Andrés Betancor, durante su participación en un acto de Fundéu

Andrés Betancor, durante su participación en un acto de FundéuFundéuRAE

Entrevista

Andrés Betancor: «La amnistía convierte la democracia en mercancía para mantenerse en el poder»

Destaca el poder «simbólico» de una ley por la que la democracia española «pide perdón por haberse defendido»

Andrés Betancor es catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Pompeu Fabra. Acaba de publicar un libro, «La amnistía: el caballo de Troya de la democracia», en el que, junto a otros destacados juristas, como Francesc de Carreras, Manuel Aragón o Rafael Arenas, valoran el impacto que puede tener esta ley que aprueba hoy el Congreso de los Diputados.

Ya lo dicen en el título del libro, que la ley de amnistía es un caballo de Troya ¿Por qué?

Lo del caballo de Troya obedece a que entendemos que, como en el mito, los enemigos de la democracia han insertado dentro del edificio de la institucionalidad democrática, un virus que consideramos que es muy pernicioso. Lo que inicialmente los troyanos, en este caso, la democracia española, o algunos ingenuos, podrían entender que era un reconocimiento a su victoria, pues a medio y largo plazo se va a convertir en un precedente que va a ser muy peligroso.

¿Por qué?

La principal consecuencia es que el legislador se convierte en una nueva sala de Justicia, que tiene poder para anular sentencias judiciales que han apreciado responsabilidades jurídicas de todo tipo. Y convertir a los políticos en jueces es muy peligroso.

Bueno, salta por los aires, el principio de separación de poderes.

Absolutamente. Si entramos en el terreno de los principios, supone la liquidación del principio de separación de poderes. Eso, por un lado, y, por el otro, rompe lo que es el monopolio que la Constitución establece de la función jurisdiccional en favor de jueces y magistrados. Esto es una alteración radical de lo que es la arquitectura de un Estado democrático.

Es que todo el proceso de esta ley ha sido un poco raro, por decirlo de forma suave. La han redactado los mismos que se van a beneficiar.

Desde el punto de vista técnico, esta ley es un bodrio bastante importante. Además, creo que cometemos el error de centrar el análisis de la ley en una cuestión puramente jurídica. El derecho, en este caso, es un instrumento, es un medio. Aquí estamos hablando de una cuestión esencialmente política, el dedo arbitrario de la política, lo que convierte algo que parecía inimaginable e inconstitucional y algo completamente disparatado, en la solución de todos los males.

En este caso, el derecho y el razonamiento del estudio jurídico es completamente secundario. Por eso mismo, el libro lo iniciamos con una reflexión ya de alcance más general. Aquí estamos hablando de una plasmación de la ruptura del consenso constitucional. Y, en ese marco, hay que situar todo esto. La ley de amnistía, el texto normativo, es lo de menos, porque es la plasmación de algo que es muchísimo más macro, que es la consolidación en la Moncloa de alguien, a cambio de votos.

Y eso lo demuestra que a lo largo del proceso se ha ido adaptando el redactado a las circunstancias del momento de los beneficiados.

La idea que nos están transmitiendo es que el derecho es secundario, los límites son secundarios, la Constitución es secundaria. Es decir, estamos hablando de que, todo aquello sobre lo que se asienta nuestro Estado democrático de Derecho, es completamente secundario. La política ha convertido nuestra democracia en una especie de chicle que se estira o se encoge en función de las necesidades, o la conveniencia de aquel que pretende continuar y mantenerse en el poder. El marco es el del poder que no entiende de límite, y como no entiende de límite, pues todo vale.

«Nadie puede prever qué va a pasar»

¿Entonces, teniendo en cuenta lo que usted me está comentando y también que técnicamente es un bodrio, se puede llegar a pensar que otras instancias judiciales, españolas o europeas pueden dar por válida la ley?

Una de las ideas que nos debe quedar clara es que, en este escenario macro, el derecho es completamente secundario. Le estamos pidiendo a unos actores, a los tribunales, que adopten una determinada solución a este problema, que es un problema de la política. ¿Qué es lo que pueden hacer los tribunales? De verdad, siendo sincero, es que nadie puede prever qué es lo que puede pasar.

