Armada española Fragata Numancia: contra los piratas
«A despecho de temporales monzónicos, calor, humedad, cansancio, soledad y lejanía de nuestros hogares, nuestra fragata devora millas custodiando noche y día estos mares...»
La mar es apasionante, hermosa, traidora. Es un mundo de fosas abisales, enormes extensiones de sargazos, islas de hielo y arrecifes coralinos, poderosas corrientes y remolinos abiertos hasta el infierno. Reino de las algas estremecedor, romántico y peligroso que acecha cada velero, mercante, pesquero o buque de guerra que surca océanos, mares y piélagos. «Quien domina el mar, domina todas las cosas», afirmó Temístocles, salvador de Atenas en la batalla naval de Salamina el año 480 a. C. contra el imperio de Persia. Dominio del mar que dos mil quinientos años después la humanidad comparte por rutas marítimas milenarias, o modernas como el Canal de Suez o el de Panamá, como itinerarios seguros y pacíficos para la próspera circulación de personas y bienes entre países y culturas. Aunque, hace siglos como ahora, contra esta libertad del tráfico, pesca y comercio acechan los peores enemigos del marino: los piratas.
El romanticismo hizo del bucanero un ideal distorsionado de libertad, pasión y aventura, pero su realidad es distinta a la lírica de Espronceda en su «Canción del Pirata» o la figura corsaria de Lord Byron. La respuesta jurídica y militar contra los crímenes y saqueos piratas ya aparece en las normas de navegación del «Nomos Nauticos», recopiladas en las leyes marítimas del Derecho Bizantino hasta llegar al Derecho Internacional Marítimo vigente. Las sangrientas batallas contra los filibusteros duraron siglos, hasta que el siglo XIX la sociedad internacional acabó con sus asesinatos, robos y caos cuando se alió diplomáticamente, las marinas de guerra adoptaron el barco de vapor y se destruyeron los puertos de abastecimiento y logística piratas en el Mediterráneo, el Índico y el Caribe.
Sin embargo, a finales del siglo XX resurgió la piratería en el océano Índico. Entre los países en los que ésta creció de forma exponencial destaca Somalia, cuyas áridas y escarpadas costas contemplo al escribir estas líneas a bordo de la fragata F-83 «Numancia». Una piratería en cuyo origen a finales de los años noventa del pasado siglo se conjuntaron la inestabilidad política como estado fallido tras el derrocamiento del dictador somalí, la división territorial y los conflictos armados internos y externos con Etiopía, Puntlandia y Somalilandia, la falta de medios de su gobierno para la vigilancia costera, el auge del radicalismo islámico y el daño a su principal medio de vida, la pesca, con la sobreexplotación industrial de sus aguas y fondos marinos por las potencias del Primer Mundo.
Pronto, al comienzo del siglo XXI, los beneficios monetarios que reportaron los primeros secuestros de navíos y pesqueros atrajeron, como la sangre al tiburón, a los señores de la guerra. Éstos, a partir del año 2006, transformaron la tosca piratería inicial en una lucrativa y eficaz mafia corsaria, patrocinada con oscuros intereses financieros allende África, que afectaba no sólo a las aseguradoras internacionales navieras sino a la imposibilidad de cumplir el programa mundial de alimentos de ayuda a África. Se multiplicaron su violencia armada y su capacidad de asalto con fusiles AK, ametralladoras y lanzacohetes; numerosos buques fueron hundidos o secuestrados, y sus marineros encarcelados en condiciones terribles, violados, torturados, heridos o muertos hasta el pago de los rescates.
Como reacción geoestratégica y diplomática, el año 2008 la Unión europea con países aliados fundó la operación «EUNAVFOR-Atalanta», respuesta militar, legal y logística contra la piratería en la «zona de alto riesgo» del Cuerno de África, para restablecer la seguridad del tráfico marítimo en este cuadrante oceánico. Era necesario combatir una piratería sofisticada, coordinada desde tierra, con armas más letales, mejorados sistemas de navegación, comunicacionales y técnicos, conexiones con redes de narcotraficantes, traficantes de armas y del terrorismo global, y con informantes y asesores financieros extranjeros. Actuales piratas somalíes, muchos bajo los efectos de la droga khat (por cierto, legal en Inglaterra y otros países), que atacan desde sus campamentos de costa y naves nodrizas no ya a grandes cargueros y pesqueros sino también a pequeños esquifes, barcazas, balleneras, dhows (embarcaciones típicas de Yemen, Irán, Malasia o India) secuestrando, mutilando o asesinando a sus humildes marineros filipinos, malayos, vietnamitas, yemeníes, indios u omaníes.
Para garantizar la paz, la libertad y la seguridad del tránsito, pesca y comercio marítimos, en la F-83 «Numancia» navegamos este misterioso océano Índico cumpliendo la operación «EUNAVFOR-Atalanta 2024». A despecho de temporales monzónicos, calor, humedad, cansancio, soledad y lejanía de nuestros hogares, nuestra fragata devora millas custodiando noche y día estos mares, completada la dotación con dos unidades de la Flotilla de Aeronaves de la Armada, la quinta escuadrilla de helicópteros y la undécima de drones, sin descanso hasta derrotar militar y legalmente al peor enemigo del marino: el hombre de mar metamorfoseado en pirata. Porque frente a los piratas, ayer, hoy, siempre, nuestra Armada defenderá la paz, la justicia y la libertad de los mares.