claramente influenciados por esas 15.
Ahora es héroe porque ha llevado a España al mayor logro de su historia, a un hito deportivo inimaginable. Hay quienes se encargan de negar la realidad, de quitar todo mérito al entrenador y quienes utilizan el argumento de que mencionado al técnico se quita el foco de las protagonistas, que son las jugadoras. ¿Se hizo eso con Del Bosque? Cuando España ganó el Mundial masculino se puso a Vicente en un primer plano, como era lógico. No se hacía de menos a los jugadores. Todos juntos ganaron el Mundial. Eso pasa y debe pasar ahora con Vilda y sus jugadoras.
No ha sido fácil. Lo recordaba Luis Rubiales tras ganar el Mundial: «Alguna gente no nos quería dejar trabajar». No lo dijo –no puede por su cargo– pero está claro que quien no ha dejado trabajar son ese entorno y esas personas que convirtieron a 12 jugadoras en mártires como si vivieran en condiciones infrahumanas en las concentraciones con España.
Esa «gente que estaba constantemente con frustración y resentimiento deben aprender que hay que dejar a las personas trabajar», añadió Rubiales. Los destinatarios se entienden a la perfección. Son quienes se sumergieron en septiembre del año pasado en un chantaje inadmisible que además ha perdido todo sentido deportivo una vez visto lo que era capaz esta España.
Oficialmente la renuncia de estas futbolistas se debió a que les afectaba «de manera importante» en su «estado emocional» y en su «salud» cuando estaban en la España de Vilda. La realidad es que intentaron echar al entrenador, no lo lograron y utilizaron esa vía. Ya se contó en El Debate entonces: lo que de verdad había era que estas futbolistas querían controlar el banquillo de España como lo hicieron en el Barcelona, club al que pertenecen la inmensa mayoría de ellas.
Y tenían entonces un argumento deportivo que podía ser razonable, pero al que le perdieron las formas. Decían que Jorge Vilda no maximizaba los recursos que tenía, que no daba más de sí, que no se había llegado a dar el paso definitivo para estar en el podio europeo y/o mundial. En resumen: que lo que conseguían en el Barcelona (campeonas de todo, también a nivel internacional) no eran capaces de trasladarlo a la selección. Y la culpa era de Vilda que no sabía hacerlo.
Se da la circunstancia de que fue Vilda el que se quedó, 12 las que se fueron y en ese contexto se ganó el Mundial. Hubo mejor ambiente en el vestuario, entraron futbolistas con ganas y sin chantajes en la cabeza y se fue construyendo una estructura más profesional. Y todo ello derivó en este espectacular Mundial en el que las protagonistas son las del balón, pero en la que el entrenador dejó también su nivel. El baño táctico que le dio en la final a Sarina Wiegman, seleccionadora inglesa (que decían que poco menos que era inmortal), fue descomunal.
Como recordaba nuestro columnista Tomás Guasch, y para que se hagan una idea de hasta que punto este Mundial es un logro impresionante, Vilda ha ganado un Mundial como si Del Bosque lo hubiera conseguido en Sudáfrica sin Casillas, Puyol, Ramos, Piqué, Capdevila, Iniesta o Villa. Y es que entre las que renunciaron voluntariamente estaban las mejores en su posición. Contra eso tuvo que luchar el seleccionador, que se adaptó sin venganzas.
Cabe ahora recordar aquella firmeza de la Federación y la primera reacción al motín: la RFEF «no va a admitir ningún tipo de presión» de «maniobras nocivas que se encuentran alejadas de la ejemplaridad y fuera de los valores del fútbol y del deporte». Ese mensaje fue clave: España se construyó desde la confianza en el banquillo, que guste o no es la autoridad en el fútbol. Todos y todas son campeones.