El Gobierno del «muro» contra el PP y Vox se pone de pronto en modo conciliador

Un día después del canto del cisne que el martes entonaron Irene Montero y Ione Belarra en el funeral de Podemos en el Gobierno, el buen ambiente volvió a la Moncloa. El renovado Consejo de Ministros se reunió por primera vez, con foto en las escalinatas incluida: Yolanda Díaz a la izquierda del presidente y María Jesús Montero estrenándose en la primera fila, como vicepresidenta cuarta. También en esa fila, el auténtico número dos: Félix Bolaños.

La primera decisión adoptada por el nuevo Ejecutivo fue aprobar la orden ministerial que inicia la tramitación de los Presupuestos Generales de 2024. Unas cuentas para las que el PSOE ya se fue trabajando los apoyos a la vez que negociaba la investidura. De ahí que no esté previsto que Pedro Sánchez vaya a tener problemas para sacarlos adelantos.

Aunque sí hay un escollo: la mayoría absoluta del PP en el Senado, que le sirve para vetar el techo de gasto. Este último marca los objetivos de déficit y deuda y es el paso previo a la elaboración de los Presupuestos. No obstante, como adelantó El Debate en octubre, el PSOE tiene pensado cómo neutralizar al PP.

Tras la primera reunión se produjo el estreno de la nueva portavoz del Gobierno: la ministra de Educación, Pilar Alegría, que hasta ahora había ejercido como portavoz del PSOE (y de momento lo sigue siendo, a la espera de recambio en el partido).

Alegría rehuyó todas las polémicas y utilizó un tono muy conciliador, tratando de destensar la cuerda que el propio Sánchez tensó la semana pasada en el Congreso. No hubo en la intervención de la portavoz ni rastro del «muro» que el presidente prometió erigir durante su discurso de investidura. Aunque él lo llamó entonces «muro de democracia, de convivencia y de tolerancia».

La consigna que llevó Alegría a su comparecencia ante los medios, ligeramente más larga que las de su predecesora, fue la que recalcar todo lo contrario: «Este gobierno gobierna para toda la ciudadanía», afirmó. «Mesura», «serenidad», «convivencia», «no caer en el insulto» fueron algunas expresiones de las que utilizó.

Alegría no quiso opinar sobre las últimas decisiones del juez Manuel García Castellón, sino que se limitó a recalcar el «máximo respeto» del Gobierno a las decisiones de cualquier tribunal. Cuando hace dos semanas, desde esa misma mesa, la anterior portavoz no dudó en desacreditar al juez de la Audiencia Nacional. Eso sí, Alegría añadió: «Los problemas políticos se resuelven desde la política».

Tampoco quiso valorar si la despedida de Montero y Belarra fue «elegante», sino que les deseó lo mejor. De la misma manera que no hizo comentario alguno sobre la decisión del PP de llevar el debate sobre la amnistía al Parlamento europeo, más allá de remachar que el principal partido de la oposición está «en su perfecto derecho, faltaría más». Aunque matizó que la ley de amnistía es «perfectamente constitucional».

Y ni siquiera aclaró qué va a hacer el Gobierno para forzar la renovación del CGPJ -que en ello está ya-, sino que explicó que será el ministro de Justicia, Bolaños, quien vaya dando los pasos.

Por no comentar, no comentó ni si el Gobierno mantiene su confianza en el fiscal general del Estado después de que el Tribunal Supremo anulara el nombramiento de Dolores Delgado. «Somos profundamente respetuosos», sostuvo. Y hasta ahí.

Al inicio de la reunión en la Moncloa, a cada ministro le esperaba en su mesa una carta de bienvenida de Sánchez en la que el presidente les conminaba a «actuar con unidad, solvencia y determinación en el afán compartido de contribuir al avance social, la convivencia, la estabilidad institucional y el diálogo entre diferentes».