El paseo de Gracia, a la altura de la Pedrera, en 1911

El paseo de Gracia, a la altura de la Pedrera, en 1911Wikimedia

Rutas por Cataluña

La guía que enamoró a Dickens y que permite cotillear cómo veían los ingleses a Cataluña hace 110 años

La edición de 1913 de la Guía Bradshaw destaca la historia, el clima y la importancia eclesiástica de varias ciudades catalanas

Entre 1839 a 1961 se editó la Bradshaw Guide, o «Guía Bradshaw», una serie de guías de viaje que incluían horarios de ferrocarril y que se editaban desde Londres. Icono de una época en la que el transporte continental se realizaba en tren, la guía servía para que el viajero conociera los lugares que podía visitar en los diferentes países.

Su fama hizo que Charles Dickens, Julio Verne o Bram Stoker la referenciaran en sus obras. Para trazar la ruta que recorreremos en este artículo, nos centraremos en la Guía Bradshaw de España que se publicó justo antes de la I Guerra Mundial, en 1913, ya que recoge una serie de curiosidades referidas a Cataluña… vistas desde el punto de vista inglés, claro.

Barcelona: avenidas y suburbios

Empecemos por Barcelona. En ella leemos que es «la ciudad comercial e industrial más importante de España, contrastando la actividad de la población con el aburrimiento que se nota en otros lugares». La guía describe «muchas calles hermosas flanqueadas por hermosos edificios, especialmente a lo largo de la línea de las antiguas murallas, donde ahora hay amplias avenidas».

También destaca que en los «suburbios» hay «numerosas fundiciones de hierro, fábricas de maquinaria, fábricas de algodón y seda, etc». Los británicos celebran su «clima muy agradable», ya que «el calor del verano no es opresivo ni el frío invernal severo; ahora rara vez falla».

La guía también destaca el Paseo de Colón –«hermoso y espacioso muelle lleno de palmeras»– o la Rambla, que describe como «imponente». Los autores de la Bradshaw también destacan edificios como la catedral, la basílica de Santa María del Mar, la Casa de la Diputación o el Castillo de Montjuic.

También se destaca una plaza de toros al este de la Estación de Francia. Nos está hablando de la plaza de toros que había en la Barceloneta, pero no nombra a Las Arenas, construida en 1900, tampoco la Monumental, que se inauguró en 1914. Por aquel momento, el librito no habla de ningún edificio singular de Puig i Cadafalch, Domènech i Muntaner ni tampoco de Gaudí, porque entonces aún estaban en construcción. Tampoco menciona el Eixample.

Figueras, Gerona y Montserrat

La guía nos traslada a Figueras, «pueblo sin interés excepto que desde él parte una diligencia hasta Rosas, un pequeño puerto a 10 millas de distancia», de donde destacan que «el clima y sus alrededores se consideran iguales a partes del Rivera». De ahí pasamos a Gerona, «famosa por la heroica defensa de 1809, cuando, apoyada por unos pocos ingleses, la guarnición resistió durante siete meses a un ejército francés de 35.000 hombres», dicen, además de celebrar su catedral gótica.

Bajamos hacia el sur y llegamos a Montserrat, «la montaña sagrada del pueblo catalán». La guía la describe como «irregular y salvaje», y hace suyo el bulo de que «según algunas autoridades, aquí se encontraba el Santo Grial», tema que abordamos en este artículo. Además, la guía apunta que la montaña sigue siendo un gran lugar de peregrinación.

También destacan la presencia de una «Imagen milagrosa de la Virgen», y traen a colación que «aquí Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, descartó la profesión militar y se comprometió a la vida religiosa». «Dormitorios en el Monasterio; sin cargo, pero lo habitual es dar 2 peniques. 50c. a 5 peniques, por noche», concluyen.

Con respecto a San Ignacio, es cierto que el 21 de marzo de 1522 veló sus armas toda la noche en Montserrat, sin sentarse ni acostarse, delante del altar de la Virgen. No es menos cierto que aquel hecho ayudó a que dejara las armas. Sin embargo, la gran conversión de san Ignacio no ocurrió allí, sino en la cercana localidad de Manresa.

Tarragona, final de viaje

El viaje de la guía acaba en Tarragona, «sede de un arzobispo que, con el Arzobispo de Toledo, es Primado de España». La describen como «históricamente de gran interés» y aseguran que «su importancia moderna está asociada con un comercio de vino muy próspero».

Tras describir la catedral como «bello ejemplo del románico tardío», se fijan en el museo arqueológico provincial y en el acueducto romano, «una reliquia imponente». «Los monjes cartujos expulsados de la Grande Chartreuse en Francia establecieron aquí (en 1905) una destilería de licores», añaden.

En efecto, los padres cartujanos que provenían de Francia, de donde fueron expulsados, se establecieron en Tarragona, de manera continuada, desde 1902 hasta 1933. En aquel año pudieron regresar a Francia, a Voiron en concreto. En Tarragona se continuó fabricando el Chartreuse hasta el año 1989, cuando se cerró la destilería.

Como conclusión, la historia que nos enseña la Guía Bradshaw es sesgada y no completa, porque se olvida de Lérida. Ahora bien, tiene su importancia porque nos muestra cómo veían los ingleses Cataluña antes de la I Guerra Mundial, hace más de 110 años.

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