Jordi Turull y Carles Puigdemont, en la reunión con ERC en Waterloo

Jordi Turull y Carles Puigdemont, en la reunión con ERC en WaterlooJunts

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Puigdemont y Junqueras hacen el ridículo por la matrícula 'indepe' de su coche: «Una charlotada constante»

Los líderes de Junts y ERC han salido de la 'Casa de la República' en un vehículo con matrícula «1-O-2017»

La reunión entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras en Waterloo este jueves ha terminado sin sustos para el gobierno de España y con el compromiso de ambos partidos de aparcar las diferencias –al menos de cara a la galería– y trabajar por «iniciar una nueva etapa de relación que contribuya a recuperar la fuerza y la iniciativa del movimiento independentista», según consta en un comunicado conjunto de Junts y ERC.

Una nueva etapa que busca enterrar bajo la alfombra las hostilidades y guerras sucias entre ambos partidos, y trata de recuperar algo de la pretendida épica que ambos personajes abanderaron durante el procés independentista, cuando eran presidente y vicepresidente de la Generalitat.

El primer guiño a esta nueva era ha tenido lugar nada más terminar la reunión, cuando Puigdemont y Junqueras han subido juntos a un Renault para marchar de la residencia en Waterloo del presidente de Junts. Un coche gris y perfectamente anodino de no ser por un detalle que no ha pasado desapercibido en redes sociales: su matrícula era «1-O-2017», la fecha del referéndum ilegal de independencia celebrado en octubre de aquel año.

Sin embargo, la reacción en redes sociales –particularmente en X– no ha sido de entusiasmo, ni siquiera entre los independentistas más acérrimos, cansados del baile de símbolos y «jugades mestres» inertes de los líderes a los que llaman despectivamente «procesistas». «Se nos mean en la boca y dicen que llueve», se quejaba una usuaria, y otro se limitaba a un sucinto pero expresivo: «Paripé».

Por su parte, un corresponsal de El Mundo critica la «charlotada constante» de Puigdemont y Junqueras, y alguno hasta se lanzaba al psicoanálisis: «Tiene un punto psicológicamente fascinante que pasen los siglos y los catalanes sigamos adictos a los símbolos y la estética como refugio para salvar un país».

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