Domingo Suárez, secretario provincial de la ACdP en Córdoba
«El objetivo no es otro que servir y dar ejemplo»
Licenciado en Derecho, Policía Nacional jubilado y católico comprometido, ha sido nombrado para estar tres años al frente de los Propagandistas cordobeses
Acaba de clausurar la XIV edición de las Jornadas ‘Católicos y Vida Pública’ en Córdoba anunciando que el próximo año, y con carácter nacional, se celebrarán también en esta ciudad que durante dos días ha rendido tributo a Chesterton y ha dado testimonio público de fe. De eso se trata: testimoniar. Con la palabra pero sobre todo con el ejemplo. Los Propagandistas lo hacen desde 1908 y no siempre con el ambiente o las circunstancias a favor, que por otra parte es el sentido verdadero que tiene propagar el Evangelio. Bien es cierto que Domingo Suárez (Huelva, 1955) tiene un excelente terreno abonado en una diócesis vigorosa y con numerosos laicos comprometidos y trabajadores. Pero siempre queda más por recorrer y una mejor manera de hacerlo.
Este policía nacional jubilado ( ¿se jubilan realmente los policías, los médicos o los obispos?) ha tenido una prolífica y brillante trayectoria profesional no exenta de sacrificios y traslados. Su retirada de la primera línea laboral se produjo en Roma, que no es mal sitio, además de un estupendo colofón para quien necesitaba cada mañana caminar hacia el Vaticano y coger así ímpetu para afrontar el día y sus afanes.
Ahora el Consejo Nacional de la ACdP le ha confiado tres años al frente de los Propagandistas cordobeses, un cargo que asume, según cuenta en esta entrevista con humildad, gratitud y muchas ganas de que el mensaje llegue a más sitios.
- ¿Cómo se propaga la fe con tantos altavoces en contra?
- Pues los sacerdotes, por ejemplo, no solo predican desde el púlpito, sino que también dan testimonio con su modo de vida, especialmente en parroquias y barriadas a menudo desfavorecidas. Su labor trasciende las palabras, mostrando con acciones que Jesús estuvo en este mundo, que es guía y ejemplo para quienes buscan seguir su camino. Además, existen movimientos como Emaús, Effetá y los Cursillos de Cristiandad que reflejan esta vivencia de fe. Estos movimientos no solo inspiran a sus participantes, sino que también proyectan hacia la sociedad un mensaje de esperanza y compromiso. La presencia de propagandistas en puestos clave de la Administración, incluso en niveles tan altos como ministerios, demuestra cómo la fe puede influir en ámbitos significativos. En definitiva, el objetivo es claro: servir y dar ejemplo, haciendo de cada acción diaria una forma de evangelización.
- Uno de los objetivos fundacionales de la ACdP es la unión de los católicos. ¿Estamos divididos?
- Aunque no poseo un conocimiento exhaustivo sobre posibles divisiones en la Iglesia Católica, es evidente que esta se mantiene viva precisamente por la diversidad de corrientes y enfoques dentro de su doctrina. Estas interpretaciones no necesariamente implican división, sino riqueza y dinamismo. En la ACdP, nuestra guía es clara: seguimos al Papa y a nuestros rectores espirituales. Cada provincia cuenta con un consiliario, que es un sacerdote, y a nivel nacional tenemos un consiliario episcopal que refuerza nuestra cohesión. La clave está en integrar los diferentes esfuerzos, corrientes y pensamientos, recordando que la unidad se fundamenta en Cristo, que es el centro de nuestra fe. Aunque la tarea de conjugar estas perspectivas no es sencilla, es un camino que debemos recorrer, conscientes de que el esfuerzo por construir unidad es, en sí mismo, un acto de fe y compromiso.
- Ha hablado de lo importante que es seguir y mantener el ejemplo, pero también lo es cuidar la palabra, ¿no?
- Cuidar la palabra es fundamental, ya que, aunque las mejores expresiones suelen brotar del corazón y transmiten autenticidad, también es importante prepararse adecuadamente. La elección precisa de términos es esencial para evitar que los interlocutores o quienes escuchan puedan sentirse molestos o ofendidos. Es un equilibrio entre hablar desde el interior, con verdad y emoción, y asegurarse de que el mensaje sea claro, respetuoso y eficaz. Las palabras que nacen del interior son las que mejor convencen, porque reflejan sinceridad y compromiso con lo que se vive y se cree. Sin embargo, esa espontaneidad debe complementarse con reflexión y cuidado para transmitir el mensaje de manera constructiva. En definitiva, aunque es vital estar preparado para los retos que este mundo plantea, lo más poderoso sigue siendo dejar que las palabras auténticas fluyan desde lo más profundo del ser.
- De todas maneras la ofensa está hoy en día muy a flor de piel. Mucha gente se siente molesta por cualquier cosa.
- Es cierto que la percepción de la ofensa puede variar enormemente en la sociedad actual, ya que las sensibilidades individuales son muy diversas. Precisamente por eso es fundamental cuidar el lenguaje, procurando que nuestras palabras sean amables, comprensibles y, sobre todo, respetuosas. Para eso también hay que ser sensible.
