El drama de Siemens Gamesa en España: 4.000 millones de pérdidas y 5.000 empleos en peligro
La española fue adquirida por Siemens en 2017 y se convirtió en el segundo fabricante eólico mundial, pero sus cifras económicas van cada vez peor
Los 5.000 empleados que Siemens Gamesa tiene en España podrían estar en peligro de perder sus puestos de trabajo, según anunciaron los sindicatos Comisiones Obreras (CCOO) y UGT hace unos días.
El delegado de CCOO en la planta de Sarriguren, en Navarra, señalaba que la situación preocupante afecta a todo el sector en Europa. No es exclusiva, por tanto, de Siemens Gamesa, «pero el país más afectado sería España, al estar más amenazada la parte de las turbinas, cuyo centro de ingeniería y diseño principal está en la Comunidad Foral».
Siemens Gamesa tiene actualmente 1.800 empleados en Navarra y un volumen alto de proveedores locales. «La situación en Navarra se presenta muy complicada», ha dicho el delegado de CCOO, Manuel San Juan.
Sobre el cierre total de la planta de Sarriguren, el secretario general de UGT-Fica en Navarra, Lorenzo Ríos, ha asegurado que no lo contemplan, ni tienen «ninguna información que avale esa especulación». Ha reconocido no disponer de «ninguna información sobre el futuro de la compañía».
Las previsiones que CCOO maneja sobre los resultados económicos ponen en una situación de incertidumbre los más de 5.000 empleos que la compañía tiene en España. Según sus cálculos, «la empresa podría cerrar con más de 4.000 millones de euros en pérdidas este curso, lo que puede poner contra las cuerdas la viabilidad económica del proyecto», según la responsable de Política Industrial y Política Sindical de la Federación de CCOO de Industria de Navarra, Eva Ciaurriz.
Una joya a inicios de los 2000, una ruina en 2023
El gran problema de Gamesa es que su negocio se ha ido a pique. La empresa era una joya en las dos primeras décadas de los años 2000 por su capacidad de innovación, de poner en el mercado sus famosas turbinas (también conocidas como molinillos) para propiciar el despegue de la producción de energía eólica. En el primer semestre de 2016 batía su récord de ingresos (2.192 millones) y beneficios (138 millones) con incrementos notorios en sus ventas de aerogeneradores en India, Iberoamérica, Europa y Estados Unidos, pero el mercado fue decayendo. La fotovoltaica le ha adelantado por la derecha, y desde hace unos años las eléctricas la prefieren por motivos evidentes.
Como explica el analista Ángel Pérez Llamazares, de Renta 4, el coste de instalar una planta fotovoltaica ha bajado drásticamente y ya es mucho menor que el de la eólica: la primera supone una inversión de 650.000 euros por megavatio instalado mientras que la eólica asciende a 1,1 millones de euros.
La capacidad de producir energía, conocida en el negocio como factor de carga, sin embargo es mayor en el caso de la eólica. Mientras que una central nuclear produce energía constantemente (su factor de carga es del 100 %) cuando está en funcionamiento, la eólica está entre el 35-40 % (cuando luce el sol) y la fotovoltaica se queda en el 22-27 % (cuando sopla el viento).
A estas cuestiones hay que añadir que los costes fijos de la eólica son mucho más elevados. Instalar paneles fotovoltaicos es infinitamente más barato (más aún desde el dominio chino en su producción) que adquirir unas turbinas como las de la eólica flotante (molinos en el mar), que costaban entre 3 y 4 millones de euros por megavatio producido (cada turbina produce quince megavatios). Hasta ahora los interesados en comprar este tipo de energía llegaban a un acuerdo con la administración para sus PPA (Power Purchase Agreement, acuerdo de compra de energía) que tuviera un coste de financiación y una tasa interna de retorno (TIR) asequible para ellos (un 1 % y un 10 % respectivamente, por ejemplo), pero los dos se han disparado por el crecimiento de los costes de las materias primas con los que se fabrican las turbinas (acero, cobre, aluminio), los del transporte y, como consecuencia, los de financiación.
Siemens Gamesa es líder en eólica offshore, pero no en flotante, que tiene en fase precomercial. Una pena, porque es la más rentable al estar subvencionada y no tener competencia. La terrestre es una ruina desde hace tiempo. «Mis últimos datos son que con la flotante se obtenía entre un 8 % y un 10 % de rentabilidad, que tras la crisis de las materias primas bajó al 5 %. Con la terrestre Gamesa tenía unas pérdidas del 30-40 %», explica Pérez Llamazares.
A estos problemas había que añadir la complejidad en la producción de las turbinas de la eólica flotante: tienen 200 metros de altura, como las cuatro torres de Madrid, y no pueden producirse en ciudades para luego transportarlas. Aunque las piezas se fabriquen en otro sitio, han de ensamblarse en el puerto, que ha de contar con barcos que puedan llevarla hasta el lugar oportuno para situarla.
La gran contradicción para Siemens Gamesa es que, a pesar de todos estos costes y complejidades, una vez producidas, hay países como India que no se las compran: una ruina.
¿Cómo arreglarlo?
La empresa ha declinado hacer comentarios. Para dar explicaciones se remite a la presentación de resultados que hará a mitad de noviembre y a la de su nuevo plan estratégico, que será el 21 del mismo mes.
Pérez Llamazares solo ve como posible solución que los Estados donde se encuentra Siemens Gamesa promuevan un mix energético diversificado que permita a la compañía tener unos precios más elevados.
El otro posible final son los despidos masivos sobre los que advierten los sindicatos. Sobre el plan estratégico, Pérez Llamazares no tiene muchas esperanzas tras haber seguido a la compañía en Bolsa durante muchos años, hasta que dejó de cotizar. «Siempre generaron mucho ruido y pocas nueces. Recuerdo cuando los brokers internacionales valoraban su acción a 40 euros y nosotros a 15, después de ver los números, el mercado. Finalmente bajó a 13».
Como explica muy bien Fernando Vivas, experto del sector, el problema principal de la industria eólica europea es que hay países que han empezado a aplicar medidas proteccionistas (Brasil, EE.UU., etc.), mientras que en Europa se ha reducido el ritmo de instalación, sobre todo por la dificultad y los tiempos necesarios para obtener permisos.
«En España tenemos casi 20.000 megavatios (MW) con permiso de acceso a red y permisos ambientales, pero hay riesgo de que no se puedan instalar porque una ley obliga a que todos esos proyectos se pongan en marcha antes del 25/06/2025... o tengan que empezar de nuevo su tramitación. Si el Gobierno establece una solución legal (sin que cueste ni 1 euro al erario público) que permita instalar 3.000 MW/año, las fábricas españolas de Vestas, Siemens Gamesa, Nordex o General Electric van a tener asegurada su carga de trabajo», indica.