Portada del primer número de la revista MC

Portada del primer número de la revista MC

Crónicas Castizas

Así nació la revista de Mario Conde en el siglo XX

Conocí 'Crónicas Marcianas' de Javier Sardá porque me habían invitado a acudir al programa tras una matanza en un instituto americano. Todos los demás habían rechazado ir a defender lo indefendible para el nuevo mester de progresía, en pleno debate sobre las armas

Nos habían convocado en un chalet de color amarillo, cerca del parque de Berlín. Cuando entramos algunos de los presentes destacaba sobre el resto casi anónimo; nos saludó cordialmente y nos pidió que le llamáramos Mario, lo de señor Conde tenía un tufo feudal y casi humorístico. Con la intermediación de Alonso nos contaron el proyecto, una revista mensual de 400 páginas — hay libros que no llegan a ese volumen—. El contenido sería diverso: política —cómo no—, moda, salud, reportajes, entrevistas... Recordé el título de una obra de Quevedo: «De todas las cosas y otras muchas más», por el maestro Sabidillo. Algunos de los asistentes no aportaban gran cosa; eran como esa compañera de clase que hemos tenido muchos y se sienta en primera fila y habla como un papagayo y pregunta exclusivamente como diciendo: «Profe, estoy aquí, mírame, fíjate en mí».

Al cabo de un rato llegó el momento de sugerir nombres para la publicación y yo lo tuve claro: MC, «los quioscos estaban llenos de revistas, tantas que muchas ni las exponen en el reducido espacio con el que cuentan, el gancho de esta publicación y lo que la hace especial es que la editas tú, Mario». Reaccionó casi con violenta humildad: «De ninguna manera, no quiero que lleve mi nombre», es pretencioso. El coro de los grillos que cantan a la luna salió de forma inmediata en defensa de las tesis del editor y casi me condenan unánimes a las tinieblas exteriores dedicándome miradas de odio africano.

A pesar de que estaba allí postulándome para el puesto de redactor jefe, temí que el empleo temblaba inseguro bajo mis pies, pero aun así insistí: «MC sería un buen nombre y en el primer número ha de salir tu cara para dejar las cosas claras y vender, pues de eso se trata, ¿verdad?». El cariz que tomaba la reunión no podía ser peor para mí, pero insistí en la creencia de que debía ser así si queríamos que la revista triunfase y se hiciera con un nicho propio en el abultado mercado de publicaciones en papel de aquel entonces. Lo de digital aún no estaba ni en el horizonte, aunque tardaría poco en llegar para quedarse.

Esa noche, en mi casa, puse la televisión en cuanto me llamaron para decirme que Mario iba a salir en 'Crónicas Marcianas' de Javier Sardá, un programa que conocí porque me habían contratado para acudir a él tras una matanza en un instituto americano. Todos los demás habían rechazado ir a defender algo espinoso, anatema para el nuevo mester de progresía, en pleno debate sobre las armas. Me pusieron frente a Ramoncín a quien tuvo que jalear Sardá durante los descansos publicitarios, porque, lejos de amilanarme, tomé la iniciativa, a pesar de los intentos de amedrentarme previamente enviando un psicólogo a hablar conmigo en maquillaje que me advirtió compungido de la hostilidad del público, jaleada por los productores, a mis postulados: «Las armas no matan, lo hacen las manos de quien las maneja, no es un problema de instrumento, sino de pensamiento». Les dije que un coche podría hacer más daño. El programa fue antes del año 2000, y eso que aún no estaba de moda entre los sarracenos atropellar masivamente a gente en mercados navideños y plazas públicas.

Yo tenía la convicción y una copia de la licencia de armas de uno de los presuntos pacifistas de la mesa de debate en el bolsillo, no me hizo falta exhibirla. Me gusta vencer sin afrentar.

Que me voy por las ramas. Volviendo a la entrevista con Conde, Sardá preguntó en esta ocasión a Mario por su proyecto de revista. Y ante mi sorpresa, este explicó que había tenido una reunión en que alguien le dijo que tenía que llevar su nombre la revista y salir su cara como mascarón de proa en el primer número que pisara la calle y a pesar de sus reticencias iniciales ahora, en la entrevista explicó su cambio de opinión al razonarlo y pensaba, ya que tenía razón. En ese momento supe que era el redactor jefe de la revista MC, como así fue, aunque tuvo una vida efímera por el bloqueo desde el Gobierno y aledaños a la publicidad, asfixiándola.

Número de Navidad de MC

Número de Navidad de MC

En ese tiempo tuve un editor que no se amilanaba ante la abundancia de trabajo propio o ajeno, pero que te trataba con un respeto desconocido en muchas redacciones y pagaba estipendios por encima de la media en aquel entonces. Fue un jefe interesante y cuando se puso a escribir, más. Por las páginas de la revista MC pasó desde Pérez de Tudela a Gustavo Bueno, del catedrático Calaza a Javier Bleda. Firmaron Torres, Loma, los doctores Togores y Cansino, Castro Villacañas e Ignacio Armada, que siempre llegaba al cierre minutos antes de enviar la revista a imprenta y un ilustre elenco.

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