La nuclear Enusa, el 30 % del PIB de Salamanca, se prepara para ocupar el hueco de Rusia en el Este de Europa

En Juzbado, Salamanca, en lo que podría ser otra localidad de la denominada España vacía, la empresa pública Enusa gestiona una de las fábricas más punteras del país. Las instalaciones, con casi 400 empleados, surten de combustible a seis de los siete reactores españoles, y también a instalaciones en Francia, Finlandia, Bélgica o Suiza. Su actividad supone cerca del 30 % del PIB de la provincia, rivalizando en importancia con el de la Universidad.

«Una de nuestras grandes características es la versatilidad, precisamente por cómo se constituyó el parque nuclear español», cuenta el director de la instalación Pablo Vega. En la construcción de las plantas españolas participaron diferentes compañías, como General Electric o Westinghouse.

De ahí que, en nuestro país, convivan centrales de BWR (Boiling Water Reactor, es decir, agua en ebullición), caso de la valenciana Cofrentes, con las de agua a presión (PWR), cuyo combustible es distinto. Esto otorga una ventaja competitiva para la instalación española, una de las cuatro que existen en Europa.

Ante el cierre nuclear en España, previsto para producirse de manera escalonada entre 2027 y 2035, Enusa –acrónimo de Empresa Nacional del Uranio, SA– busca nuevas oportunidades. Una de ellas es participar en el desmantelamiento de las plantas, algo en lo que ya se está formando, con algunos contratos menores en Zorita y Garoña. Pero otra, en la que más confía, es en incrementar su presencia internacional.

«La industria nuclear española cada vez está más internacionalizada. Enusa está penetrando en países difíciles de imaginar, como Francia, que tiene su propia y potente industria nuclear», valora Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear. La factoría «fabrica con un nivel de calidad tremendo y un montaje milimétrico».

Enusa apunta a Polonia, país que ultima un potente programa nuclear, a Oriente Medio, que también está apostando por esta tecnología, y también a los países cuyas centrales estaban en la órbita rusa y han buscado desvincularse a raíz de la invasión de Ucrania. En esta línea, la compañía ultima la puesta en marcha de una nueva línea de combustible de tipo VVER 440, el que utilizaban este tipo de centrales, de las cuales hay 16 en Europa.

«Ya ofrecimos este combustible entre 2001 y 2007, pero se dejó de suministrar porque el ruso era imbatible en precio», apunta Vega. «Ahora la situación es muy distinta, pero ha habido que hacer una inversión en evolucionar el diseño y conseguir nuevas licencias», explica. El proyecto, añade, ha contado con financiación de la Unión Europea, que considera la energía nuclear como de cero emisiones, del mismo modo que la renovable.

Desde 1985

La instalación de Juzbado fue inaugurada en 1985, y prevista en principio para servir solo a las instalaciones españolas, aunque en la actualidad Francia es su mayor cliente individual. Cuenta con las más modernas medidas de seguridad y equipamiento de diseño propio, que exporta a otros países, como China. Solo en los últimos años ha invertido 45 millones de euros, de ellos 15 en sistemas de seguridad.

Partiendo de polvo de uranio, la instalación produce pastillas que se introducen en tubos de aleación de circonio. Posteriormente se cargan, presurizan y sellan para elaborar barras de combustible. Posteriormente estas son ensambladas para formar los elementos combustibles que se envían a las centrales, cuyo transporte corre a cargo de Etsa, una empresa filial del grupo.

«La inversión es clave, porque no podemos competir en precio, pero sí en calidad», detalla Vega. La instalación producirá este año 250 toneladas, cien menos que en 2021 y la mitad de su capacidad máxima licenciada. Esta, no obstante, podría ampliarse bajo autorización previa del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).