Concierto de Los Planetas en la Sala Impala

Concierto de Los Planetas en la Sala ImpalaÁlvaro García de Luján

Cuando fui al mejor concierto del mundo...

...y ese fue el de Los Planetas en Córdoba y no estuviste tú

Córdoba. Año 0.

Un día antes del concierto, de aquello que pasó, del mejor concierto del Mundo, Rafa, mi redactor jefe, con un escueto mensaje, me lo confirmó: Álvaro, estás dentro.

Y me puse nervioso. Por fin, me dije. Lo que Rafa vino a decir es que yo tenía pase de prensa para cubrir el concierto de Los Planetas para el periódico. A ellos. Quiero una buena crónica, y que te portes bien, ya sabes, Álvaro. Me dijo. Y saca buenas fotos para el periódico por una maldita vez. Remató.

El teléfono no paró de sonar desde hacía una semana antes. Tío ¿Vas a lo de Los Planetas? Claro, joé. Álvaro, bro, ¿Sabes dónde pillar entrada porque está todo agotado desde hace semanas, diablos? Búscate la vida ¿Por qué no puedes quedar desde el mediodía? Ni de coña, que me conozco. Venga, enróllate, antes nos tomamos unos cacharros en un bar castizo por donde Valdeolleros. Que te güires. ¿Comemos juntos? Tal vez. Álvaro -insistieron- tú que conoces a Floren el de Los Planetas, convéncele para que vaya después del concierto a una fiesta temática planetaria en un descampao, aquí al lao, en Lucena.

En fin.

Según se acercaba el día del concierto, acabé la semana, a duras penas, agotao. Mientras, alguien me sopló, demonios, que Erik aquella noche en Córdoba no estaría a la batería.

Del porqué Los Planetas molan más que usted

Aquella semana de antes del concierto se hizo larga. Y no tenía por qué: el frigorífico seguía funcionando, había comida china y flamenquines congelados de Samoa, había fairy en el fregadero de la cocina, aún podía pagar la luz, y salía agua caliente por la ducha. La despensa de mi casa pequeño-burguesa desfallecía por entonces solo los días impares de la semana. Que yo recuerde, nunca pasé hambre.

Antonio, el del bar El Tirantes, por entonces, me fiaba.

Yo soy de los que dan gracias a Dios cada día por tener agua caliente y un maldito techo donde dormir todos los días. Poco más hace falta. Quizás unas cruzcampos, de tacón, pero poco más. Pero es que, maldita sea, venían Los Planetas. Y me puse -aún teniendo spotify, por morbo- una cassette de Los Planetas.

Concierto de Los Planetas en la Sala Impala

Concierto de Los Planetas en la Sala ImpalaÁlvaro García de Luján

Y entonces, pasó

Pongámonos en situación. Conocí a Floren -el guitarrista de Los Planetas- una noche en el Bar Automático de calle Alfaros hace no demasiados años- mientras él pinchaba vinilos. Nos dieron las tantas, como solía ser lo correcto. Un buen tipo. Después, coincidimos un par de veces en El Perro Andaluz cuando yo trabajaba de tabernero en esa irrepetible taberna. Por entonces yo era profesor en una academia de repetidores entresemana, y trabajaba, en aquella taberna, los fines de semana. No me pregunten por qué. Una vez, es lo que cuenta, es lo importante, él me dio un abrazo. Todavía conservo aquella camisa. Floren. El de Los Planetas.

A un Jota demasiado generoso lo saludé una tarde en el Bar Correo hará quince años el próximo abril.

Los Planetas, decían los entendidos de la imprescindible, políticamente correcta, algo boba y razonablemente estúpida -porque una cosa no quita la otra, melones- revista Rockdelux, lo inventaron todo y también, osados, la nada. Clichés, drogas y -si le echaban ganas- buen pop. Así de este modo muchos medios y revistas especializadas supuestamente cool y fartuscas definieron a Los Planetas durante un par de décadas. Vinieron a decir, los modernos -esa curiosa especie inane-, que Los Planetas copiaron mucho más de lo que aportaron. Que os zurzan, anglófilos.

Pero fue el primer grupo que nos cantaron en español que nuestras vidas lo mismo que fracasan pueden llegar hasta el éxtasis católico -imposible que no- en una melancolía de guitarras criminales, rasgadas y drogotas. No hace falta ser creyente para ser católico. Qué les voy a contar. Porque Los Planetas fueron el éxtasis más parecido a San Juan de la Cruz, que a mil vidas en Roma. La leche.

