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El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en el Congreso

El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en el CongresoEFE

Daños colaterales

La crisis de Pegasus alcanza de lleno a Bolaños en mitad de su guerra contra Robles

El intento de colocar a la directora de la Inteligencia como cortafuegos para que las llamas del espionaje no llegaran a la Moncloa ha sido en balde. El ministro de la Presidencia, en la picota

Paz Esteban podría estar viviendo sus últimas horas como directora del CNI –una vez que este jueves comparezca en la Comisión de secretos oficiales del Congreso– y, sin embargo, el incendio político continúa.

El intento de colocar a la colaboradora de Margarita Robles como cortafuegos para que las llamas de Pegasus no llegaran a la Moncloa ha sido en balde. Éstas han alcanzado al auténtico factótum de Pedro Sánchez y, en la práctica, su vicepresidente político. Aunque tenga rango de ministro de la Presidencia.

La crisis del espionaje ha provocado quemaduras de gravedad a Félix Bolaños, el arreglatodo del Gobierno. Su imagen de político resolutivo, eficaz, casi infalible se ha roto en pedazos, en medio de una guerra soterrada en el Consejo de Ministros.

Y esta vez no una guerra entre Margarita Robles y Unidas Podemos, que también. Sino entre la ministra de Defensa y el de la Presidencia. En el entorno de Bolaños atribuyen a Defensa las filtraciones que señalan que era él el responsable de la seguridad de Sánchez cuando el móvil del presidente fue hackeado. El ahora ministro era el secretario general de la Presidencia del Gobierno en mayo de 2021, cuando alguien extrajo del teléfono de su jefe 2,6 gigas de no se sabe qué información.

Robles sugirió en el Congreso que la responsabilidad del móvil de Sánchez era de Bolaños y no del CNI

La propia Robles dejó caer este miércoles, poco antes de su comparecencia en la Comisión de Defensa del Congreso, que sería bueno dedicar «un minuto de tiempo» a comprobar de quién depende la seguridad de los dispositivos que emplea el presidente. No hizo falta que fuera más explícita, como sí lo fue para hacer una defensa cerrada de Paz Esteban. «Está aguantando estoicamente imputaciones que no se ciñen a la realidad», lamentó la ministra.

En los diez meses que lleva como ministro, nadie en el Gobierno había osado meterse con Félix Bolaños, ni siquiera –o sobre todo– nadie de Unidas Podemos. Porque todos son conscientes de su poder y su influencia sobre Sánchez. Nadie hasta ahora.

Su operación para contentar al independentismo a costa de comprometer la imagen del CNI y la continuidad de su directora le ha estallado en las manos. Tal es así que, después de dos días de exposición –el lunes en una comparecencia en la Moncloa, el martes en una entrevista en la SER–, al tercero prefirió callar y borrarse de la agenda pública. Y dejó que este miércoles fuera la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, la que se batiera el cobre en los medios. Él estuvo desaparecido.

A Rodríguez le preguntaron en Onda Cero qué pasará si se demuestra que Marruecos fue el autor del espionaje y ella respondió: «No sabemos si podremos detectar de dónde vino el ataque y sin esa certeza, no podemos ni debemos hacer esas consideraciones». Lo que menos le interesa al Ejecutivo es que haya pruebas de que Mohamed VI estuvo detrás, una vez que Sánchez le entregó el Sáhara Occidental.

Un contraataque inesperado

Bolaños se ha encontrado con un contraataque por parte del entorno de Robles con el que no contaba. Secundado por el PP y Ciudadanos, que este miércoles, en la Comisión de Defensa, señalaron al ministro de la Presidencia y no a Robles. Por la «negligencia» en la gestión de la crisis de Pegasus y por poner al CNI a los pies de los caballos. «Parece que la seguridad de los móviles del Gobierno era competencia de Bolaños», señaló el portavoz de Cs, Edmundo Bal.

Por el contrario, el independentismo y Unidas Podemos han exculpado en todo momento al titular de la Presidencia, negociador habitual con ERC y Bildu. Fue él quien, la semana pasada, negoció in extremis con los de Arnaldo Otegi para mantener con vida el decreto anticrisis del Ejecutivo y lograr su convalidación en el Congreso. Días antes (el domingo 24 de abril) había viajado de urgencia a Barcelona para apaciguar a Esquerra.

El ministro Bolaños con la consejera de la Presidencia de la Generalitat

El ministro Bolaños con la consejera de la Presidencia de la GeneralitatEFE

Éste es el primer golpe serio que sufre Félix Bolaños, acostumbrado a salir indemne de todo tipo de situaciones. El año pasado él fue uno de los muñidores de la moción de censura en Murcia (la que desencadenó las elecciones en la Comunidad de Madrid) y, aun así, no solo no le pasó factura, sino que el presidente del Gobierno le ascendió a ministro poco después.

Su toma de posesión en julio fue, sin duda, una de las más concurridas de todo el sanchismo. Asistieron las tres vicepresidentas –Nadia Calviño, Yolanda Díaz y Teresa Ribera– y siete ministros más, incluidos Ione Belarra y Alberto Garzón por la parte morada. Entre ellos, por cierto, no estaba Robles.

«Siempre hemos querido ser lo que sabíamos que teníamos que ser: el pilar sobre el que se sujetara nuestro presidente del Gobierno», le dijo entonces al entregarle la cartera Carmen Calvo, con quien había trabajado codo con codo siendo ésta vicepresidenta. Ahora ese pilar de Sánchez se ha tambaleado por primera vez.

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