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El presidente de la RFEF, Luis Rubiales, sostiene el teléfono que denunció haberle sido hackeado.

Luis Rubiales, en una imagen de archivo: fin a cinco años al frente de la RFEFEFE

Los dos golpes que hicieron caer a Luis Rubiales

El comunicado de Hermoso y especialmente el expediente de la FIFA hicieron ver al presidente de la RFEF que la dimisión era el único camino

Luis Rubiales pone este viernes punto y final a su etapa en la Federación Española de Fútbol. Han sido algo más de cinco años con múltiples polémicas a las que fue sobreviviendo, pero con la última –el beso– no pudo. Rubiales dimite después de una enorme presión social, política y deportiva. Pero son las presiones puramente futbolísticas con las que definitivamente se convenció de que tenía que dimitir.

Es cuanto menos curioso que Rubiales haya caído después del mayor éxito deportivo de su mandato, el de ganar el Mundial femenino en el que él tuvo su parte de culpa, toda vez que aguantó a Vilda como seleccionador, no se plegó al chantaje de las futbolistas que renunciaron a España y mejoró las condiciones de esta selección.

Pero fue su gestión del éxito lo que le condenó. Rubiales dio un beso a Hermoso cuando le entregaban las medallas, se llevó la mano a los genitales en presencia de la Reina y otras autoridades en el palco y consideró que quien criticaba el beso eran «idiotas y tontos». Pidió perdón después, pero ya era tarde en la presión social. El Gobierno de Sánchez, que siempre le mantuvo en pie, le ha hecho ahora caer con una enorme presión social y política.

Pero no han sido las amenazas del Ejecutivo de inhabilitarle –a través de una denuncia del CSD al TAD– lo que de verdad hizo a Rubiales dimitir. Evidentemente con ello se dio cuenta que no tenía salida, que su situación era inviable, pero seguía creyendo que podía seguir adelante con el apoyo interno del fútbol español.

El golpe de la FIFA

Lo que hizo cambiar el chip al expresidente (será oficial a lo largo de este viernes) fue el expediente disciplinario que le abrió la FIFA. Ahí ya se dio cuenta que no había forma de seguir toda vez que el máximo organismo del fútbol también le señalaba. La FIFA no le ha sancionado (y a saber si lo hará), pero sí le ha abierto un expediente por sus actuaciones. Y eso sí que da ya la vuelta al mundo, entra en conflicto a nivel internacional y tiene una repercusión futbolística imposible de superar. Muy difícil de remontar.

El primer golpe que hizo dudar a Rubiales fue el comunicado de Jenni Hermoso, que en realidad era un comunicado de su sindicato, pero al que la futbolista le dio la potestad de hablar en su nombre. Hermoso tiene buena relación con Rubiales, pero el comunicado sentó como un jarro de agua fría en la Federación. No se lo esperaban y ahí se empezó a tambalear la opción de seguir.

Eso fue el miércoles por la tarde. El jueves por la mañana todavía Rubiales se veía con fuerza de continuar sobre todo si tenía el apoyo de las territoriales, que salvo alguna como la vasca (que se desmarcó) sí confiaban en él. Pero llegó la sentencia de la FIFA.

El presidente de la RFEF, Luis Rubiales

Luis Rubiales llegó a la Federación en mayo de 2018RFEF

El máximo organismo del fútbol expresó que los hechos cometidos por Luis Rubiales «pueden constituir violaciones del artículo 13, párrafos 1 y 2 del Código Disciplinario de la FIFA». Y ahí ya entendió Rubiales que su continuidad era inviable. Y eso que la FIFA no le ha sancionado (y posiblemente no lo haga), pero ya la simple apertura de expediente significó que desde la FIFA también le señalaban.

Y de fondo está la organización del Mundial 2030, al que España aspira a albergar junto a Portugal y Marruecos. Es el gran proyecto del fútbol español, candidatura que se decidirá en 2024 y para la que el Gobierno de España también está muy involucrado. Y en esta situación, con la FIFA (que es quien elige la sede) expedientando al presidente de la Federación, la candidatura iba camino de la derrota.

Luis Rubiales llegó al cargo en mayo de 2018 después de ganar las elecciones a Juan Luis Larrea, que venía a ser el delfín de Ángel María Villar, máximo mandamás del fútbol español desde 1988 hasta finales de 2017. Precisamente a Villar también se le echó por la vía de la inhabilitación del TAD.

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