El candidato de Junts a la presidencia de la Generalitat, Carles Puigdemont

El expresidente de la Generalitat Carles PuigdemontEFE

Política

Saltan las alarmas en Junts ante el inminente acuerdo para investir a Salvador Illa

ERC ve encarrilado el pacto con los socialistas y busca la forma de «venderlo» a sus bases para evitar el rechazo

El «clima de cordialidad» y la «normalidad institucional» con la que sus protagonistas quisieron vender la reunión de este miércoles entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès –presidentes, respectivamente, del Gobierno y de la Generalitat– no casa con el trasfondo de la reunión: una teatralización de las cesiones del Gobierno que deja patente que el pacto entre republicanos y socialistas para la investidura de Salvador Illa es cosa hecha y permite a ERC sacar pecho frente a su militancia de haber logrado «arrancar» concesiones a España.

Aunque se trate en su mayoría de acuerdos ya apalabrados para la investidura de Pedro Sánchez en 2023, el reguero de traspasos de competencias y millones del Estado a la Generalitat los últimos días obedece al plan acordado con los socialistas por parte de la cúpula de ERC. Los republicanos necesitan «vestir» su acuerdo con el PSC, ya que buena parte de sus bases está incómoda haciendo presidente a quien ven como un «españolista», y a quien algunos aluden como «el candidato del 155».

Pese a todo, los rumores que llegan desde detrás de las puertas cerradas en las que se cierran los flecos del pacto hacen pensar en que este es cosa casi cerrada. A falta de ver en qué se concreta la propuesta de financiación singular para Cataluña a la que han llegado los equipos negociadores –y si se parece más al concierto que reclama ERC o al desarrollo del Estatut que ofrece el PSC–, suenan voces en el seno republicano que apuntan al próximo 1 de agosto, jueves, como la fecha en la que ERC quiere consultar a sus 8.700 militantes si valida o no el preacuerdo con los socialistas.

Así, en la calle Calàbria todo parece encarrilado, y la preocupación es cómo empaquetar el pacto para que los militantes no lo tumben: cabe recordar, en este sentido, que el llamado Colectivo Primer d’Octubre –un grupo muy ruidoso de militantes de ERC muy críticos con la actual dirección y con la investidura de Illa– ha convocado para este jueves a las 18 horas una asamblea en la que tratarán de dinamitar el pacto.

Alerta en Junts

Mientras tanto, en la sede de Junts el clima es de alarma. Los de Carles Puigdemont llevan semanas tratando de torpedear el pacto entre socialistas y republicanos para que ERC dé apoyo a la candidatura imposible de Puigdemont y fuerce nuevas elecciones como mal menor. Ahora, ante la inminencia del anuncio del preacuerdo entre los equipos de Marta Rovira y Lluïsa Moret, han activado la artillería pesada.

Mientras Puigdemont decide si vuelve o no vuelve, y si escenifica una detención martirial para forzar a las bases de ERC a rechazar el pacto con –de nuevo– «el candidato del 155», en Junts ya han movido ficha en Madrid. De ahí el inesperado –como reconoció el ministro Ernest Urtasun, en un audio captado por un micrófono abierto– «no» a la senda de déficit del Gobierno.

Los de Junts lanzan así un aviso a Sánchez mientras, en Cataluña, los portavoces oficiosos de Puigdemont tratan de evitar el acuerdo. «¿Os comeréis la zanahoria? ¿Tantas ganas tenéis de mantener el cargo?», espetaba la periodista y tertuliana Pilar Rahola a los mandos de ERC, en referencia a la reunión de Sánchez y Aragonès. «Tiene pinta de que el señor Sánchez ha venido a ver qué zanahoria enseñaba a ERC, ansiosa por que no toquen el sottogoverno o sus 500 cargos para poder hacer presidente a Illa», insistía este miércoles en El Nacional.

Por su parte, desde la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que su nuevo presidente, Lluís Llach, ha puesto a las órdenes de Puigdemont, también criticaron el encuentro, que consideran una intentona «para sellar un pacto para hacer presidente a Illa y rendirse una vez más al estado por cuatro migajas». «Os lo dicen las bases, os lo dice el independentismo: con Illa no», concluyen, buscando presionar a una ERC que hasta hoy ha hecho oídos sordos a las amenazas del entorno de Puigdemont.

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