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A la izquierda, Enrique, el hombre desaparecido, y a la derecha, su sobrino Roberto

A la izquierda, Enrique, el hombre desaparecido, y a la derecha, su sobrino RobertoEl Debate

«Mi tío desapareció hace nueve meses, sé quién lo mató, pero la Guardia Civil de Lugo no hace nada»

Roberto está indignado: su tío Enrique desapareció en apenas 150 metros, cuando iba a su casa, y aunque las pruebas apuntan a un vecino, nadie hace nada

Roberto está desesperado. No entiende nada. El 3 de septiembre de 2023, su tío, Enrique Bolivar, de 80 años, salió a ver a una vecina. Vivía en una aldea de Lugo que se llama Quende: un lugar lleno de verde y donde se arraciman unas pocas casas. Enrique estuvo con María, una vecina, en la casa de ella tomando café. Un café largo y sin prisas porque en una aldea como esa no hay ninguna prisa para nada y las conversaciones y los silencios pueden alargarse durante horas.

Hacía rato ya que la taza estaba vacía y el café del fuego se había enfriado cuando Enrique decidió volver a su casa. Apenas hay 150 metros de distancia entre los dos domicilios. El hombre se puso la gorra, agarró el bastón y se echó a andar como siempre hacía. En ese camino se le pierde la pista.

«Nos enteramos al día siguiente», dice Roberto, su sobrino. «Le fue a buscar el autobús del centro de día. Le pitaron, tocaron a la puerta, pero no salía. Sobre las cuatro de la tarde del día siguiente llamaron a mi madre del centro de día para avisarnos que no había venido». La llamada encendió las alarmas de la familia.

Roberto fue corriendo para allá. La casa estaba sin revolver, sin ningún signo de violencia. Solo faltaba Enrique. Quisieron pensar que se había despistado, que había perdido el sentido de la orientación y se había caído. Organizaron batidas de búsqueda y todo el pueblo se volcó en ayudar. A Enrique lo conocía todo el mundo y era muy querido. Solo un vecino se ausentó, como si supiera que buscarlo era una pérdida de tiempo.

El vecino esquirol tenía razón: Enrique no apareció. Lo que sí se encontró horas después de la desaparición fue el coche de este individuo ardiendo. Se quemó la mitad del coche, la de detrás: el maletero y asientos traseros. Es decir, no ardió el motor, sino que alguien le echó yesca al vehículo.

Dos hechos insólitos tan próximos en el tiempo en una zona de tan poca población no parecen casualidad. Y más cuando encontraron un trozo del bastón de Enrique en un lado del camino. Estaba roto, como si alguien le hubiese dado un golpe o un atropello. Digo esto último porque también se encontró un tapón del coche del vecino ausente junto al bastón. ¿Casualidad?

Dos semanas después de la desaparición, el vecino desapareció de la aldea. Tiene una ristra de antecedentes policiales que ni la lista de la compra: pasan por la violencia de género, las lesiones y la agresión sexual. «Estoy convencido que él mató a mi tío», asegura Roberto. «Que lo metió en el maletero ya muerto y luego se deshizo de su cuerpo. En esa hipótesis es lógico que prendiera el coche, para no dejar pruebas de sangre o ADN».

«El problema es que la Guardia Civil me está toreando», insiste Roberto. «No hacen nada. Por no hacer ni han interrogado al vecino. Quiero que se haga cargo de la investigación la UCO, que fueron los que resolvieron lo de Diana Quer. ¿Acaso mi tío es menos que Diana Quer? ¿Acaso no se merece a los mejores? Han tenido nueve meses y no han avanzado. Y eso que les he aportado pistas contundentes de las que no puedo hablar todavía. Pero se ponen las pilas o las hago públicas. De perdidos al río».

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