¿El Esparraguero, en peligro?
En su interminable alocución, leída a trompicones por haber salido de mano ajena, desgranó una serie de medidas rompedoras y progres que piensa llevar a cabo
Estoy preocupado con las palabras del ministro de Cultura, Ernesto Urtasun, de verdad. La que ha liado el tío con lo del «marco colonial», la enésima cortina de humo de un Gobierno que va de tropezón en tropezón hasta el desastre final. Su primera intervención en la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados de esta semana no tiene desperdicio. En su interminable alocución, leída a trompicones por haber salido de mano ajena, desgranó una serie de medidas rompedoras y progres que piensa llevar a cabo y que no tienen nada que ver con lo que el ministro pensaba cuando era un atildado estudiante del pijísimo Liceo Francés de Barcelona.
De entre todo el catálogo de despropósitos del ministro lo más llamativo de todo es lo del «marco colonial» que no se atrevió a definir para dejarlo en una nebulosa y el día de mañana concretarlo al albur de los acontecimientos.
Urtasun habló del «marco colonial» y lo limitó a los museos nacionales, por lo que la intelectualidad y el mundo de la cultura de verdad se han temido lo peor con toda lógica. Todos hemos pensado en El Prado y en el Museo de América, pero también está incluido el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida ¿o no vinieron los romanos a colonizarnos? ¿Y los árabes?
La estrategia es conocida: se establece un marco que aparentemente duela poco y luego se va estrechando progresivamente hasta llegar a lo concreto. Primero es el Museo del Prado y después vamos descendiendo de nivel y para eso se encargan los grupos de extrema izquierda en parlamentos regionales y ayuntamientos para, como dicen ellos, crear opinión y seguir con las tropelías.
En Córdoba se pueden hinchar. Ya me estoy imaginando los comunicados firmados por una lista interminable de plataformas y de colectivos que nadie conoce y a nadie representan. Ya les estoy viendo pedir recuperación, memoria y dignidad para el pobre de Garcilaso de la Vega, el fruto de la violación de un capitán castellano a una débil indígena peruana. Colonialismo puro. La verdad de lo ocurrido da igual porque la historia auténtica es la que tiene un sesgo indigenista, donde el 50 por ciento de la sangre del Inca Garcilaso, algo a lo que nadie nunca ha ocultado ni ha dado relevancia, será la causa por la que se reescribirá la historia para hacer del gran escritor mestizo lo que no fue, porque a buen seguro que omitirán intencionadamente que terminó sus días como clérigo y fundó una capilla en la Catedral cordobesa.
Más riesgo aún tendrá la imagen del Cristo de Gracia, conocido popularmente como el Esparraguero. Cualquiera con un mínimo conocimiento de la ciudad puede aportar los dos o tres nombres de quienes se va a apresurar a abrir una recogida de firmas en change.org para que se devuelva este Crucificado a las comunidades indígenas de Puebla de los Ángeles bajo el torpe argumento de que es fruto del expolio colonial. Claro que sí. Qué malvada y franquista fue doña Francisca de la Cruz por regalar esta imagen, elaborada por unos indígenas explotados, sin convenio laboral incluso.
Hay que confiar en que lo de Urtasun quede en nada, que se dedique con tesón a recuperar el aranés y a fomentar su práctica en el resto de España, porque el camino del mal llamado colonialismo nos puede llevar a numerosas situaciones de risa y de terror.