Los okupas se meten en un edificio del centro de Madrid de 1.000 metros cuadrados
Estos lugares son un foco de inseguridad, Lavapiés sufrió las consecuencias de un piso okupa como La Quimera
El declive de Lavapiés: «Me agredieron en mi propia tienda y nadie me ayudó»
Los okupas han vuelto al centro de Madrid, en concreto al barrio de La Latina. El edificio se encuentra en la calle de Bastero, 1, entre El Rastro y la calle de Toledo, tal y como ha informado el diario ABC. Se trata del principal inmueble ocupado en este distrito tras el desalojo en septiembre de La Quimera en Lavapiés.
Los okupas han explicado que se quieren convertir este lugar en un «eje social y político» y, además, se muestras en «contra de la gentifricación y la turistificación».
En este sentido, apuntaban que este inmueble «llevaba años abandonado». Los allanadores subrayaban que su objetivo es «llegar a ser un lugar de encuentro para los colectivos políticos de Madrid».
El edificio cuenta con cuatro plantas más bajo y tiene una extensión de 1.000 metros cuadrados que intentarán llenar los okupas a toda costa.
Estos lugares son un foco de inseguridad, Lavapiés sufrió las consecuencias de un piso okupa como La Quimera. Peleas, robos, trifulcas, agresiones, violaciones, compra-venta de drogas, quema de contenedores... rodeaban a este barrio.
El Debate se acercó a sus calles para comprobar el estado crítico en el que se encontraban los vecinos. Una vecina nos contaba que a un joven le dio un paro cardíaco en plena calle y como consecuencia se preparó un altercado con quema de contenedores.
El respeto y la educación brillaban por su ausencia en el barrio madrileño, una mujer también nos cuenta una escena que vivió de primera mano. «Fui al locutorio para hablar con mis familiares y de repente entró un hombre diciendo: 'quita tú, que quiero hablar'».
El tráfico y consumo de drogas era otro de los problemas principales que azotan a Lavapiés. «Lo normal es que el vecino que vive debajo tuyo trafique con ellas», nos subrayaba una vecina de Lavapiés con total normalidad.
Anastasia, dependienta de uno de los puestos del mercado de San Fernando, nos cotaba una historia impactante. La joven nos empezó explicando que lleva ocho meses trabajando en Lavapiés, que veía la multiculturalidad como una bonita oportunidad y un buen sitio, pero ese positivismo un día se tornó oscuro.
«Había un chico que vivía en la calle y venía aquí por las mañanas, yo le daba una masilla para que estuviese entretenido e hiciese cosas con ella... Pero un día me agredió en mi propia tienda, además yo estaba aquí sola y nadie me ayudó». La chica concluye diciéndonos que ha vivido más situaciones como esta.