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Ilustración de Arnaldo Otegi

Ilustración de Arnaldo OtegiPaula Andrade

El perfil

Otegi, del pasamontañas a la corbata de bazar chino

Su trayectoria terrorista duró 10 años y se frenó con su detención en Francia en 1987

Nunca como ahora se ha demostrado que el secretario general de Bildu, Arnaldo Otegi Mondragón (Elgoibar, Guipúzcoa, 67 años), es el mejor embajador del sanchismo, un régimen que le ha blanqueado y al que debe el borrado de su disco duro, un disco extremadamente duro lleno de sangre, bombas, niñas heridas, secuestros y pertenencia a banda armada Ha sido colocarse una corbata, hábilmente ceñida al cuello con nudo corredizo para entrevistarse con el embajador chino en España, Yao Ying, y allanar el camino para que Xi Jinping reciba a Pedro Sánchez el próximo mes, la tercera vez en menos de dos años. Me cuesta decidir cuál de los dos encuentros -el de Sánchez o el de Otegi- es más inquietante para España.

No lo sabíamos, pero ahora sí: el tiránico régimen chino tiene vínculos estrechos con los fanáticos abertzales. Lógico. Por eso Otegi desempolvó la corbata que solo ha usado para acontecimientos especiales, como el entierro de algún asesino del IRA. Los terroristas se rinden pleitesía en los momentos que más subliman su vida: en la muerte. Tiene Otegi una corbata para su estilo casual chic, a la que no saca partido porque él ha sido siempre más de pasamontañas; su uniforme preferido cuando fue jefe de los polismilis de ETA. O cuando, según los archivos policiales, de octubre de 1982 a febrero de 1984, se hizo dirigente terrorista y bajo su mando las bestias prominentes del RH y de la extorsión secuestraron durante 46 días al empresario Saturnino Orbegozo. O cuando colocaron explosivos en las viviendas de la casa cuartel de la Guardia Civil de Laredo, y causaron once heridos, dos niñas entre ellos.

Otegi saluda al embajador chino

Otegi saluda al embajador chinoArnaldo Otegi

Ese interfecto, hoy encorbatado de bazar chino, se integró en la banda en 1977. Empezó en el escalafón más bajo hasta que el año de la Exposición Universal de Sevilla optó por la rama más violenta de ETA: se inclinó por los que querían seguir matando. Así pasó a coordinar «el Estado Mayor de Intervención», desde donde se extorsionó a empresarios para poder llenar las arcas de metralla para matar. Así se dio la orden de secuestrar a Orbegozo, que estuvo retenido durante mes y medio. Cuando el secuestro fue abortado por la llamada de un vecino, la banda se planteó si perseverar en la «lucha armada». El líder batasuno fue de los que votaron que sí, que la fiesta de sangre tenía que seguir. En 1977, con 19 años, Otegi participó en el secuestro del directivo de Michelin Luis Abaitua. La sentencia de la Audiencia Nacional dejó claro que este amigo de Pedro Sánchez trasladó a Abaitua hasta un zulo que habían excavado en Elgoibar, el pueblo natal de Otegi. Todo quedaba en casa.

Su trayectoria terrorista duró 10 años y se frenó con su detención en Francia en 1987. Entonces, fue hallado con siete cartas para amedrentar a industriales vascos y navarros con el impuesto revolucionario. Devuelto a España, fue condenado a seis años de cárcel por el secuestro de Abaitua. También ha sido relacionado con los atentados a los diputados Gabriel Cisneros y Javier Rupérez, y con el de Javier Artiach, aunque fue absuelto de todos por falta de pruebas. Pero tanto Rupérez, exembajador en Estados Unidos, como el padre de la Constitución le identificaron como posible integrante del comando que los atacó. De hecho, quien esto escribe pudo escuchar de Cisneros en muchas ocasiones que no le cabía duda alguna de que quien le disparó, cuando huyendo de su asesino se escondió bajo un coche, era Arnaldo. Sus ojos de psicópata bajo el pasamontañas eran inconfundibles. En 1993 quedó en libertad.

A partir de ahí Batasuna le reservaba un puesto institucional: en 1994 se presentó a las elecciones sin conseguir escaño; un año después logró plaza en el Parlamento vasco gracias al abandono de una compañera, acusada de colaborar con ETA, y en 1997, tas la detención en bloque de toda la cúpula de HB, pasó a dirigir su brazo político. Un terrorista en comisión de servicios, tal y como lo describió Fernando Savater.

En 2004, inició su particular «proceso de paz», al habla con el secretario de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, condenado por violencia de género y hombre fuerte de Zapatero, el presidente que convirtió a este mercenario en su «hombre de paz». Corría la primavera de 2005, un año después de las bombas de Atocha, cuando el líder de ETA es detenido por pertenencia a banda armada, y en la vistilla previa, le pregunta al fiscal que pide para él prisión incondicional que si Cándido Conde-Pumpido conocía lo que estaba pasando. Daniel Portero, hijo del fiscal asesinado en 2000, Luis Portero, y su abogado, escucharon la bravuconada de Otegi. Es decir, el etarra preguntaba si un fiscalillo tenía permiso del jefe para empurarle a él, nada menos que al negociador de «Gorburu» (nombre que la banda le puso a ZP). Luego, el propio Pumpido dijo aquello de que los jueces tenían que arrastrar las togas por el polvo del camino (y así sigue). Bien sabía él de lo que hablaba.

De aquellos polvos los lodos sanchistas de hoy, que han transformado a un criminal condenado en un interlocutor parlamentario, al que el Gobierno de Sánchez cuida como oro en paño, dándole legitimidad para dictar nuestra memoria democrática, al que devuelve presos por presupuestos (ahora ya ni a cambio de presupuestos) y para la reforma de nuestro mercado laboral. Bildu, la nueva marca de los proetarras, es uno de los socios más fieles de Pedro, al que únicamente dejarán solo si finalmente tiene que pedir al Parlamento permiso para incrementar el presupuesto de Defensa para rearmar a Europa contra Putin. Otegi, que hace un año dijo que se iba, pero que ahí sigue riéndose de todos, tiene muchas cuentas pendientes, especialmente con 376 familias a las que ETA dejó sin padre, madre, hermanos o hijos. Son los atentados que siguen sin ser esclarecidos, como cuenta de forma escalofriante Florencio Domínguez en su estupendo libro «Sin justicia», de los que es seguro que el líder de Bildu conoce detalles que ayudarían a poner entre rejas a sus autores.

Lo que nos quedaba por ver es que Arnaldo también ejerza de diplomático con la autocracia de Pekín para acercar España al lado más oscuro de la geoestrategia mundial. Zapatero y él vuelven a hermanarse como embajadores plenipotenciarios ante las dictaduras, ubicándose del lado de los malos de la película que se rueda actualmente en el mundo. Mientras tanto, Otegi -que ayer pidió las competencias migratorias también para el País Vasco- sigue sin condenar la violencia, se vanagloria de haber celebrado en bañador en las playas españolas los terribles días del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, y decide sobre nuestras pensiones. El sueño de la sinrazón de Sánchez produce monstruos. Uno se llama Otegi.

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