La huella cordobesa de Ábalos
Su pose era la de quien tiene todo bajo el control de la fuerza y no imaginaba que algún día se iba a deslizar por la tolva de la trituradora de carne política
Precisamente en estos días se cumple un lustro de cinco años, de los de toda la vida, no de los de 25 años como dice el ministro de ¿Cultura? Ernest Urtasun, de una visita de José Luis Ábalos como ministro de Fomento que dejó en Córdoba la huella de la dimensión real del personaje.
Fue en una tarde soleada de febrero cuando al socialista implicado hasta las cejas en el caso PSOE, que estaba de paso por aquí, se le ocurrió almorzar en Córdoba y en la hora de la siesta convocar a la prensa en la Subdelegación del Gobierno para hace una batería de anuncios a bombo y platillo, con fuegos de artificio incluidos, para demostrar los cariñitos que el Gobierno de Pedro Sánchez hacía a Córdoba.
Todo fue muy raro e inusual, acaso porque el cuestionado Ábalos era el primero en saber que todo lo que iba a prometer para Córdoba iba a ir al rato directamente a la papelera del Ministerio, porque no tenía intención de materializarlo. Pero había que hacerlo: todo por la foto.
Eran los días en los que Ábalos lo era todo en el Gobierno y en el partido. Y se le notaba. Su pose era la de quien tiene todo bajo el control de la fuerza y no imaginaba que algún día, como ahora, se iba a deslizar por la tolva de la trituradora de carne política. Ay.
Todo esto lo confirmaban las sonrisas de quienes lo rodeaban, entre temerosas y complacientes. Era el coro de palmeros y ‘agradaores' que siempre acompaña al poderoso con independencia del color político. Y ese poderoso quiso dejar huella (efímera) en Córdoba con anuncios grandilocuentes que al poco se demostraron que eran un bluf, un engaño, una tomadura de pelo pero Ábalos estaba ya en otra cosa.
Aquella tarde se sacó el ministro de la chistera el anuncio de una de las dos estaciones de Cercanías que la ciudad necesita y de las que aún carece. Aquí siempre ocurre lo mismo: la ciudad necesita dos comisarías o dos estaciones de Cercanías y después llega un Gobierno del PSOE y las deja en una.
Aquella estación anunciada por Ábalos era la situada en los Santos Pintados, en la esquina con la calle Pedroche. Para dar mayor rotundidad a la venta de la burra, se anunció que la licitación de la obra sería en el inminente mes de marzo, pero a los pocos días llegó marzo y nada de nada, como era de esperar. Aquello ya olía mal, porque en el séquito figuraba la entonces presidenta de ADIF, Isabel Pardo de Vera, a quien se le pilló cuando se le preguntó por el importe del proyecto y respondió que, bueno, ejem, que eso ya se vería. Lo dicho: un bluf.
Aquello se venía abajo por momentos y se olfateaba claramente que había sido una pérdida de tiempo porque lo único que se buscaba era la foto con sonrisas, abrazos y achuchones. Pero aún quedaba el fin de fiesta, la traca final. La entonces alcaldesa, Isabel Ambrosio, puso ojitos al ministro y le pidió que de una vez por todas se rotule con el nombre de Luis de Góngora la estación del AVE, que ya lo ha decidido el Pleno en dos ocasiones, en 2011 y en 2014, y que el Ministerio se ríe de nosotros. Ábalos, con voz de sochantre, que es la que reserva para las grandes ocasiones, le dijo a Ambrosio que tranquila, que eso estaba hecho. Jajajajajaja