El gran negocio del turrón más allá de la Navidad: ya factura cerca de 500 millones
El 80 % de los españoles confirma consumir este tipo de dulce fuera de su temporada
Nunca vivimos una cena de Nochebuena igual a la anterior. Tampoco nos tomamos las uvas en el mismo sofá ni frente a la misma TV y tampoco con la misma gente. El paso del tiempo, además de madurar, nos obliga a despedirnos de algunos a los que reservamos un cubierto en algún momento. También damos la bienvenida a otros nuevos. Este año, y de manera poco afortunada, ninguno de nosotros se libra de dar la bienvenida a la cena más cara de la última década.
Las cifras que la inflación lleva cosechando durante el actual ejercicio son contundentes, además de alejarnos de la perspectiva de recuperación económica. Los precios han aumentado un 12,3 % respecto a 2023 y la cesta de la compra se ha encarecido un 55 %. No hay duda de que las Navidades implican rascarse los bolsillos y poner en peligro cualquier ahorro que hayamos podido hacer durante el resto del año.
Derivado del contexto y entre toda la oferta que podamos encontrar en el supermercado, se observa cómo los dulces típicos de la temporada de luces estarían adoptando la práctica de la reduflacción: vender menor cantidad de producto a un mayor precio. Este hábito no es ilegal y nos obliga a asumir ya la vulnerabilidad del consumidor frente a Turrones Vicens, entre otros muchos –muy al pesar de los diabéticos que, dado el imparable crecimiento que vive el mercado de los turrones, se verán condenados a buscar el equilibrio entre niveles de azúcar en sangre y presupuesto. Sin duda, lejos de cualquier preocupación en torno al número de viviendas ocupadas, como afirma Tezanos.
Más por menos
Hasta hace dos días, el turrón era un alimento marcado por una importante estacionalidad –y no precisamente porque los diabéticos prefieran consumirlo cuando suben las temperaturas a consecuencia de un aumento de sensibilidad a la insulina–. Lo que ocurre es que las tradiciones conquistan y enquistan con relativa frecuencia. En esta línea, según los últimos datos, el 80 % de los españoles confirman consumir este tipo de dulce fuera de su temporada.
No obstante, la mayor conquista de los turrones conocida hasta el momento han sido las calles del centro de Madrid, fruto de la propia desestacionalización. El producto (duro, blando, de chocolate…) ya alcanza la categoría de gourmet y, como tal, aspira a hacerse un hueco en la gastronomía española y usar el usufructo de las maletas de turistas estadounidenses y británicos, fundamentalmente. Y es que, con un incremento de la demanda y una reducción de la oferta, la trampa ya está hecha. Lo mismo le ocurre al roscón de reyes, pero ese asunto lo dejaremos para otro capítulo. Siendo mi postre favorito, merece el mismo protagonismo que el liderazgo que Pablo Iglesias aún ostenta en la cúpula de Podemos, a pesar de las pocas unidades de éxito que cosechó en las últimas elecciones autonómicas.
El turrón ha conseguido reinventarse, actualizar sus sabores y adaptarse a los nuevos hábitos de consumo con nuevos formatos, llegando a facturar 500 millones anuales. Porque, actualmente, el turrón se sigue haciendo hueco en el estómago de los españoles y durante 365 días.
El impacto de este sector es tal en determinadas regiones a lo largo del país que, si la tendencia al alza en el número de personas diagnosticadas con diabetes se mantiene, no solo supondrá un coste para el Sistema Nacional de Salud (SNS), sino que más de los 2.500 empleos vinculados a la tradición turronera estarían en peligro. No obstante, hay confianza en la Navidad y en el alcance de la marca España –y, además, de forma totalmente justificada por la estrategia de internacionalización ejecutada durante los últimos años que ha conseguido que las exportaciones se aproximen a los 70 millones de euros anuales, tal y como revela la Asociación española del dulce–.
No hay fiestas sin largas sobremesas como, al parecer, tampoco sin turrón; al menos durante un año más.