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Rodaballo

​El auge del cristianismo fue la causa directa de que se consumieran y valoraran más los pescados

Gastronomía

Por qué el cristianismo disparó el consumo del rodaballo

Una pieza consumida como parte de las dietas medievales en diferentes lugares del norte de Europa

La oscuridad, pobreza y hambres de la Edad Media son en gran medida hijas del mito o de la deformación histórica. La investigación histórica y arqueológica nos va desvelando infinidad de detalles sobre la vida cotidiana, y como aspecto que se despega de esta leyenda, se asoma el caso del rodaballo, una pieza consumida como parte de las dietas medievales en diferentes lugares del norte de Europa.

El auge del cristianismo fue la causa directa de que se consumieran y valoraran más los pescados, y los de mar preferentemente sobre los de agua dulce, estos últimos menos estimados. Y aún se producen elecciones y se categorizan las especies: entre los pescados planos como el lenguado o la platija y sus diferentes especies, destacó el rodaballo como fuente de alimentación privilegiada y altamente estimada. En realidad, los hábitos de pesca en la Baja Edad Media en el norte de Europa eran poco conocidos, aunque gracias a una investigación de la Universidad de York se ha aportado luz a esta cuestión y con ello, conocimiento sobre las fórmulas de alimentación a base de pescado fresco en esta época.

Sabemos que durante la Edad Media, cada producto, incluso cada tipo de pescado, estaba destinado a momentos y públicos diferentes, algo que es consecuencia de las sociedades muy estratificadas. Las novedades que aporta esta investigación nos muestran que el lenguado solamente se consumía en ambientes vinculados con la religión, como en monasterios, quizás porque no se valoraran o por su inferior precio.

Así que es indiscutible que la forma de pensar afectaba a la forma de vivir y de comer, algo que se repetía en toda la Cristiandad. Más aún durante el tiempo de la Cuaresma y los días de abstinencia, cuando la demanda de pescado aumentaba y esto obligaba a los mercaderes a incrementar la oferta y estimular la pesca en el norte de Europa.

También la influencia de las culturas escandinavas incremento el mayor consumo de pescado, fortaleciendo así la vinculación entre la pesca, los canales comerciales de la zona y su presencia en las mesas. Lo que, a su vez, provocó un aumento de la pesca de rodaballos durante los S. X y XI en la zona sur del Mar del Norte, con rutas que tuvieron un efecto directo en la sociedad, estimulando el aumento de la población, el desarrollo de las ciudades y la consecuencia directa de ambas circunstancias: una riqueza creciente.

Su destino eran principalmente las mesas de las élites y los monasterios, en ambos casos por cumplimiento del precepto cristiano de abstinencia, especialmente en localidades cercanas a la costa; probablemente también por la extraordinaria elección que suponía degustar un buen rodaballo. Así que la leyenda del rodaballo como el «faisán del mar», se cumple desde hace bastantes siglos, al menos veinte, porque en el Imperio romano también fue un bocado de lujo.

La cuestión, en el caso del rodaballo, es que las piezas buenas, sabrosas, de categoría, mantienen la calidad independientemente del tiempo en el que se viva, incluso de las circunstancias y de la valoración social que tengan. El rodaballo siempre fue, y ahora lo sabemos fehacientemente, un excelente pretexto para gozar de los buenos productos del mar, siglos antes o después, y más cuando los días de abstinencia proporcionaban segundones de la calidad de este delicioso pescado plano.

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