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Fernando Rayón
Fernando Rayón

El fin del impuestazo a la banca echa por tierra el plan fiscal que el Gobierno presentó en Bruselas

Cuerpo está intentando lo imposible: que en Bruselas nos aprueben un nuevo plan fiscal a la vista de que el que mandaron hace unos días a la Comisión ya es papel mojado

Actualizada 04:30

Carlos Cuerpo y José Luis Escrivá, en una rueda de prensa del Consejo de Ministros

Carlos Cuerpo y José Luis Escrivá, en una rueda de prensa del Consejo de Ministros.EFE

No han pasado ni dos días y el impuesto a los bancos y eléctricas se ha ido al traste. Y la razón no es otra que la falta de apoyo de Junts a la que finalmente no tuvo más remedio que sumarse el PNV. ¡Vaya papelón el de los vascos! Pero la retirada del impuestazo deja algunas otras víctimas en el camino. Y la primera no es otra que Carlos Cuerpo, ministro de Economía y Empresas. La venganza de José Luis Escrivá Belmonte se la ha tomado pronto. Muy pronto.

Y es que no gustó nada al exministro y hoy Gobernador del Banco de España el intento de Cuerpo de cargarse a Judith Arnal por el simple hecho de que necesitaba el puesto de la consejera para otra persona. Escrivá, que llegó al Banco reclamando independencia del organismo regulador, vio como a las primeras de cambio aquel discurso de su toma de posesión quedaba en agua de borrajas. Sus viejas rencillas con Cuerpo, cuando trabajaban ambos en AIReF, se vieron confirmadas «en la mierda de comparecencia» —son palabras del entorno de Escrivá— en la que Cuerpo propuso su nombramiento al Congreso: «Despachó el asunto en dos palabras y ni siquiera aludió al paso de Escrivá por el Ministerio de Seguridad Social. Fue tremendo».

El enfrentamiento Cuerpo & Escrivá promete nuevos capítulos de culebrón ahora que el Gobierno entra en descomposición

Por eso, en la primera entrevista que dio el Gobernador en Expansión, se la devolvió a su amigo: «El impuesto a la banca no es neutral y hay que cambiarlo». Eso al día siguiente de que Cuerpo lo defendiera como un impuesto absolutamente necesario para España. Alguien podría pensar que este juego de poli bueno, poli malo al que aludo de vez en cuando rige también para el binomio Cuerpo & Escrivá, pero les aseguro que, como en otras áreas del Gobierno, en este caso el enfrentamiento no solo viene de lejos, sino que promete nuevos capítulos de culebrón ahora que el Gobierno entra en descomposición.

Siempre nos quedará la duda sobre la identidad del consejero que pretendía colocar Pedro Sánchez en el Banco de España, pero ahora que Televisión Española y hasta la Academia de Roma se deciden por dedazo, seguro que encuentran hueco en ellos para los amigos antes de que llegue el fin de la legislatura. ¡Pedro, colócanos a todos!

Pero lo del impuesto a la banca no es solo una escaramuza entre ministros que se llevan mal. Los 2.800 millones que se pretendían recaudar con él suponían la parte mollar de los 4.500 millones de ingresos del Gobierno en 2025 para cumplir con Bruselas. Y ahora que la mayoría parlamentaria no apoya esta conversión de los impuestos a energéticas y banca en permanentes, hay que pensar de urgencia otra solución. Todo para cumplir con el objetivo de déficit del 2,5 % que ha fijado Bruselas.

Nada vendría mejor que reducir el enorme gasto del Estado. Solo con hacer desaparecer los cinco ministerios de Sumar, la cosa empezaría a arreglarse

La cosa no es fácil. Y Cuerpo, que se dedicaba a la cosa de reducir déficit cuando vivía feliz en Moncloa, está ahora intentando lo imposible: que en Bruselas nos aprueben un nuevo plan fiscal a la vista de que el que mandaron hace unos días a la Comisión ya es papel mojado. Lo curioso de esta nueva propuesta es que pasa por lo mismo: por trincar dinero de donde se pueda —ya les avisé de lo que venía— no contempla en ningún caso —y eso sí que vendría bien a España— una reducción del gasto de la Administración estatal. Y lo digo porque, ahora que los Presupuestos parecen evaporarse, nada vendría mejor que reducir el enorme gasto del Estado. Solo con hacer desaparecer los cinco ministerios de Sumar, que cada vez valen para menos, incluso políticamente, la cosa empezaría a arreglarse. Pero los tiros no van por ahí.

Los expertos del Gobierno entienden la ortodoxia presupuestaria de una manera muy diferente. E incluso estarían dispuestos a aumentar el gasto si no fuera porque el cumplimiento de déficit y el plan fiscal son condiciones sine qua non para poder recibir los 7.200 millones de los Fondos de Recuperación de la Unión antes de fin de año. Por eso Cuerpo intenta lo imposible: que Europa rebaje sus pretensiones con España. Pero después del fracaso de la reforma fiscal, en Europa nos vuelven a mirar mal. Con una diferencia. Esta vez no somos el único patito feo de la manada. Hay varios países más que incumplen los objetivos de déficit y en Europa se han puesto inflexibles.

Es decir, que el problema ya no es solo no tener y no cumplir con los Presupuestos, sino las conclusiones que ese incumplimiento acarrea en los mercados. Ya no se puede echar la culpa al precio de la electricidad, a las guerras, a la inflación ni a los elevados tipos de interés. Eso ya lo argumentó mientras pudo Sánchez y sus ministros a coro. Ahora toca hacer políticas económicas en serio.

Antonio Garamendi, presidente de la CEOE que se las ve venir, ya habla de lo que una subida de impuestos a la carta está provocando: un traslado de proyectos a otros países. Y recuerda además que los continuos cambios legales y regulatorios obligarán a las empresas a tomar decisiones en relación con esa inseguridad jurídica. Los recientes datos de paro van en línea con estos temores empresariales. Inseguridad legal y fiscal que provoca inseguridad económica y que no responde a otra cosa que a permanente zozobra parlamentaria.

Y si a eso le ponemos la guinda de la corrupción que rodea al Gobierno, ¿cómo podemos pedir a los mercados internacionales que tengan confianza en España para invertir? Y esto no lo tapan ni con veinte Errejones.

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