La trastienda de la cena de Alcaraz: sin baile con la ganadora y el trofeo para su hermano pequeño
«Ahora estaré en casa, me tomaré unas vacaciones, unos días libres que son necesarios, y volveré a Murcia a sentirme un chico normal de nuevo», dijo
Carlos Alcaraz llegó a la cena de campeones pasadas las 23:00 en Londres. El lugar, una nave situada en Wimbledon Park, cerca del All England Club, convertida en sala de fiestas. Ahí se daba cita lo mejor de lo mejor del tenis británico y los campeones de todos los títulos este año en Wimbledon, encabezados por un Alcaraz que estuvo acompañado por su familia y por su gente más cercana.
El murciano hizo su entrada en el salón antes de la medianoche, siendo el último invitado en llegar. Nada que reprocharle. Tras acabar la final con Novak Djokovic, el de Murcia tuvo que pasar por la ceremonia de trofeos, recibir la felicitación de los príncipes de Gales, recoger el tour por el club de mano del presidente, Ian Hewitt, hablar con el Rey Felipe VI y atender a los medios de comunicación.
Para cuando la cena debía comenzar, a las 8:30 de Londres, Alcaraz aún no había pasado por rueda de prensa. Mucho menos cambiarse. Uno por uno, todos los familiares y miembros del equipo del murciano accedieron a los vestuarios de la pista central para vestirse con trajes surtidos por el torneo. Mientras esperaban a Carlos, aprovechaban para tomarse fotos junto a los cuadros de ganadores que decoran el vestuario y que aún no tienen el nombre de los campeones de este año.
Ferrero recibía llamadas, Carlos padre, felicitaciones, y los hermanos se reunían planificando la noche. Alcaraz sería el último en unirse y engalanarse con su traje de Louis Vuitton, uno de sus más recientes patrocinadores.
Curiosamente, la familia llegó a la cena más de una hora antes que Alcaraz, que siguió atendiendo compromisos y que, a su llegada al restaurante, recibió unas indicaciones de protocolo para saber qué hacer. Le entregaron la copa de campeón, que instantes antes había sido exhibida junto al Plato de Venus de Marketa Vondrousova para que los invitados se hicieran fotos, y con ella en las manos vio en la distancia cómo en las pantallas gigantes se proyectaba un vídeo con los mejores momentos de su torneo. En el instante de la victoria, se le escapó una sonrisa.
Después, enfiló su mesa y se dirigió hacia ella en un paseo de campeón en el que entre la multitud se escuchó algún «guapo, guapo». Dejó el trofeo en una peana y se sentó para disfrutar de una cena rápida. A diferencia de otras ocasiones, por lo apretado del programa, no hubo baile con la campeona, la checa Vondrousova.
La velada, ya con Alcaraz en su silla, comenzó con Hewitt dando un discurso de agradecimiento, en el que destacó la visita de Roger Federer al torneo y la victoria de Alcaraz en semifinales ante Medvedev, y siguió con los campeones en el estrado, micrófono en mano.
Ahí, Vondrousova admitió que ya tiene decidido el tatuaje que se hará junto a su entrenador por la victoria en Wimbledon: una fresa, y Alcaraz habló de nuevo sobre su triunfo. «Fue una locura», dijo el español ante de las risas del público. «Remontar un 6-1 a Novak es algo que no te puedes creer. Lo hace más especial ganar a una leyenda de nuestro deporte», añadió Alcaraz, que también detalló sus próximos planes: «Mañana tengo trabajo, pero vuelo a Murcia por la noche. Estaré en casa, me tomaré unas vacaciones, unos días libres que son necesarios, y volveré a Murcia a sentirme un chico normal de nuevo».
En su discurso también hubo recordatorio para sus padres, Carlos y Virginia: «Sin ellos no estaría aquí», y para Juan Carlos Ferrero, que lloró al abrazarle en el palco: «Es mi segundo padre, gracias a él soy la persona y el jugador que soy». En la escueta charla, el murciano diseccionó algún detalle más de su conversación con el Rey Felipe VI. «Casi», dijo al ser preguntado si ya son amigos. «La verdad es que es increíble que esté aquí. Pude hablar un poco con él y lo cierto es que estuve más nervioso con él que en la final».
Sin tiempo para mucho más, Alcaraz recibió la réplica del trofeo que se podrá llevar a casa, pero no se lo llevó Carlos Alcaraz, sino Jaime Alcaraz, su hermano de diez años que fue al que la chica de la organización dio la caja que contenía la réplica. Mientras Alcaraz apuraba sus últimos segundos en la fiesta, todos los asistentes hacían cola para hacerse una foto con él. Desde el campeón en dobles Neal Skupski hasta el ganador de silla de ruedas, Tokito Oda, pasando por otros antiguos campeones, hijos de jugadores, etc.
La velada fue rápida, pero intensa, y sirvió para que Alcaraz demostrara una vez más lo atento que es. Pese a que le apremiaban para irse, no dejaba a nadie sin su foto y se marchó con una sonrisa de campeón. De campeón de Wimbledon.