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José María Rotellar es profesor de la universidad Francisco de Vitoria

José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria

Diez economistas examinan España (VIII)

José María Rotellar: «Rajoy aplicó la reforma laboral más ambiciosa que ha habido en España, aunque era mejorable»

El profesor sostiene, además, que Aznar puso en marcha la mayor revolución económica que se ha conocido en nuestro país en décadas

José María Rotellar es uno de los economistas jóvenes más de moda en los últimos años. Fue directivo de Banco Popular, director general de Economía en la Comunidad de Madrid y viceconsejero de Hacienda y Política Económica en la misma región. En la actualidad es profesor de la universidad Francisco de Vitoria.

–¿Cuál es la mayor virtud de la economía española?

–La formación de nuestros profesionales es muy buena, especialmente en las actividades de servicios de alto valor añadido. También la eficiencia general, muy importante de todo ese sector, donde la actividad turística ha demostrado ser una de las más eficientes que hay en el contexto internacional.

–¿Cuál es su mayor pecado?

–La recurrente baja productividad de la economía. Es fruto de una menor flexibilidad de la que debería haber en el mercado de trabajo y de una Formación Profesional que tendría que mejorar orientada a la empresa.

–¿Qué hicieron bien y mal en economía Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez?

–Con Aznar se produjo la mayor revolución económica que ha tenido España en décadas tras recibir una pésima herencia económica de González: modernizó la economía española, impulsando el sector empresarial a partir de las privatizaciones -con las que, además, incentivó el capitalismo popular en bolsa- y de la eliminación de obstáculos, redujo el gasto, alcanzó la estabilidad presupuestaria, bajó impuestos y, con los ajustes y reformas, consiguió que España entrase de manera destacada en la moneda única. En su debe aparece la marcha atrás en la reforma laboral tras las protestas sindicales.

Zapatero fue un desastre en muchas facetas, especialmente en economía, donde, tras recibir la mejor herencia económica de la historia, dejó un déficit abultado (entre tres y cuatro puntos superior al que mencionaba en el traspaso de poderes), subió los impuestos, malgastó el dinero con el plan E, generó un desequilibrio profundo en la estructura económica y ocultó la realidad de lo que estaba pasando en la economía. En el aspecto positivo, aunque fuese por obligación, ajustó algo el gasto en mayo de 2010, pero sin acometer reformas estructurales, ya que en poco tiempo volvió con su política de gasto y desequilibrios.

Rajoy se encontró con una herencia muy complicada -como le sucedió a Aznar-. Sus mayores logros fueron mantener la economía española en pie y orientarla hacia la recuperación, que no es poco, y aplicar la reforma laboral, aunque mejorable, más ambiciosa que ha tenido España. Su mayor error fue no reducir el gasto todo lo que tendría que haberlo reducido y llevar a cabo una importantísima subida de impuestos, que fue nociva para la economía.

Sánchez tuvo una buena herencia, pero su política económica es inexistente, y, en lo que se conoce, equivocada, orientada al gasto público abultado, con la generación de un elevado déficit y de una deuda que ha crecido hasta niveles muy preocupantes, con el horizonte de una subida de impuestos muy agresiva. Su gestión no da seguridad, sino que genera incertidumbre, que es lo peor que puede tener la economía, además de las falsas expectativas que provoca, como sucede con su empecinamiento en mantener una estimación de crecimiento excesivamente optimista. Constituye un desastre para la economía.

–¿Tiene arreglo lo del recibo de la luz o todas las soluciones que se indican pecan de populismo?

–Tiene arreglo, pero es un arreglo pensando en el medio y largo plazo, que es como hay que realizar las reformas. La base de esa solución se encuentra en apostar decididamente por la energía nuclear, que es limpia, barata y que España podría producir abundantemente si abandonase la cerrazón actual a la misma. Se necesita un tiempo largo para la construcción de muchas más centrales, pero cuanto antes se empiece, antes se solucionará el problema. Paralelamente hay que eliminar o rebajar mucho coste regulatorio, subvención improductiva e impuestos, que son los responsables de cerca del 55 % del coste de la factura.

–¿Por qué, década tras década, España tiene tan anómala tasa de paro, que no se corresponde con lo que se ve en las calles?

