Sánchez desafía a su partido y su propio desgaste e intenta la remontada en solo 54 días

Se ha extendido entre los españoles la creencia de que Pedro Sánchez siempre cae de pie, pero no es cierto. En septiembre de 2019 se la jugó con una repetición electoral convocada para el 10 de noviembre de ese año para no tener que gobernar con Unidas Podemos. Y le salió mal. Perdió tres escaños y más de 700.000 votos, y dos días después corrió a abrazarse a Pablo Iglesias, al que tuvo que nombrar su nuevo vicepresidente segundo. En el pecado ha llevado la penitencia durante toda la legislatura. Especialmente en los últimos meses, con una coalición convertida en un tripartito mal avenido entre el PSOE, Yolanda Díaz y Podemos.

No hay nada escrito sobre el desenlace de su enésimo giro de guion, uno que no saldrá en la docuserie que dos productoras grabaron durante meses a Sánchez y por la que no se ha interesado ninguna cadena ni plataforma. Pero las primeras reacciones que suscitó el adelanto electoral entre el resto de los partidos dan idea de a quiénes ha cambiado al paso. No a Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, deseosos de medirse en las urnas, sino a sus socios de gobierno y parlamentarios, que se dejaron muchos pelos en las urnas del domingo. Todos menos Bildu.

Para rabieta, la que se cogió el PNV. Su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, recriminó al presidente su «sorprendente y poco justificable» decisión. Fruto, según Esteban, de un «cálculo interno» y no en interés del país.

En realidad, fue la reacción del presidente del PNV, Andoni Ortuzar, la noche electoral uno de los factores que valoró Sánchez antes de lanzarse a la piscina. En caliente, Ortuzar vino a decir que su partido «tomaba nota» del «claro aviso» para el futuro, dando a entender que de ahora en adelante iban a repensarse sus pactos con el socialista. Seis escaños que a Sánchez le han salvado de muchas en este mandato.

Otro factor fue la extrapolación de los resultados del 28-M a unas hipotéticas generales, y el reparto de escaños que saldría. Haciendo esa cuenta, el PP y Vox no llegarían a la mayoría absoluta, sino que se quedarían a una docena de diputados de la cifra mágica de 176.

El mapa

Partiendo de esa base, Sánchez se ha lanzado a una remontada en 54 días. Pretende aglutinar el voto de la izquierda, especialmente, en 29 circunscripciones: aquellas donde hay en juego cinco o menos escaños y donde el PSOE y el PP tienen mucha ventaja sobre el resto. Cree que será ahí donde se juegue el partido, aunque no cuenta con dos elementos: uno, su enorme desgaste personal, que el domingo arrastró por el fango a alcaldes y presidentes regionales que hasta hace unos meses no estaban en cuestión para el PSOE.

Y dos, que está demostrado demoscópicamente que la apelación al voto útil solo funciona cuando el electorado percibe que quien lo pide tiene opciones de ganar. Y Sánchez, según todas las encuestas, no está en condiciones de ganar las elecciones generales a Alberto Núñez Feijóo. A lo máximo que puede aspirar es a quedar segundo y mantenerse en la Moncloa mediante un pacto de perdedores.

En cualquier caso, dichas circunscripciones son: Cantabria, Castellón, Huelva, Jaén, Navarra y Valladolid (de cinco); Albacete, Álava, Burgos, Cáceres, León, Lérida, Lugo, Orense, La Rioja y Salamanca (de cuatro); Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel y Zamora (de tres); Soria (de dos); y Ceuta y Melilla (de un único escaño). También están en esa lista Badajoz, que en 2019 repartió seis escaños pero que en la convocatoria de 2023 bajará a cinco, y Ciudad Real, que pasará de cinco a cuatro. En ambos casos, por la pérdida de población.

Propios y ajenos, del PSOE y del resto de partidos, ayer todos interpretaron el movimiento de Sánchez como una forma de asegurar su candidatura a las generales, blindarla. Convocando con solo 54 días de margen –el mínimo legal exigido–, ha eliminado cualquier margen de maniobra interna. Y evita que el PSOE entre en erupción, al menos de momento, porque todo el partido deberá trabajar de forma conjunta por el objetivo de no perder también el Gobierno de España. Deberá trabajar, al fin y al cabo, por él.

Ya se encargará Sánchez, además, de repescar para las listas electorales a algunos de los cientos de socialistas que se han quedado sin una nómina pública tras la escabechina electoral del domingo.

Sánchez ha esquivado el debate sobre su candidatura, pero no podrá esquivar el de su sucesión

El presidente del Gobierno ha esquivado el debate sobre su candidatura para el 23 de julio, pero no podrá esquivar otro: el de su sucesión, que en realidad empezó la misma noche del domingo. Viendo, además, que el único barón que salió airoso de las urnas fue el castellano-manchego Emiliano García-Page, la antítesis de Pedro Sánchez. A mayores, con Guillermo Fernández Vara fuera de juego, que este lunes anunció su abandono de la política, el PSOE pierde a una referencia. Y a su hasta ahora secretario de Política Autonómica.

Por lo demás, Sánchez espera que los futuribles pactos entre el PP y Vox allí donde los populares no han obtenido mayorías absolutas sean un elemento movilizador de la izquierda y una mina de votos para él. Pero es hacer castillos en el aire, porque todo apunta a que los de Feijóo no van a firmar acuerdos de investidura o de legislatura antes de ese 23 de julio.

Los ayuntamientos de toda España se constituyen el 17 de junio, y ahí se elige a la lista más votada en el caso de que no haya otro tipo de acuerdo. No existe posibilidad de bloqueo. Sin embargo, en el caso de las comunidades no hay fecha límite.

El BOE publica este martes el decreto de convocatoria de elecciones y España se zambullirá de lleno en otra precampaña. Cuando aún no había salido a coger aire tras la anterior.