- Las campañas de la ACdP son audaces y en algunos casos incómodas para los tibios. ¿Suponen también un recordatorio para los católicos para que no se pongan de perfil?
- Las campañas de la ACdP no solo están dirigidas a los católicos, sino también al conjunto de la sociedad, y tienen como propósito generar impacto, reflexión y, en muchos casos, incomodar para provocar una toma de conciencia. Estas campañas son el resultado de un análisis profundo, se lanzan en momentos estratégicos y buscan transmitir mensajes claros y contundentes, tanto en la vía pública como en medios gráficos y digitales. Un ejemplo emblemático fue la campaña que abordó la problemática de los abusos a menores, en un contexto en el que se ponía un foco desproporcionado sobre la Iglesia católica, a pesar de que los estudios demostraban que la mayoría de estos casos ocurren en el ámbito familiar. Esta campaña no pretendía justificar ni minimizar los errores dentro de la Iglesia, que condena y combate esta lacra de manera decidida, sino recordar que es injusto permitir que un solo árbol caído oculte el crecimiento de todo un bosque. La Iglesia, como institución, realiza una labor inmensa y constante en favor de los más vulnerables, aunque a menudo estas acciones pasen desapercibidas.Del mismo modo, campañas como las que defienden la vida o el fortalecimiento de la familia no solo buscan reafirmar principios cristianos, sino también invitar a toda la sociedad a reflexionar sobre la dignidad humana y los valores fundamentales. La comparación con la esclavitud es especialmente reveladora: lo que en el siglo XIX era aceptado, hoy es impensable. De manera similar, estoy seguro que en el futuro el aborto será visto como un acto inadmisible, una violación del derecho a la vida de los más inocentes.
-Usted es policía nacional jubilado. Y ser policía significa también presenciar en primera fila una parte de la sociedad que no es la más agradable en muchos casos. ¿Cuánto le ha ayudado la fe en su carrera profesional?
- Al principio, cuando comienzas, tu principal objetivo es cumplir con tu deber de la mejor manera posible, siguiendo los valores inculcados en casa, en el colegio y en la formación profesional. Sin embargo, a medida que avanzas, te das cuenta de que no solo se trata de ejecutar órdenes o cumplir con el protocolo, sino de aportar algo más: humanidad, empatía y vocación de servicio. Para mí, ser policía ha sido como un sacerdocio, un acto de entrega a los demás. Mi fe y mis convicciones, heredadas de una educación religiosa y de una familia profundamente creyente, me han ayudado a ver mi trabajo como una forma de servir a quienes necesitan ayuda, protección o incluso corrección. En muchas ocasiones, atender a una persona en un momento de crisis, detener a alguien o mediar en situaciones difíciles no solo es un deber profesional, sino también una oportunidad para ofrecer apoyo y esperanza. He visto cómo había padres que se sentían aliviados al saber que una intervención, aunque dolorosa, era lo mejor para alguno de sus hijos. Esto demuestra que incluso en las acciones más duras de nuestro trabajo, como detener a alguien, puede haber un propósito mayor: ayudar a reconducir vidas o proteger a otros. El cumplimiento del deber, tal y como lo establece la ley, siempre ha sido para mí un acto impregnado de valores como la lealtad, el altruismo y la generosidad. El cuerpo de policía también me ha formado a mí, reforzando principios que ya traía desde casa y enseñándome el valor del sacrificio. No solo es un trabajo, sino una entrega total, hasta el punto de que muchos compañeros han dado su vida por los demás. Para mí, esa entrega ha sido una vocación que he amado profundamente, hasta el punto de sentirme afortunado de haber podido vivirla y, además, recibir un sueldo por ello (ríe). Ser policía nacional ha sido más que una profesión: ha sido una forma de vida.
- Ahora tiene por delante otro reto que no es profesional pero sí vocacional. ¿Cómo afronta ser el responsable de la ACdP en Córdoba?
-Con una combinación de ilusión y responsabilidad. Por un lado, me honra la confianza que los compañeros de la asociación han depositado en mí al elegirme para continuar la gran labor realizada por mi predecesor, Antonio Muñoz. Por otro, soy consciente de que este desafío no puedo afrontarlo solo; me apoyo en la colaboración y el compromiso de todos ellos, quienes ya han demostrado su disposición para trabajar juntos, aportar ideas e impulsar iniciativas. Mi objetivo principal será canalizar y coordinar estos esfuerzos, imprimiendo poco a poco mi sello personal, como he aprendido a hacer a lo largo de mi trayectoria profesional. Creo firmemente que necesitamos ganar mayor visibilidad en la sociedad. Para ello, uno de los pasos será reforzar nuestra presencia en redes sociales, para lo cual buscaré la autorización necesaria y así crear perfiles que permitan difundir nuestras actividades y valores de manera más efectiva. Además, continuaremos nuestra implicación en otros movimientos complementarios como Emaús o Cursillos de Cristiandad, que comparten nuestros principios y objetivos, avanzando siempre en una misma dirección. Este reto, sin duda, lo enfrento con la confianza de que, con el apoyo de los miembros de la asociación y la ayuda del «de arriba», podremos superar cualquier obstáculo y cumplir con éxito nuestra misión.