La semana económica
Las empresas españolas, inquietas ante la era Trump: Sánchez es una rémora, algún otro político también, y el PP no tiene contactos
Las compañías de nuestro país se juegan una parte importante de su negocio en Estados Unidos
En una videoconferencia organizada por uno de los laboratorios de ideas liberales más importantes de Washington antes de las elecciones, uno de los tres responsables de política internacional de Donald Trump lo dejaba meridianamente claro a los asistentes: España no tendría nada que hacer si ganaba el presidente republicano.
El responsable lo explicaba de manera tan sencilla como directa: el nuevo presidente de los Estados Unidos solo distingue entre países amigos y enemigos, y señalaba que el nuestro está en el segundo bloque por varios motivos. El primero es el soporte dado por el Gobierno de Sánchez a la causa palestina frente a Israel, algo que supone un ataque frontal a la estrategia norteamericana clásica de un apoyo a Israel incondicional y sin fisuras, que se acentúa en el caso de Trump. A ello se une el soporte a Hamás y Hezbolá en el conflicto entre Israel y el enemigo mortal de Estados Unidos en la región: Irán.
El apoyo de Sánchez a Palestina, a los países latinos con gobiernos de izquierdas y a eliminar aranceles a China ha puesto a Trump aún más en contra
El segundo motivo, indicaba el representante de Trump, ha sido el viaje de Pedro Sánchez a China y sus declaraciones posteriores a favor de levantar las barreras arancelarias a los coches eléctricos y a las inversiones chinas en la Unión Europea, algo para lo que Sánchez presentaba a España como posible intermediario, y la sospecha de que nuestro país quiere atraer inversiones del país asiático, una cuestión que Estados Unidos considera inaceptable.
El tercer motivo es el apoyo o connivencia del Gobierno español con regímenes que consideran de izquierdas y antiamericanos en Iberoamérica, que además están apoyados por China, Rusia e Irán. Los estrategas de Trump consideran esta alianza una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos.
Estos factores están muy interiorizados en el entorno intelectual y operativo que rodea a Trump, según fuentes que los conocen bien, y lo que es peor, tienen difícil solución. El Gobierno de Sánchez es un enemigo para Trump y no tiene ningún contacto con él, pero el PP tampoco, según detallan fuentes conocedoras. Vox tiene alguno.
Para más INRI, y como colofón a todo este panorama preocupante, esta semana ha ocurrido algo inesperado y sorprendente, tanto en España como en Estados Unidos. La Fundación FAES, presidida por el expresidente José María Aznar, amigo del expresidente republicano George Bush, decía que «no es buena noticia, ni para España ni para la Unión Europea en su conjunto, ni tampoco para la OTAN, el éxito del discurso que Trump encarna: un populismo adobado de planteamientos proteccionistas, aislacionistas, y de actitudes intemperantes que en su momento llegaron al abierto desafío institucional alentando ni más ni menos que un asalto al Capitolio». Añadía que el candidato republicano «también encarna una falta de decoro muy de moda en todas las latitudes», en virtud de la cual «lo que se dice, según ese patrón, suele tener poco que ver con lo que luego se hace, y menos todavía con lo que se piensa, en el caso de que se piense algo». Por ello, reconocen, «es tan difícil hacer pronósticos sobre el curso de acción de demagogos impredecibles» como Trump.
Las declaraciones contrarias a la victoria de Trump por parte de FAES, que preside Aznar, han sentado muy mal en la principal fundación conservadora americana, Heritage, que va a responder con un duro comunicado
La declaración puede haber sorprendido más o menos en España, pero ha levantado una auténtica polvareda en la fundación más conservadora y ligada al Partido Republicano de Estados Unidos: Heritage. Previsiblemente, la semana que viene lanzará a los miembros del partido un comunicado muy duro en apoyo de Trump y en contra de las declaraciones de FAES. La influencia de los informes de think tanks como Heritage entre los políticos estadounidenses es muy alta. Si Aznar era un posible vínculo, parece que se desvanece tras estas declaraciones.
Con este escenario, no es de extrañar que estén inquietas las más de 10.000 empresas que exportan servicios a Estados Unidos, y todas las que tienen presencia allí.
Pensando en las más grandes, Iberdrola apunta a ser una de las más afectadas. Además de los problemas reputacionales asociados al caso Villarejo que tuvo en Nuevo México y que podrían extenderse a más Estados, Trump ha incidido en que dejará a un lado las energías renovables (especialidad de la empresa española) para centrarse en los recursos energéticos que puedan producirse en Estados Unidos, como el shale gas, el shale oil o incluso el carbón, y tratará de que todas compitan para que la energía sea más barata, una de las grandes demandas de los votantes. La retirada de las renovables afectaría menos a Repsol, más enfocada en los combustibles fósiles.
En cuanto a Indra, en principio se verá favorecida fuera de Estados Unidos por el aumento del gasto en Defensa que impondrá Trump, pero tendrá más difícil crecer en el país americano. El Estado (ahora representado por el Gobierno de Sánchez) es el accionista principal de Indra, y el Gobierno de Trump lo sabe. «Ahora parece impensable el acceso de inversiones españolas a mercados o sectores con alguna relevancia estratégica. No creo que Indra tenga alguna opción de ganar los concursos que se van a abrir en el mercado de control aéreo, que era uno de sus objetivos para 2025», señala una fuente.
Las empresas españolas ya muy consolidadas en Estados Unidos, como ACS, no tendrán ningún problema (se les ve como americanas), pero los concursos que vayan a llevarse a cabo en el país en diversos terrenos, por ejemplo en la modernización de infraestructuras (ferroviaria, de carreteras...), recaerán en los afines ideológicamente a Trump y con los que conecte su visión empresarial. Por poner algunos ejemplos, Trump conecta bien con Macron, con Meloni, y nada con Sánchez, cuyo Gobierno ni siquiera ha hecho ningún esfuerzo para acercarse. Reino Unido, Alemania o Francia se reunieron antes de las elecciones con alguna de las 17 personas que formaban parte del equipo de transición de Trump hacia el Gobierno. Entre otros estuvieron con Chris Miller, el último secretario de Estado de Defensa de Trump en su anterior legislatura. Víctor González, ex responsable económico de Vox, ofreció al Gobierno traer a Miller a España, pero no quisieron.
El Gobierno no ha puesto ningún interés en contactar y conocer a alguno de los miembros de este equipo de transición, o a alguien de los dos think tanks conservadores de los que seguramente saldrá el 80 % del personal de la nueva administración Trump (Heritage y America First Policy Institute), o a la que muy probablemente será la responsable de Energía de Trump, Diana Furchtgott-Roth, algo clave para empresas como Iberdrola o Acciona con intereses en el país. No han hecho nada para preparar el terreno, seguramente porque pensaban que iba a ganar Kamala Harris, y eso puede pasarnos factura. Mientras tanto, otros países sí lo están haciendo y muy bien: por ejemplo, Marruecos.