Es decir, si yo le dijera a usted que esto lo van a anular o no lo van a aplicar, es que le estaría engañando a usted y a los lectores, porque es que eso no se sabe. Es que estamos hablando de una situación sin precedentes en España y en Europa. Estamos ante un bodrio jurídico sin precedentes. Entonces, ¿Qué es lo que puede pasar? Que los tribunales no la apliquen, puede ser; o que los tribunales la apliquen, puede ser. O que planteen la cuestión prejudicial, también puede ser; o que se planteen la cuestión de inconstitucionalidad, pues también pueden ser. Pero los tribunales están compuestos por personas. ¿Y como van a valorar esto estas personas? Hombre, si a mí me lo preguntasen, yo tengo claro cómo habría que proceder, pero los demás, ante esta situación inédita, pues no sé.

Es entonces como estar en el limbo.

El derecho no es una ciencia, es una técnica social y, como tal técnica, pues depende de la valoración de uno y de otro. Porque hay que ponderar, hay que valorar una serie de circunstancias. Yo tengo claro que es inconstitucional y es contraria al derecho. Pero claro, usted me está pidiendo mi opinión, pero no la puedo dar sobre lo que van a hacer los otros. ¿Qué es lo que va a decir el Tribunal Constitucional? Lo sospecho. ¿Qué es lo que va a decir el Tribunal de Justicia de la Unión Europea? No lo sé ¿Qué es lo que va a hacer la sala segundo del Tribunal Supremo? No lo sé, lo puedo sospechar, pero no creo que la sospecha interese a nadie.

Bueno, teniendo en cuenta eso, que no sabemos tampoco las consecuencias que no se pueden producir.

Es que aquí nadie sabe cuántas personas se van a beneficiar de la amnistía. Esto es un dato definitivo. Es decir, es posible esta incertidumbre porque la ley es tan rematadamente mala, que no tiene delimitado ni el ámbito personal, temporal, ni el objeto de su aplicación. Es que nadie sabe quiénes, ni cuántos se van a beneficiar. ¿Qué serán, cien o mil personas? Es tan disparatado el ámbito temporal… bueno, lo es todo.

Pedir perdón

En cualquier caso, y según sus impulsores, los grandes beneficiados son los catalanes y la convivencia en Cataluña.

Convivir significa que dos partes participan de un marco común para que, a ser posible, vivan mejorando su situación anterior. Pero es que es evidente que esto no es convivir, esto es una imposición, es la imposición de unos, respecto de otros que, además, han visto cómo su opinión y sus derechos han sido totalmente marginados y sacrificados. ¿Qué convivencia es esta, vivir del atropello de los otros?

Nos dicen que es el sacrificio para lo que denominan algunos, pacificar la situación en Cataluña. Esto es un disparate conceptual. Esto es lo que hace el chantajista. Y sabemos cuál es el paso siguiente, que es el referéndum secesionista, que se llamará como quieran llamarlo, y se formulará la pregunta en los términos que quieran, pero sabemos que vamos a ese escenario.

De hecho, los amnistiados o los futuros amnistiados han dejado claro que no se arrepienten de nada y que lo van a volver a hacer.

Es lo que decíamos, la estrategia del chantajista. Si tú quieres mis siete votos, ya sabes que me tienes que dar algo. Sabemos que el chantajista seguirá chantajeando, porque es su condición natural. Esto sabemos que es así. Esto seguirá adelante y seguirá y seguirá, porque esto no tiene fin. Y no tiene fin desde el momento en que desaparecen los límites y las restricciones establecidas por el Estado democrático de Derecho.

Además, es borrar cosas muy graves que han sucedido. El Tribunal Supremo hablaba de intento de subvertir el orden constitucional.

Exacto. Es decir que eso no ha existido. Pero no solo eso, sino que la democracia española tiene que pedir perdón por todo eso. Es la ley donde la democracia española asume la culpa por el pecado de haberse defendido frente a la subversión del orden constitucional. Por eso la ley tiene una carga simbólica, que va incluso más allá de las consecuencias jurídicas, porque muchas de estas consecuencias se podrían haber gestionado por la vía del indulto. Pero no, porque no era suficiente. Y se pretende que la democracia española asuma la culpa por haberse defendido frente aquellos que pretendían subvertir el orden constitucional

Y la guinda del pastel, si me lo permite, que el Rey, que es el otro gran enemigo de los separatistas por su discurso el 3 de octubre, tenga que promulgar esta ley.

Es un ejemplo más de esa carga simbólica, que la democracia española tenga que pedir perdón por haberse defendido. Eso es terrible y es el precedente que tanto nos preocupa. Es decir, la democracia española se convierte en una mercancía con la que traficar para mantenerse en la Moncloa. Terrible.

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