Decidir sólo con la verdad puede llevar al error
Uno podría pensar que conociendo la verdad ya conoce todo lo que se necesita y por tanto y, por tanto, puede decidir
Tomar decisiones basándonos solo en la verdad puede parecer lógico, pero ¿qué ocurre cuando ignoramos si esas decisiones son buenas o no para quienes las toman? En el ámbito educativo, esta separación entre verdad y bondad tiene profundas implicaciones que merecen nuestra atención.
No soy yo quien plantea la necesidad de profundizar en ello. Ya santo Tomás de Aquino en su tratado «De Veritate» indica que la verdad se refiere a la esencia y la bondad a la existencia (que incluye la esencia). Así pues, tomar decisiones basándose en la verdad resulta insuficiente para poder decidir. Tratemos de profundizar sobre la implicación educativa de esta diferenciación.
Uno podría pensar que conociendo la verdad ya conoce todo lo que se necesita y por tanto y, por tanto, puede decidir. En tal caso, se ignora que aún le faltan por conocer más cosas y por tanto tomará una decisión parcial que le lleve al ridículo. Creo que todos podemos asentir que interesa primero tener toda la información necesaria para una adecuada toma de decisiones.
La equivocación de tomar decisiones basándose solo en la verdad está en ignorar que la verdad se refiere a la esencia de las cosas. Dicho de forma breve, conocer la esencia es conocer lo que las cosas son en sí y cómo se articulan con el resto de la naturaleza. Pero eso no implica conocer la bondad o la oportunidad de las cosas para una persona concreta. La verdad se refiere a la esencia, mientras que la bondad a la existencia, y en concreto, la bondad para una persona que siempre es concreta. La persona estándar o media es una entidad ficticia, no existe, es un artilugio estadístico. Si cada persona es única, singular, libre y novedad, lo bueno para esa persona también debe serlo igualmente. La verdad es sería como saber que un martillo tiene unas características que le permiten clavar un clavo; la bondad es saber si usar el martillo en un momento dado y forma dada es lo adecuado para resolver el problema. Incluso si lo que toca es resolver o no el problema.
Para no equivocarnos en nuestras decisiones tenemos dos opciones: o ampliamos el concepto de verdad para que incluya la bondad o habiendo conocido la verdad necesitamos conocer además la bondad. La segunda opción parece mejor que la primera, porque así se evita la ambigüedad de igualar verdad y bondad. Parece que mantenerlas separadas nos va a ayudar más a hacernos cargo de la realidad. Pero necesitamos saber que la diferencia entre ambas no deja de tener su artificialidad, pues la realidad es solamente una. Además, si asumimos que este mundo tiene una existencia intencional, temporal y mediática, entonces, no se puede desligar del todo verdad y bondad. Podríamos decir, que para la toma de decisiones interesa que sea: NO POR la verdad, NO SIN la verdad, SI CON la verdad y la bondad.
Una cosa es que al estudiar aprendamos cosas nuevas y otra cosa es que aprender cosas nuevas nos haga bien. Centrarse en la verdad e ignorar la bondad nos lleva a ignorar a la persona y entonces, la verdad se impone como un rodillo que aplasta a la persona. Es verdad que estudiar un año en Inglaterra puede ayudar a aprender inglés, pero eso no significa que eso sea bueno para una persona concreta. Por ello, conocer la verdad es conocer poco para tomar decisiones.
En cambio, la forma usual que existe en la docencia es disociar verdad y bondad y parece que la docencia se centra en la verdad. Con ello se acaba diciendo que lo importante es lo que está fuera de la persona y que la persona tiene que ponerse al servicio de la verdad. Si se afirma que la verdad no está al servicio de la persona, se está afirmando que no existe ningún sentido en esta vida, ninguna finalidad y se está cayendo en un materialismo. Dicho de otra forma, si la verdad cuando es conocida por la persona no despierta un atractivo que encanta, quiere decir que no se está conociendo la verdad.
Cuando la educación enseña la verdad sin considerar la bondad, los estudiantes pueden experimentar desmotivación, deshumanización y falta de sentido en su aprendizaje. Presentar conceptos aislados, como las matemáticas sin conexión con la realidad, puede llevar a que el conocimiento parezca vacío y carente de propósito. Esto desmotiva y deshumaniza al reducir a los alumnos a simples receptores de información, y deja una educación sin sentido, incapaz de inspirar y de despertar interés.
Decir que la verdad no basta para tomar decisiones es afirmar que la vida tiene un sentido y un propósito que no viene del mero hecho de existir, sino de la finalidad de la existencia.
Cuando se enseña de forma separada la verdad y la bondad entonces la ética pasa a ser un adorno. Una cosa es que un empresario puede conocer la verdad del sistema empresarial y todas sus dinámicas y otra cosa es que sea un honrado empresario o un sinvergüenza. Urge una docencia que, si bien no confunda verdad y bondad, no enseñe una sin la otra sino que lo haga de forma simultánea. Es decir, no se trata de aprender verdades y luego ver su bondad, sino descubrir las dos cosas a la vez. Por bondad no nos estamos refiriendo por simple utilidad, sino la bondad para la persona.

Disociar verdad y bondad es lo que hace un padre cuando manda a su hijo a un colegio religioso y le dice: «tu aplícate y estudia matemáticas que allí te las enseñarán bien, pero de su forma de entender la vida olvídate. Cada uno entiende la vida a su manera y eso no tiene que ver con la verdad». Son muchos los ejemplos de una educación que disocia verdad y bondad. Dicha disociación ocurre al enseñar lenguaje al margen de la comunicación; O enseñar historia, al margen de cómo se ha comprendido la persona y la vida en cada momento de la historia y relacionarlo con el presente. O también la hace el profesor de matemáticas, cuando separa el aprendizaje de las matemáticas de quien aprende las matemáticas.
La educación tiene el poder de transformar vidas cuando integra verdad y bondad, formando personas capaces de tomar decisiones éticas y significativas. Necesitamos una enseñanza que no solo informe, sino que inspire; que conecte el conocimiento con el propósito y el aprendizaje con la vida. Hagamos del aula un espacio para dar sentido.
- José Víctor Orón dirige Acompañando el Crecimiento y es el responsable de la Unidad de Educación Médica de la Universidad Francisco de Vitoria