De este agua no beberéRafael González

El autoveto patriótico

«Hay que tener mucho cuajo para comportarse ante tamaños retos como el niño malcriado que ,cuando se enfada, se lleva la pelota»

Actualizada 05:05

Nos vetan en los medios de comunicación"José Ramírez del RíoDiputado electo de Vox por Córdoba

El lamento voxista por antonomasia y más llorado desde el lunes es el del desafecto mediático, lo cual no deja de ser paradójico en cuanto a su forma frente a esa otra manera del pecho descubierto – a mí la Legión- para enfrentarse a los wokes, los globalistas, el feminismo trans, los agendistas climáticos y el rojerío identitario postmarxista al que media España y Txapote han abrazado en las últimas elecciones. Andan desde Vox como comenzaron hace algunos años: los medios no les quieren. Y, en efecto, debido a esa descompensada realidad un voto para Vox tiene el triple de trabajo que el de un almodorovariano sumarista o un perrista sanxiano, que cuentan hasta con los podcasts feministas mejor subvencionados. No resulta fácil caer simpático -no digo ya que te voten- cuando eres el encuadre mediático que te dibuja como la ultraderecha de la derecha extrema. Vox ha tenido que luchar, y lo sigue haciendo, contra todos los relatos y todos los del relato.

Una vez perdidas y desarmadas las elecciones, al silencio de los casquillos herrerianos, los yuncazos de Jiménez Losantos, los tanques de Prisa y de Mediaset y los dos contra uno de La 1, les queda a los conservadores el sonido hueco del lamento: nuestro diputado testimonial Ramírez del Río ha repetido que los medios les vetan. Hay algo peor que eso y que aquí hemos denunciado, y es que el framing es tan tenebroso como mendaz desde que Vox apareciera en Andalucía, cuando hicieron posible que Juanma Moreno se convirtiera en Juanma y Vox fue transmutado, acto seguido, no en un apoyo leal al gobierno inédito andaluz sino en el demonio comemenas, en el machista negacionista y en el franquismo redivivo. Vox no era, por tanto, lo que realmente es sino lo que dicen que es o era, todo un reto comunicativo gordiano de primer orden para los asesores de verdad, no los supuestos influenciadores del Youtube y el Twitter que tratan de explicarnos con vísceras y gónadas pero poco cerebro qué es Vox. Porque al final esto va de política y marketing, que vienen a ser lo mismo. Y de jugar unas reglas incluso en campo hostil, que es todo, desde los medios prisaicos hasta los diarios centrados. En Vox se han empeñado en pelearse con tirios y troyanos sin más rigor que el enfado inmaduro, la rabieta tonta, el bota y rebota que en tu cara explota. Así, han dejado colgados a ABC, han montado un número pimpinelesco por El Hormiguero, les ha dado un ataque de cuernos con Federico – y viceversa- y prohíben la entrada a periodistas de Prisa a sus actos (ahí se observa una interpretación variable de la carta magna) aunque sí se conceden entrevistas a El País.

En este contexto les contaré algo que nos sucedió en las pasadas elecciones municipales y que no hemos desvelado públicamente hasta ahora por cierta caballerosidad y por respeto al propio proceso electoral, el mismo respeto que la candidata a la alcaldía de Córdoba no tuvo ni con este medio, ni con sus lectores ni, por supuesto, con los posibles votantes de su formación, a los que les quitó la posibilidad de conocer las propuestas de Vox para el municipio.

Unos días antes de realizar la entrevista que apalabramos con los principales candidatos – también con Vox- se nos informó mediante la responsable de prensa que la candidata había decidido no acudir a dicha entrevista. Hubo que cambiar la promoción gráfica ya publicada del evento -que retransmitíamos por Youtube- y nos negamos a aceptar su inamovible condición o precepto, que consistía en la imposición de su número dos en la lista para la entrevista o nadie más. Resultó que nadie más de Vox, claro. Porque la misma dignidad que algunos abanderados manifiestan para defender España la tenemos nosotros para España y para este oficio. Sospechamos que el motivo de tal desplante – porque nunca lo ha explicado- estuvo en la crítica que desde este medio hicimos a su nombramiento como candidata. No era una crítica por ella, que merecía todos nuestros respetos, sino porque consideramos que fue un error estratégico que por cierto también se dio en otras localidades, donde la formación de Abascal acabó internamente como el rosario de la aurora.

Lo que hicimos se llama libertad de expresión que es algo que a veces hay que recordar a los liberalios y las liberalias de última generación. Descubrimos, eso sí, que nadie le había explicado a la candidata, aunque fuera en modo Yolanda Díaz, que a la política se llega llorado de casa, y que la piel fina no es buen abrigo cuando alguien pretende ostentar un cargo público sometido al habitual control de los medios y la opinión pública, además del de los contribuyentes. Esa falta de visión estratégica, ese desconocer en qué liga se juega y cómo es, de momento, el mundo, es lo que demuestra Vox con su política de vetos en la comunicación, en la que si tuvieran las necesarias tragaderas de bilis y mano izquierda – o diestra, si la prefieren- habrían negociado ya con algunos medios, cuando menos, la nefasta, pesada e incierta denominación que les tilda de ultraderecha, para no ser utilizada como constante comodín descriptivo. El patriotismo siempre requiere sacrificio.

España es un lugar peligroso para la decencia y el sentido común, que son dos aspectos que abanderan desde Vox como conquistas futuras en el horizonte. Hay que tener mucho cuajo para comportarse ante tamaños retos como el niño malcriado que ,cuando se enfada, se lleva la pelota. Y hacerlo además con medios que no te son hostiles pero sí críticos cuando deben serlo. Si lo que quieren es servilismo, que cambien de nombre, pero PSOE y Sumar ya están registrados.

El castigo mediático y político que Vox ha sufrido en estas elecciones ha sido desmesurado, mendaz, injusto, soez y con resultados negativos, al final, para toda esa media España que quería ver a Sánchez fuera de la Moncloa. Un castigo que aún continua porque lo que buscan las grandes marcas es que Vox desaparezca y no les quite parte del pastel que consideran solo suyo. Lo vimos con UPyD y con Ciudadanos y, los de mi edad, con el CDS. No hay nada más ruin que presenciar a los liberales de salón y a los prestigiados demócratas culpando a Vox por existir y a sus votantes por elegir a Abascal y su proyecto. Por eso es más incomprensible esa huida voxiana cerrándose a los canales de información cuando consideran que el trato no es o no será el adecuado, o por cuitas personales fruto más de la soberbia que del honor. Esos autovetos solo añaden confusión, y los que los padecen alimentan la sospecha que la gran mayoría corifea proclama, y que no es otra que con Vox peligran los derechos fundamentales.

El de opinión e información, de momento, parece que sí, según se levanten con el patriotismo actualizado al modo Meloni o con tintes grises de NODO.

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