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los ridículos de la educaciónJosé Víctor orón Semper

Los valores como puerta al subjetivismo

Hay un fenómeno estudiado en psicología que se llama desentendimiento moral, que evidencia cómo las personas podemos sustraernos de la responsabilidad de cualquier acto

Actualizada 04:30

Hay imágenes que se quedan grabadas para siempre. Una de ellas fue cuando en las noticias salió una imagen en la que un grupo de terroristas islámicos vestidos de negro y puestos en fila estaban a punto de matar a un grupo de cristianos vestidos de naranja y arrodillados delante de su verdugo islamista. Si a esos mismos cristianos y verdugos les hubiéramos preguntado cuáles eran sus valores e ideales, es probable que ambos hubieran dicho: religión, patria, trabajo, familia. Resulta que compartirían muchos de los valores e ideales.

La diferencia notable no estaba en sus valores e ideales, sino en el hecho de que unos no querían vivir con los otros.

Muchas veces se recurre a los ideales y a los valores como un punto de referencia que vale la pena tener en cuenta, algo así como una especie de salvaguarda de lo humano. No es extraño escuchar que «hoy en día faltan valores». Y eso se suele sostener desde propuestas llamadas humanistas. A Levinas no le gustaba que le llamaran humanista, pues también Hitler era humanista. También Hitler tenía sus valores e ideal de lo humano.

¿Qué acredita un ideal o un valor? ¿Serán las razones? Seguro que los verdugos también tendrían sus razones. ¿Será la coherencia? Nadie dirá que los verdugos islamistas no eran coherentes. ¿Será el apoyo de los demás? También lo tienen en los suyos. ¿Será tener altas aspiraciones y no ser materialistas? También los terroristas islámicos miran al cielo.

Hay un fenómeno estudiado en psicología que se llama «moral disengagement», desentendimiento moral, que evidencia cómo las personas podemos sustraernos de la responsabilidad de cualquier acto. Por ejemplo, uno roba una bicicleta y se dice «bueno, peor habría sido robar un banco; en el fondo, tengo una buena causa». Jugando con las ideas, todo, pero todo, es justificable. Las ideas son como la plastilina, puedes hacer con ellas lo que quieras. En ese sentido tener ideales y valores no asegura nada. No hay cristiano que no haya oído eso de «amaos los unos a los otros como yo os he amado», pero si eso lo tomamos por un ideal, ya vemos lo que ha pasado en la historia en la que dicho ideal fue compatible con la esclavitud, la tortura o la guerra. Dale cualquier idea al ser humano, por bella que sea, y verás cómo es posible darle la vuelta a la tortilla.

Por eso, los ideales y los valores pueden ser el vehículo perfecto para colar los propios intereses. Si los ideales y valores son el punto de referencia para no caer en un subjetivismo caprichoso, ya vemos que se cae justamente en aquello que se quería evitar. No creo que haya que pedirle a ningún ideal ni valor ser un punto estable al que referirnos para que los humanos nos entendamos. En este sentido, educar en ideales y valores es un soberano ridículo y además un adoctrinamiento.

El punto estable para el ser humano solo es otra persona. El único lugar donde la persona descansa es en otra persona. Por ello, la solidez de la relación es la solidez que uno encuentra en sí mismo. Vale la pena discernir, por ejemplo, ¿buscas ser una supermamá o ser la mamá de tu hijo?

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No estoy diciendo que los ideales y valores sean malos, sino que es malo usarlos como punto de referencia pensando que eso permitirá el encuentro o el crecimiento. Los ideales y valores dan para mucho, pero no para eso.

Imaginemos una persona que a lo largo de su vida tuvo sus éxitos, fracasos, tiempos anodinos, tiempos tormentosos, tiempos en lo que todo iba fácil. Esa persona fue haciendo apuestas en su vida, acumuló mucha experiencia y como fruto del recorrido hecho, expresa en una serie de términos los que han sido los grandes aprendizajes de la vida. Si le pedimos que nos comparta su experiencia, tal vez diga que el esfuerzo, la dedicación, la familia, el perdón y la generosidad han sido grandes aciertos en su vida. En ese sentido, esos ideales o valores son estupendos porque expresan los grandes aprendizajes de la vida de esa persona. En ellos condensa lo bueno de su vida. Otra persona lo formulará de otra forma, tal vez parecida si comparten experiencias similares, tal vez diversa si vivieron en mundos muy distintos.

Pero, en ese caso, los valores son «final de recorrido». Pero cuando en educación los ideales y valores se toman por «inicio del recorrido», es decir, vamos a educar para que la gente valore de una forma determinada, entonces eso es adoctrinamiento en la subjetividad del educador. Mejor que dar valores es enseñar a valorar, y el punto de referencia para aprender a valorar no es ningún valor, sino el rostro de la persona que tenemos delante.

No hay ningún problema en que el educador comparta sus valores. Más aún, es difícil justificar que no se comparta y se cuente los valores e ideales que uno tiene, pues ¿cómo no contar a quien se quiere lo que a uno le ha hecho bien? Pero no se comparten los valores e ideales para que el otro sea un calco de uno. Se comparten valores como quien comparte la vida, y esperando que en ese compartir el otro pueda hacer su camino.

Como siempre, enfrentar a la persona a algo, por muy digno y noble que pueda parecer, es un desprecio a la misma persona. El único reto digno de una persona es otra persona. Si tus ideales y valores no te sirven para acoger al otro, ¿para qué narices los quieres? Acoger al otro no quiere decir buscar el estar a gusto juntos, sino el crecer juntos.

Los ideales pasan a ser problemáticos cuando en lugar de expresar el camino recorrido los ponemos como el horizonte de lo que hay que vivir. ¿Qué hay que vivir sino la acogida del otro? Y eso, ¿qué significa? Si para acoger al otro hace falta ser constante, bienvenida, constancia; si para eso hace falta ser muy flexible, bienvenida, flexibilidad.

¿Por qué no trabajar lo que descubro de mí en la relación con los demás, acompañar en el posicionamiento de esas relaciones y dejar que cada uno vehiculice su experiencia con unos ideales y valores o con otros?

  • José Víctor Orón Semper es director de la Fundación UpToYou Educación

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