–Hay una parte importante que es real y que tiene que ver con un problema histórico de nuestra economía, antes mencionado, que es la productividad. Somos poco productivos y eso hace que, cuando crecemos, generemos más empleo que el resto de países de la UE, y que cuando caemos, destruyamos más puestos de trabajo que el resto.

Ahora bien: hay una divergencia importante entre el dato y la realidad debido a la enorme economía sumergida que tenemos, del entorno del 20 %, que se incrementa en las crisis, que hay que erradicar, pero que muchas veces el sector público incentiva indirectamente con las subidas de impuestos y los sistemas de subvenciones sin excesivo control.

–¿Quién es el economista español que más admira y por qué?

–Don Pedro Schwartz, mi Maestro. Es un economista completo, con sólida formación y firmes principios, que ha defendido siempre el liberalismo clásico, incluso cuando en España prácticamente sólo lo defendía él. Su aportación a la economía nacional e internacional es muy relevante, y sus conocimientos y dominio de la economía, amplísimos.

–¿Cuándo estima que España empezará a dejar atrás con fuerza las heridas del covid?

–España ha visto cómo su economía rebotaba ahora, más por efecto estadístico, aunque hemos comprobado, con la revisión del INE, que ha sido menos intenso de lo anunciado e incluso esperado. El problema es que no se están realizando reformas para que esa recuperación del corto plazo pueda transformarse en un aumento del crecimiento potencial de la economía; es decir, que mejore nuestra estructura económica para poder mantener un crecimiento importante en el medio y largo plazo, de manera estructural.

Deben realizarse reformas para ello, disminuir el gasto, no subir impuestos, eliminar trabas y volver, una vez vacunados como estamos, a una absoluta normalidad, lanzando un mensaje de tranquilidad a la población, que permita que la actividad económica se impulse. Debido a que el Gobierno no adoptó medidas tempranas en enero de 2020, como podría haber sido el cierre de fronteras con China, no se frenó la expansión del virus, se gestionó todo después pésimamente, y el terrible número de fallecidos hace que el miedo permanezca latente en nuestra sociedad. Hay que terminar de vacunar a toda la población y hay que lanzar ese mensaje de confianza.

–La inflación ha vuelto, ¿debemos asustarnos?

–Los bancos centrales insisten en que estiman que se trata de un fenómeno pasajero, pero corremos el riesgo de que se consolide también en el medio plazo. Por tanto, no se puede bajar la guardia. A mi juicio, el mayor riesgo que corremos es que, por considerarlo algo pasajero y del corto plazo, se aplace la decisión de ir retornando, poco a poco, a políticas monetarias ortodoxas, con prudencia, para no provocar un colapso en la economía, pero con determinación para volver a una situación monetaria más racional. De ese modo, si nos olvidamos de que la inflación puede llegar a consolidarse, se estará incentivando precisamente esa consolidación de la misma en el medio y largo plazo, con todos sus efectos negativos, por el abandono completo de toda ortodoxia.

Para evitarlo, necesitamos ortodoxia monetaria, estabilidad presupuestaria –con menos gasto y menos impuestos– y reformas estructurales; es decir, todo lo que ahora, erróneamente, no se aplica por motivos políticos.

–¿Somos buenos trabajadores los españoles?

–Sí, sin duda. En los meses de encierro en casa se demostró que el rendimiento de los profesionales y trabajadores ha sido alto. Ahora bien, tenemos que lograr, con una mayor formación y capacitación, mejorar nuestra productividad, que es, como he mencionado antes, excesivamente baja.

–¿Qué opina de que una vicepresidenta del Gobierno de España use el adjetivo «beneficios groseros» para referirse a los beneficios empresariales?

–Cuando una empresa tiene beneficios no hace más que cumplir con su principal objetivo, para lo que fue constituida, que es la maximización de beneficios, para poder proseguir, así, con su función en cuanto a generadora de riqueza, actividad económica y empleo, no sólo para esa empresa, sino para toda la sociedad. No hay beneficios groseros. Me temo que ha sido un comentario sumamente desacertado de la vicepresidenta, envuelto de populismo y demagogia, que no hace ningún bien a la economía, vía inversiones. Además, si el Gobierno piensa que son groseros debería renunciar a la parte que se lleva y recauda de los mismos vía impuesto de sociedades.

Ojalá hubiese muchas más empresas con beneficios muchos mayores, porque eso significaría que la prosperidad de la economía y de todos sus agentes económicos, de todos sus integrantes, sería mucho mayor.

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