Ya en los alrededores del Polígono de Chinales

Edu y César llevaban desde el mediodía liados, cuando yo sabía que aquella noche me darían las tantas. Eso me dijeron. Bar Correo, Carrasquín y después media ración de lengua en la la taberna El Abuelo. Joder, así no se falla. Pensé.

Yo iba con prisas.

Porque antes tenía que recoger a Alonso y a Araceli en la estación porque llegaban desde Sevilla. María venía desde Madrid. Antonio llegaría después de currar. A Elena la vería en la sala, ya con el concierto empezado. El melenas, pletórico, llegó a última hora. No supe dónde acudir a recibirles, así que decidí no recibir a ninguno. Me pareció lo más sensato. Todos íbamos al concierto.

Antes, dejé la vespa en la cochera aquella tarde por la cuenta que me pudiera traer.

Porque aquella noche toda España -¿hay algo más metafísico, contradictorio y hermoso que ella?- se daba cita aquel día de finales de enero en una nave del polígono de Chinales en Córdoba.

La cosa es que quedamos en un bar en la avenida de la Virgen de las Angustias -qué mejor- bordeando la felicidad, en Valdeolleros. Allí habíamos quedado unos cuantos. Seríamos unos quince. Algunos llevaban botines chelsea, otros New Balance, los mejores unos apache como mi querido Tío Mike. Todo era casi maravilloso. Como casi así fue.

En la Sala Impala y qué puedo hacer

Pase de prensa. Ya en la Sala Impala, busqué hueco, cámara en ristre, para tirar fotos con la cámara Canon. Todos parecíamos ser felices. ¡Hazme una foto! Clac clac clac Y dale. Eh, eh, eh, aquí. A ti que eres guapa. ¿Tienes novia? Va. Imposible.

Rude boys, indies, mods, clases medias y algo de agropop. Aquella noche cabía de todo en la sala Impala.

Cupo la nostalgia indie noventera en todo esto, nada serio, pero eso fue los menos. Lo que aquellas ochocientas personas vivimos aquella noche en la Sala Impala no iba de un revival para divorciados. Juro por Dios que no. Fue algo más.

Y, entonces, ocurrió. Los Planetas. Así, como si fuera tan suyos. Y entonces recordé que me gustan las corridas de toros, las películas de Iván Zulueta, las mujeres -oh- y correr vaquillas en los pueblos del norte de Córdoba como a un tipo que razonablemente le molan Los Planetas.

Aspecto de la Sala Impala antes del concierto

Aspecto de la Sala Impala antes del conciertoÁlvaro García de Luján

Los Planetas y por qué deberías haberte subido a una azotea con una escopeta

Cantar sobre drogas y amor absoluto como pocas veces se ha cantado fue bendecido con De Viaje. El fracaso pop redondo pasado por la sartén vana anglosajona del Qué- Puedo-Hacer. Si Está Bien fue nuestra vida en plena crisis del régimen del 78 como no se cantó jamás, como no dolerá jamás. 10.000, el eslabón perdido entre lo outsider, el puticlub más triste y desalentador y nuestra ex que sale con otro. A Jesús –así se llama el tema- le revive el desconcierto de sus guitarras y de mis vecinas del tercero. Estos últimos días arranca tripas y deseo. El sentimentalismo encantadoramente infantil y perfecto de Brigitte. La angustia drogota del desamor que destila esa cumbre del pop pocas veces alcanzado llamado Rey Sombra.

Porque nos vamos acercando.

Concierto de Los Planetas en la Sala Impala

Concierto de Los Planetas en la Sala ImpalaÁlvaro Sánchez de Puerta

Desorden. Posiblemente sea el mejor tema del disco –lo que es lo mismo que decir que sea uno de los mejores temas jamás hechos en este mundo que gira sin rumbo- duro, sentimental y hermoso. La Caja del Diablo es un ascenso lento y codicioso que nos empuja a rozar un inesperado confortable infierno que descansa en ese mismo rincón del techo que es lo último que ves todas las noches antes de cerrar los ojos; y es también la caricia de la inmortalidad cuando roza el fuego amigo de algún acertado por bendecido francotirador ruso.

Mientras, entre los acordes planetarios, saltábamos todos en la Impala como si no hubiera un mañana.

Hace poco más de 30 años que salió el primero de Los Planetas. Porque yo anoche lo vi, el mejor concierto del Mundo, y fue en Córdoba. Y usted, aunque no lo quiera Dios, no.

comentarios
tracking