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El Príncipe Guillermo, Camila Parker y el Rey Carlos III el día de la proclamación del monarca

El Príncipe Guillermo, Camila Parker y el Rey Carlos III el día de la proclamación del monarcaGTRES

Crónica

Lo que Carlos III no sabe hacer y Guillermo le gana por goleada

Al nuevo monarca le falta empatía y sobre todo no puede transmitir lo que no ha sentido

La carta que dirige el nuevo Príncipe de Gales a The Queen, La Reina, pero también a su Grannie, abuelita, es el último ejemplo de la empatía que desprende Guillermo y que su padre no consigue asumir. El Príncipe habla de sus hijos y las vivencias con su bisabuela y también comparte una frase sobre el dolor que le decía su abuelita. Eso es llegar al público, eso es bordar una carta con sentimientos sin olvidar la distancia por tratarse de The Queen.

Guillermo tiene la suerte de ser criado por una madre que le da amor, se siente querido y protegido por ella. También recibe una educación rodeado de jóvenes parecidos a él pero también algunos de sus compañeros están becados, es decir accede de alguna forma a una realidad que a Carlos le resulta extraña. Y se casa joven con una mujer a la que ha conocido en la universidad y sin ninguna presión por su origen, clase o condición. No acumula pasado.

Carlos, el mismo sábado de su firma como nuevo Rey de su país en el palacio de Sant James, ante su consejo privado y ante cientos de millones de espectadores que lo siguen en directo, deja al descubierto una forma tosca, altiva y pedante en el trato a un empleado. Su mal gesto contrariado porque le molesta un tintero y cómo manda prepotente que lo retiren, deja al descubierto esa forma de ejercer el poder que recuerda a monarcas absolutos. La humildad de Guillermo sobre la prepotencia de Carlos, es lo que le hace ganarse a sus súbditos. No porque haya heredado la forma cabizbaja de mirar de su madre y que tanto nos recuerda a Lady Diana, es que lo hubiera pedido con otro gesto más respetuoso.

Si en las encuestas de popularidad su puesto es nefasto es porque una carta como la que le dirige el Príncipe de Gales a su abuelita llega a la gente. La despedida pública de Carlos a su madre trata de ser cariñosa, lo intenta pero le falta fluidez. Le falta empatía y sobre todo no puede transmitir lo que no ha sentido. Aún así, sus seguidores agradecen el esfuerzo que hace.

Cuando llega como Rey a Londres y el fotógrafo que le lleva inmortalizando más de cuarenta años, se dirige a él, alicaído mostrando tristeza en su rostro y le da el pésame, Carlos le contesta: «Es algo que tenía que pasar». Y no miente, es algo que tenía que pasar pero su hijo Guillermo le hubiera contestado: «Cuánto la echaré de menos».

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