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Rafael Nadal durante su partido de primera ronda en Roland Garros

Rafael Nadal durante su partido de primera ronda en Roland GarrosGTRES

¿Por qué el tenis de Nadal es ahora más divertido que el de Federer y Djokovic?

Los cambios que el tenista mallorquín ha hecho en su juego durante toda su carrera han cambiado por completo la percepción de una grada que le adora

Uno de los adjetivos que los «entendidos» le pusieron a Rafael Nadal al principio de su carrera era el de «pasabolas». La bola alta y profunda del joven Nadal fabricada para ganar en Roland Garros les aburría. Les gustaba más, y no sin razón, en esa rivalidad que comenzaba, las elegantes maneras de Federer y su deslizamiento sobre las pistas.

'El tenis como experiencia religiosa'

El escritor David Foster Wallace escribió casi un relato (El tenis como experiencia religiosa) a mayor gloria del suizo donde reivindicaba precisamente esto: la fuerza bruta del español como la horma deformada del zapato (de la zapatilla) del entonces número uno. Nadal empezaba, pero solo un año después de explotar en 2005, cuando ganó 11 torneos, ya alcanzó la final en Wimbledon.

Nadal se ha ido estilizando hasta límites insospechados

Desde entonces el mallorquín no ha dejado de añadir nuevos aspectos a su juego que poco a poco han ido transformándolo hasta hoy, cuando ya no hay ni rastro del «pasabolas» que nunca fue. Las lesiones, por supuesto, también le han empujado inevitablemente en esa dirección y por obligación, y por devoción, Nadal se ha ido estilizando hasta límites insospechados que hubieran hecho saltar de su asiento al difunto Foster Wallace.

Antes el mayor ganador de Grand Slams de la historia atacaba desde el puesto de defensa que hoy mantiene con menos lustre (pero igual resistencia), frente a un brillo ofensivo que enardece a unas gradas que ya antes se llevaban las manos a la cabeza viéndole panza arriba por detrás de la línea de fondo, y ahora sienten escalofríos al verle lanzar piedras con su honda por delante de ella.

Variedad ilimitada

Por detrás y por delante el juego de Nadal es lo más divertido de ver. En la semifinal de Wimbledon de 2019 contra Federer consiguió más saques directos (y más puntos con dicho servicio) que el suizo, un hecho histórico en uno de los puntos flacos del español al principio de su carrera que casi le condenaba en pistas rápidas.

El constante movimiento de Nadal convierte la cancha en un cuadrilátero

El saque y la volea. El revés y el revés cortado. La misma variedad de sus servicios, tanto el primero como el segundo. La bola alta y la corta, el disparo y la trampa. El liftado de toda la vida. La movilidad de púgil en lugar de la del corredor explosivo de larga distancia. El constante movimiento de Nadal convierte la cancha en un cuadrilátero cuyos ganchos y directos convierten su juego en un espectáculo total.

Potente, estético y efectivo al mismo tiempo. Siempre imprevisible para el rival, que acaba desconcertado (véase al mismísimo Djokovic, por cuya impotencia provocada por el mallorquín en cuartos de París su entrenador, Ivanisevic, se preguntaba sin respuesta) y para el espectador, al que inflama esa incertidumbre, la emoción de la creatividad de un Nadal que pinta, esculpe, escribe y diseña a cada punto que nadie quiere perderse.

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