La estación Córdoba Central cumple 30 años
El 9 de septiembre de 1994, el rey Juan Carlos I inauguró oficialmente la nueva estación de ferrocarril de Córdoba
El mes de septiembre de 1994 Córdoba estuvo a caballo de dos estaciones. Y no nos referimos al verano y al otoño. Hablamos de cuando dijimos adiós a la denominada estación central de ferrocarril y al trazado que durante 135 años habían recorrido miles de convoyes y cuyo suelo hollaron millones de personas y saludamos a la estación de AVE que entró en servicio tan solo dos días después. El día 22 de agosto partió el último tren de ancho convencional de la estación que, en breve, iba a ser «jubilada».
El 7 de septiembre, como la canción de Mecano, un grupo de cordobeses acudió a la Estación Central de ferrocarril de Córdoba para despedir al último tren. el último AVE del día, que, partiendo de Madrid, se dirigía a Sevilla-Santa Justa, que hizo parada allí a las 22.51 y de la que partiría a los pocos minutos tras haberse bajado cinco pasajeros y recoger quince, cerrando un periodo que, contando con la primitiva estación de Cercadillas, cerraba casi siglo y medio de historia ferroviaria de la ciudad.
Como si de un muro de Berlín se tratase, algunos ciudadanos que acompañaron al alcalde Herminio Trigo en tan señalada ocasión, que cuando partió el convoy exclamó un más que elocuente «se acabó», aprovecharon para coger de recuerdo alguna piedra de balasto de las que se encontraban en la zona de las vías, que fueron simbólicamente invadidas por el personal allí congregado.
Aunque el 28 de agosto ya había partido el primer tren de la nueva estación del AVE (que sigue sin nombre 30 años después, salvo por ese soserío de «Córdoba Central»), no sería hasta el 9 de septiembre cuando oficialmente se inaugurara la nueva infraestructura ferroviaria por parte del entonces Jefe del Estado, el rey Juan Carlos I, acompañado por el ministro de Obras Públicas y Transportes, José Borrell, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, diputados por Córdoba, entre los que se encontraba Rosa Aguilar y autoridades locales, encabezadas por el propio Trigo y el pueblo soberano, al que le gusta ver a un rey o un famoso más que comer con los dedos, que vio cómo pasaban las autoridades a paso legionario para descubrir la placa y dar un paseo por las instalaciones en loor de multitud y que, tras la marcha del monarca, pudieron pasear a sus anchas por la nueva estación y recordar cuando iban en vagones con bancos de madera, o posteriormente en los departamentos con asientos acolchados y se tardaban 24 horas en ir de Córdoba a Barcelona en el «Sevillano» o cuando tuvieron que subirse a un tren camino de la emigración o la vendimia
También hubo tiempo para la fiesta, ya que tuvo lugar un concierto más que extraordinario a cargo de la Orquesta de Córdoba, dirigida por Leo Brouwer, que deleitó a los numerosos asistentes reunidos en la Glorieta de las Tres Culturas, que se vieron aún más sorprendidos con una sesión de fuegos artificiales, que dieron un tono aún más festivo y ciudadano al evento.
Atrás quedaba una lucha de casi un cuarto de siglo para poner en pie una nueva estación, y un nuevo trazado ferroviario que sustituyera al que estrangulaba a la ciudad y aislaba barrios enteros, de peligrosos pasos a nivel; un Plan Renfe que se remontaba a los tiempos de Alarcón Constant como alcalde, de firma de cesión de cuarteles por parte del Ministerio de Defensa, de titánica lucha por no quedar Córdoba relegada por la alargada sombra de Sevilla, su Expo 92 y la consiguiente construcción de infraestructuras para la ciudad hispalense mientras Córdoba se quedaba con un palmo de narices y aportando ladrillos y cemento de Asland. Ya no habría más trenes circulando por la superficie del casco urbano, paulatinamente se eliminarían las vías que surcaban la ciudad y los pasos a nivel serían suprimidos, dando comienzo a la operación urbanística más importante de Córdoba a lo largo de su historia.
Atrás quedó también, pero no en el olvido, un soterramiento de vías insuficiente, la denominada «joroba» de Asland y un yacimiento romano único en su especie arrasado y sin explotar durante años el que ha quedado a salvo de las excavadoras. Eso sí, nos queda una de las estaciones más feas que usted haya podido utilizar como viajero.
Atrás quedó la idea de crear un Centro de la Imagen en las dependencias que ocupara lo que queda del edificio de la antigua estación, como tantas y tantas cosas que han quedado relegadas a lo largo del tiempo en esta nuestra ciudad. Canal Sur fagocitó gran parte de la extensión del inmueble, otra parte se cedió a la Asociación de la Prensa, en el sitio en el que se previó instalar la Televisión Municipal y el resto sirvió para abrir un restaurante que cerró sus puertas, aunque ahora otro se abrió en su lugar. Todo ello bajo la atenta mirada de uno de los San Rafaeles más olvidados de la ciudad, custodio de la vieja máquina que recuerda que aquello fue una de las zonas de más trasiego de Córdoba
Y lo de llamar Luis de Góngora a la nueva estación (hombre, nueva, nueva, ya va a ser que no) por ahora, nanay de la China.