Fernando Alfaro o la épica de la revolución en domingo
El autor presentó su libro 'Mundo turbio' en Córdoba y ofreció un concierto acústico

Fernando Alfaro
No me gustan sus canciones. Su cara es triste. Tengo cosas mejores que hacer. Está demodé. ¿No era ese el que cantaba sin camiseta en un grupo indie de los ´90? No sale por los 40 Principales ni por Onda Melodía. No puedo, he quedado para clase de yoga grupal en el parque de la Asomadilla.
Carámbanos. Pudo haber mil excusas como estas para no haber asistido al concierto de Fernando Alfaro ayer domingo por la tarde, pero bien saben que eso no les salvará. ¿Que estaban en misa? Haber ido a la de una, pazguatos.
Lleno hasta la bandera en la coqueta La Boca, refugio de inclasificables día y noche. Lo mismo uno se zampa un tataki en su restaurante, que despacha una litrona en cubitera en una de sus mesas de merendero en el patio, camino de su prima hermana la taberna El Perro Andaluz donde poder devorar una japoburguer, al otro lado de aquel. Y siempre con hilo musical trepidante por su media docena de esquinas. La mejor trinchera de Córdoba, escuché una vez. Posiblemente sea verdad.
La víspera, me recogí a una hora sensata. Y no fue fácil. Los amigos del barrio y alrededores teníamos cita ineludible en el campito de fútbol del Barrio del Cámping, para celebrar la verbena anual organizada por los vecinos donde papear arroces de Casa Tejada y vino en packing box. Aún así, me despedí a la francesa tarareando algo de Surfin´ Bichos.La larga sombra de Surfin´Bichos
Aquella misma mañana del concierto, Fernando Alfaro había presentado su libro Mundo Turbio de la mano del poeta Curro Bernier, un amigo que seduce a base de sonrisa elegante y guasa a trompicones.
Una primera ojeada a la concurrencia, poco antes del inicio del concierto, no daba lugar a dudas. Si alguna vez hubo fauna «chic» en Córdoba, toda ella se dio cita ayer tarde en La Boca. Inapropiadas bolsas de tela tan de moda con eslóganes guapos y absurdos, mayormente en inglés, para ellas; camisetas variadas dos tallas menos de lo adecuado y pilladas en un mercadillo de Berlín o en el piojillo de los viernes de Las Margaritas, para ellos; alopécicos en camisa hawaiana de buen corazón; muchachada, en definitiva, con ganas de reencontrase con un mundo al margen de lo que se cuece al otro lado de la calle San Fernando. Con todo, casi cien personas -copa de Luis Felipe en mano- nos dimos cita en el concierto de ayer. Mi amigo Ricardo, quién si no, llevaba un elegante traje mil rayas mientras pedía té.
Y empezó. Las canciones de Alfaro son duras como quedar siempre tercero en cualquier podio, como pilas de marcapasos a los cuarenta, como jurar en arameo en la época de la cancelación; un penúltimo reducto hecho canción a base de retazos de farmacopea y desamor.

Fernando Alfaro en La Boca, Córdoba
El ex-Surfin´Bichos y Chucho la lió ayer tarde en La Boca con una serie de canciones como Aráñame con cariño, El Rey del pegamento, Mi anestesia, Ricardo ardiendo -no podía faltar-, Sangre en los surcos, Oración del desierto, Inés Groizard, Mis huesos son para ti, Un ángel turbio -está al caer-, Mi hermano carnal, Camisa hawaiana de fuerza y Extintor de infiernos.
A los bises, como no podían faltar, interpretó en acústico himnos generacionales como Gente abollada, Fuerte y Magic.
Me llamo Fernando
Terminado el concierto y apurada la copa de Luis Felipe, fui bandeando vestido de domingo el trasiego de modernos -y todo lo contrario- hasta dar con Alfaro. ¿Fernando, te importa si nos sentamos en el patio y te hago unas preguntas para La Voz de Córdoba? Claro, muchacho. Me respondió.
Y hablamos largo y tendido. Y me habló acerca de poetas y cantantes malditos como Haro Ibars o Fernando Márquez «El Zurdo», de que el arte es injusto y cruel, como quizás no pueda ser de otro modo, y que rara vez se alcanza y que si se consigue solo es prescindiendo de toda artificialidad, sin cortapisas. Fernando Alfaro presume de ser padre. En un momento dado, le pregunté por los discos más queridos de su dilatada discografía: «Si hablamos de Surfin´Bichos pudiera ser Fotógrafo del cielo» como disco conceptual y grabación inolvidable. Si lo hacemos de mi etapa en Chucho, sería Tejido de felicidad.
Fuimos terminando la charla -más que entrevista- no sin antes hablar sobre su vida actual tras un periplo de casi cuarenta años en la música. Una vida ordenada tras años de tumulto y movimiento. Dejó atrás Barcelona y ahora vive en el pueblo de sus ancestros en Albacete. «¿Volverán alguna vez Surfin´ Bichos?» -descerrajé-.
Y no quiso o no puedo contestar.