El Mercado a secas
«Para el cordobés de a pie sigue siendo tan medieval como la Calahorra que da sombra a las camas elásticas para los niños, tan romanas, tan medievales, tan renacentistas»
No podía ubicarse en otro sitio: la Corredera. Cuando en 2001, con una plaza recién reformada tras un largo camino de años y dinero, se decidió implantar en Córdoba el Mercado Medieval se acordó con acierto que estuviera en la Corredera, la referencia mercantil por excelencia que todo cordobés lleva en su subconsciente. No podía estar mejor buscada la ubicación. Aquello, recordarán ustedes, fue un éxito de clamor y creció hasta límites inimaginados. Las calles del entorno llegaron a taponarse de público porque ya no daban más de sí.
Una década más tarde, con el PP, saltó a la otra orilla del río y allí, en Miraflores, se adaptó para satisfacción de los visitantes y cabreo de la asociación de vecinos Puente Romano, que durante estos días no tienen donde aparcar. Allí sigue y allí ha mudado de piel en los últimos años.
La proliferación de mercados medievales por la geografía española hizo que lo que en un principio tenía su puntito se acabara convirtiendo en una rutina. El Ayuntamiento de Córdoba lo incluyó en su calendario de fiestas populares, como las Cruces de Mayo o la Velada de la Fuensanta, pero había que innovar y la actualización vino por la tematización del mercado. Todos hemos visto cómo de la ambientación medieval se pasó a la del Imperio Romano y, ahora, al Renacimiento, al Siglo de Oro español.
Este esfuerzo, a fin de cuentas, queda reducido acaso a ligeros cambios en el vestuario de comerciantes y figurantes, porque por lo demás todo sigue igual. La patata rellena, el choripán y las gominolas de frutas exóticas han pasado de tiempos de Augusto a los de Pedro el Cruel y Felipe II sin rubor alguno. El gorrino sigue dando vueltas sobre las ascuas sin prestar atención a si los camareros van vestidos como ‘milites’ de la Legio X o como los escribanos vizcaínos que servían fielmente en la corte de los Austrias. Da igual, porque la gente va a ver lo que se vende en los puestos y no cómo se lo venden.
A nadie extraña escuchar a estas alturas que en estos días iba a ir, o ha estado, en el Mercado Medieval, que como tal lleva años sin celebrarse. Para el cordobés de a pie sigue siendo tan medieval como la Calahorra que da sombra a las camas elásticas para los niños, tan romanas, tan medievales, tan renacentistas. No es ignorancia, es pragmatismo, porque si a cualquiera le dicen que este año está ambientado en el zoco de Damasco le va a dar exactamente igual, porque en los puestos de Miraflores va a seguir encontrando los quesos del valle del Roncal y los embutidos del Bierzo. Ah, y el pan gallego.
Así que si usted piensa ir hoy a despedirse del Mercado Renacentista busque lo de siempre, que no le fallará, porque si espera encontrarse con las obras completas de Francisco de Vitoria o con bisutería diseñada por el mismísimo Benvenuto Cellini se va a llevar un chasco.