Las asignaturas pendientes del tren
Durante décadas se tuvo que aguantar que el trazado ferroviario dividiera la ciudad con lo que Antonio Gala bautizó como el «dogal de hierro»
Si nos fijamos un poco, las actuaciones ferroviarias de envergadura van dirigidas en dos sentidos: por una parte, a mejorar y a acelerar las comunicaciones y, por otra, a subsanar los errores que, consciente o inconscientemente, se cometieron en el pasado. Curiosamente, las segundas son las más difíciles y las más caras de solucionar.
La llegada del tren a mediados del siglo XIX hizo que las ciudades y pueblos se volvieran locos sin saber las consecuencias que tendría en el futuro. En Córdoba, por ejemplo, se decidió que la estación estuviera alejada del casco histórico y fue cuestión de tiempo de que se viera sobrepasada por nuevos barrios residenciales. Durante décadas se tuvo que aguantar que el trazado ferroviario dividiera la ciudad con lo que Antonio Gala bautizó como el «dogal de hierro».
Aquello se solucionó a la carrera porque había que inaugurar la Expo 92 en Sevilla y ahora se echa en falta que el soterramiento de las vías no hubiese sido más generoso, ya que el trazado ferroviario sigue dividiendo a la ciudad, pero en los extremos.
Son las consecuencias de tener una estación de trenes en el centro de la ciudad. En Segovia han hecho una nueva desde la que se tarda lo mismo en llegar al acueducto en autobús que a Madrid en AVE. La han alejado unos seis kilómetros y pronto estará rodeada de bloques y de jardines.
En Córdoba solucionamos nuestro problema, pero en dos barriadas periféricas, las más próximas al casco urbano, aún siguen batallando para quitarse de encima la molestia de estar divididos por el tren.
Las soluciones se buscan desde hace décadas. Las formaciones políticas que han tenido responsabilidad en el urbanismo municipal han prometido soluciones en campañas electorales que a la hora de sentarse en el sillón de la avenida de la avenida de Medina Azahara se han visto irreales porque han topado con la soberbia todopoderosa de ADIF.
El caso de Villarrubia se resume en algo tan simple como en la construcción de un paso elevado sobre las vías para sustituir uno subterráneo que se hizo a la vez que la estación nueva y que es tan chapucero que a esas alturas ya no tiene solución, por lo que se reclama un paso elevado. El Ayuntamiento señala a Adif y viceversa, y de ahí no salen.
En Alcolea, por su parte, lo tienen más complicado. En pleno centro de la barriada tienen un decimonónico paso a nivel de los que ya no quedan. Desgraciadamente, las víctimas que se ha cobrado son numerosas, además de las molestias que ocasiona cada vez que suena la campaña y baja la barrera.
Lo más cerca que se ha estado de eliminar el paso a nivel fue cuando se llegó a la conclusión de que había que desviar el trazado ferroviario. En cualquier otro lugar sería más fácil diseñar que las vías fuesen por otro sitio, muy alejadas de las viviendas, pero en Alcolea esta salida es altamente compleja por el uso ferroviario que tendrá la Base Logística del Ejército de Tierra y que fue uno de los factores por los que el Ministerio de Defensa se decantó por La Rinconada.
Ante este panorama lo peor que se puede hacer es tirar la toalla. Los vecinos, los políticos y las instituciones tienen que batallar sin respiro porque cuando se quiere sí hay soluciones.