Respetar el Adviento, volver al Misterio
Hace unas semanas, uno de los sacerdotes que ofician la misa del domingo en la Iglesia de los trinitarios, más conocida como Jesús Rescatado, recordaba en su homilía la belleza indudable de un Belén que puso hace unos años el Ayuntamiento en las Tendillas. Destacaba que en él no faltaba nada, salvo paradójicamente el Misterio. En efecto, estaban los pastorcillos, los Reyes Magos, y cualquier tipo de figura añadida o elemento decorativo. Pero no la Virgen María, San José y el Niño Jesús. Un Belén desbelenizado o un Nacimiento desnacido. Su homilía estaba destinada a criticar el consumismo desaforado partiendo de este hecho, además de la falta de respeto al Adviento, la época de preparación ante la venida de Cristo, ya incluso ausente en las celebraciones.
Lo cierto es que en esta época en la que cada vez más personas desean un feliz solsticio de invierno sin sentir vergüenza propia aunque provocando la ajena, apostar por el respeto al Adviento es equivalente a predicar en el desierto o, atendiendo a las fechas, en una erial cubierto por la nieve. Si sólo fuera ya el consumismo estaríamos contentos, pero lo que encontramos desde hace lustros es una competición entre ciudades y pueblos por ver quien pone en marcha un no-Adviento o sinadviento más vulgar.
En el caso de Córdoba contamos con un espectáculo de luz y sonido que bien se pudo utilizar en Guantánamo para hacer confesar a los reclusos, pues la voz nasal de Miliki emitida a catorce millones de decibelios por encima del umbral considerado compatible con la vida hace preferible el ahogamiento simulado con toalla en la cara. He visto industrias abandonadas con más glamour que los hierrajos instalados en Cruz Conde, donde un transeúnte poco precavido puede quedar deambulando aturdido por un villancico de María Carey que le ha hecho perder la razón al afectar a la trompa de Eustaquio. Ahí tienen a ese pobre hombre vagando entre Marta y el Palacio de los Caramelos sin poder salir del bucle. Que alguien le ayude a sentarse y le traiga un chocolate calentito.
Plazas invadidas por mercadillos; bulevares y jardines de Córdoba con cacharritos de feria y todo tipo de ocupación del espacio público desde finales de noviembre, llevan dos décadas intensificándose y combinándose con cabalgatas lisérgicas en las que uno no sabe qué tipo de carroza o personaje puede aparecer en combinación con unos Reyes Magos a los que se les exige una preparación curricular cada vez mayor. Antaño les bastaba con cierta compostura y no descalabrar a demasiados niños con los caramelos, hoy deben ser capaces de manejar cualquier tipo de vehículo y no será raro que pronto les demanden tanto acrobacias como el uso avanzado de la Inteligencia Artificial. A ello sumemos unas cenas de empresa capaces de rivalizar con Resacón en las Vegas y que hacen en diciembre el agosto de ciertos camellos escasamente artiodáctilos. ¿Es este el Adviento de una sociedad culturalmente católica?
- Es usted un aguafiestas y un vinagre.
- Le voy a dar así con el bastón que guardo de cuando salía de pastorcillo.
Desde finales de los años 60, la propaganda anti-católica ha conseguido que muchos españoles rechacen su religión connatural con la fuerza del estímulo-respuesta pauloviano, tal es la intensidad del ataque. Conozco casos de personas que han vuelto a misa en la edad mediana y se lo han llegado a ocultar a su familia avergonzados, como si estuvieran jugándose los ahorros en el bar de apuestas. Tal cual. Otros, con esa repulsa provocada, buscan un asidero espiritual y terminan en disciplinas como el yoga, el reiki o la meditación, que exacerban el narcisismo del que pretendían escapar y que los hacía infelices e incompletos. En este punto hay que situar el ataque al Adviento por la chabacanería absoluta, hasta el punto de generar Nacimientos sin Misterio.
Antes de que nos coloquen en el portal de Belén al mismísimo demonio como reivindicación de la Pachamama, quizá haya que pensar que esos predicadores en el desierto sean, seamos, más de los que creemos, y se pueda apostar por una Navidad respetuosa primero con el Adviento, y con una sencilla ilusión después en el momento adecuado que parta de fechas, conmemoraciones y festividades exclusivamente católicas.
- ¿Ha dicho católicas? ¿Eso no es franquista?
- Le voy a dar otro zurriagazo.
Una ciudad como Córdoba, de tradición católica y con cuatro patrimonios de la humanidad, debería aspirar a una Navidad acorde con sus fabulosas e históricas características, en lugar de convertirse en la copia, de la copia, de la copia, de la copia, de la copia falsa de un Nueva York inventado. No a las horteradas, no a las ordinarieces. Por una Navidad como Dios manda, nunca mejor dicho, respetemos el Adviento y volvamos al Misterio, pues es la llegada del hijo de Dios lo que se celebra.
Si ha pensado esto alguna vez manifiéstelo sin miedo y sin complejos, que ruido, lucecitas, colorines, chorradas y solsticios ya tenemos por doquier. Y lo que está por venir.
- ¡Felices saturnales!
- Mire lo que le digo, usted no llega a ver la lotería.