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José María Rotellar

La colonización sanchista de las instituciones económicas y el fin de su independencia

Disminuye la calidad democrática y hace menos fiables a las instituciones que va ocupando para poner a su servicio. Lamentable, peligroso y muy triste.

Actualizada 04:30

Sánchez trata de completar su control de todas las instituciones y poderes, que sirven como contrapeso al Ejecutivo, para controlar absolutamente todo y poder seguir gobernando en tan precaria minoría fruto de que su opción fue derrotada en las urnas y de que es mantenido en una subasta permanente, pues sus socios le tienen tomada la medida, que no es otra que la de su puesto en el banco azul, por el que hará todo lo que tenga que hacer para tratar de agarrarse a él un poco más.

Y el control de las instituciones son parte necesaria de su plan para intentar no salir de La Moncloa: el Congreso lo tiene atado con su subasta hacia los integrantes de Frankenstein; al Senado, que no controla, le quitan competencias, como en su veto a la senda de estabilidad; el Tribunal Constitucional está copado por un presidente que ya sabemos que «no le importaría mancharse la toga con el polvo del camino», de manera que ahora es muy previsible cualquier decisión que surja de dicho tribunal, convertido en lo que no es, un tribunal de casación, revisando fallos judiciales como los ERE, a la medida de los intereses del Gobierno, qué coincidencia. Ahora, ya hay una presidenta del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, que si bien no es ninguna de las candidatas defendidas por Bolaños y Pumpido, pertenece a la sección minoritaria de los jueces, escorada hacia la izquierda, con lo que hay que estar prevenidos para lo peor.

Dentro de ese control de las instituciones, no podían faltar las instituciones sociológicas y económicas

Y dentro de ese control de las instituciones, no podían faltar las instituciones sociológicas y económicas, esenciales para influir en el sentimiento y la actividad económicos desde el profuso intervencionismo del Gobierno. El CIS, presidido por Tezanos, fue el primero. La sociología toca, en muchos puntos, a la ciencia económica y, desde luego, con sus encuestas, según cómo pregunte, con qué sesgo y cómo las tabule, puede orientarlas hacia un resultado que bendiga la política económica del Gobierno.

Después, el Ejecutivo, por boca de Calviño, comenzó a decir que el INE no medía bien ni la actividad económica ni el IPC, en unos momentos en los que el PIB daba muestras de debilidad en su crecimiento y en el que los precios comenzaban a dispararse, superando los dos dígitos en tasa interanual. Llegaron a decir que tenía que revisar sus modelos econométricos, sus modelos de estimación. Combatieron las cifras del INE con una mayor asiduidad de las publicaciones dependientes del propio Ministerio de Economía, en sus indicadores sintéticos. Pusieron en entredicho la labor del entonces presidente del INE, Juan Manuel Rodríguez Poo, un técnico con ideología posiblemente de izquierdas, pero profesional y riguroso, como lo fue durante muchos años al frente del Instituto de Estadística de Cantabria, un Catedrático de Estadística de la Universidad de Cantabria serio, al que conocí siendo yo director general del Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid.

Al final, los ataques a la institución hicieron que Rodríguez Poo renunciase, pero habiendo sido claramente empujado por el Gobierno. Después de ello, el INE, con gran prestigio desde su embrión en tiempos de Isabel II, incrementado a lo largo de la segunda mitad del S. XX y de lo que llevamos del XXI, comenzó a girar en sus estimaciones. Las revisiones del PIB fueron más constantes y más profundas que nunca; no es que no sean normales las revisiones hasta que se asienta un dato, pero tan profundas y tan constantes, jamás lo fueron.

El PIB ha pasado a crecer de manera importante, retocado hacia arriba en cada revisión, con algunas composiciones en su crecimiento curiosas, como los raros incrementos de algún trimestre de la Variación de Existencias, que completan la rúbrica superior de la Formación Bruta de Capital; y el IPC sufrió un cambio metodológico impulsado por Eurostat, nada que objetar, pero coincidentemente empezó a moverse en el sentido que el Gobierno había indicado. Quiero mantener mi confianza en el INE, institución a la que tengo cariño, y que su rigor e independencia me parecen esenciales en un país, sociedad y economía serios, pero con los antecedentes del Gobierno en otras instituciones y con las manifestaciones del Ejecutivo acerca de que el INE estimaba mal, el hecho de forzar la destitución del anterior presidente del INE y de que justo, con ese cambio, se moviesen radicalmente dichas estimaciones en el sentido que quería el Gobierno cabe preguntarse, invocando dos términos estadísticos, si es casualidad o causalidad. Ojalá que fuese lo primero, pero con este Gobierno nada se puede descartar, lo que es una inmensa tristeza.

Entre medias, introdujo la obligación legal de acabar con casi todos los contratos temporales convirtiéndolos artificialmente en fijos-discontinuos, que dejan de computar como parados cuando cesan su actividad, sin publicar el dato de las personas que se encuentran en esta circunstancia, acabando con la posibilidad de comparar la serie histórica y haciendo que los datos de paro registrado pasen a ser casi papel mojado desde el punto de vista de la fiabilidad a la hora de reflejar la realidad del mercado laboral.

Tras la seriedad de Pablo Hernández de Cos, que incrementó el enorme prestigio del Banco de España, Sánchez tenía que ocuparlo con un peón para garantizarse la sumisión del antiguo banco central nacional

Y, ahora, tocaba el Banco de España. Tras la seriedad de Pablo Hernández de Cos, que incrementó el enorme prestigio del Banco de España, Sánchez tenía que ocuparlo con un peón para garantizarse la sumisión del antiguo banco central nacional. Es sabido, porque lo han criticado en público, que al Gobierno no le gustaban los análisis que hacía el anterior Gobernador o el Servicio de Estudios, muy prestigioso. Eso tenía que solucionarlo, y qué mejor que proponer a una persona como Escrivá, al que no le falta capacitación técnica ni preparación para el puesto, vaya eso por delante, pero que su labor como ministro le invalida para el cargo, primero, por ser un ministro en ejercicio; segundo, por haberse convertido en una marioneta de Sánchez, pasando de ser un técnico a un político populista; tercero, y en línea con lo anterior, por haber sido cómplice e impulsor de algunas de las reformas más dañinas de Sánchez, como la de la Seguridad Social, que dispara el gasto, lo fía todo a un incremento perpetuo de cotizaciones a la Seguridad Social, que solo asfixiará más a las empresas y trabajadores y provocará cese de actividad económica y disminución del empleo; o su proyecto de reforma de la función pública, que contenía algunos puntos que podían poner en riesgo la independencia de los funcionarios, politizando algunos puestos. La independencia de un banco central es sagrada y con Escrivá todo apunta a que puede perderse. ¿Qué sucederá con el Servicio de Estudios? ¿Y con la independencia de la institución? Podemos temernos lo peor. Afortunadamente, no tiene competencias directas —salvo su voto en el BCE— para imprimir dinero, porque, si no, Sánchez monetizaba la deuda pública a golpe de emisiones monetarias y nos llevaba a la hiperinflación. Eso ya no está en sus manos, gracias a Dios.

Con esta toma de control del Banco de España, Sánchez termina de colonizar las instituciones económicas, disminuyendo, así, la calidad democrática, al apostar por una política iliberal, que hace, desgraciadamente, menos fiables a las instituciones que va ocupando para poner a su servicio. Lamentable, peligroso y muy triste.

José María Rotellar es profesor de Economía. Director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria

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