Jorge Vázquez, Pedro Del Hierro y Sardá: Marrakech, la ópera y el apreskí
Una primera jornada lucida en el primer día oficial de la MBFW de Madrid
En los años sesenta, se puso de moda viajar a esquiar en Europa. Localidades como Gstaad se hicieron conocidas y visitadas por una élite que cambiaba de atuendo varias veces al día. Como en las aventuras y desventuras de La Pantera Rosa de Blake Edwards, los personajes pasan del esquí al dormitorio, siempre perfectamente ataviadas. Con este principio ha creado Nuria Sardá la colección del próximo otoño, sofisticada y variada, que combina prendas en encaje, oro y pieles artificiales de apreskí.
Marrakech se convirtió en «capital cultural» de la bohemia francesa en los años 70, atraídos todos por el orientalismo más cool y elegante, en una huida del París del los estudiantes rebeldes que llamó la atención de los norteamericanos más poderosos. Jorge Vázquez ha retomado esa estética llena de dibujos geométricos sobre rojo, conjugando accesorios bohemios y sombreros tipo Fez como tocado principal, alternado con otros de la casa madrileña de la desaparecida Conchitta.
Jorge Vázquez, que siempre suele acertar, ha combinado a la perfección el aire hippie con la más extrema sofisticación, basándose en los colores terrosos de la ciudad, alternados con otros más ácidos y anaranjados. Mosaicos, estampados geométricos y adornos de la cerámica típica marroquí se repitieron con acierto en los tejidos.
Nacho Aguayo y Alex Miralles presentaron al alimón la nueva colección de otoño de Pedro del Hierro para ella y él. Con base en la alfombra roja y las noches de ópera y con la música de el premiado Lucas Vidal, un español que ahora reside en Los Ángeles, presentaron una colección colorida y clásica, de mucho brillo, mucho verde y muchas siluetas. Los atuendos de hombre, con esmoquin en distintos tonos y materiales, tenían buen corte pero en ocasiones estaban hechos de tejidos menos ponibles.
Aguayo es siempre elegante y comercial. Las faldas blancas largas con vuelo del final del desfile, demasiado abultadas en la cadera. Las plumas de avestruz combinadas con vestidos escotados de lentejuelas, demasiado en conjunto. Y el Avemaría de Schubert con órgano y soprano al final, no del todo adecuado, por mucho que en marzo Tamara Falcó presente su cápsula dentro de la colección de Pedro del Hierro. En todo caso, en PdH se trabajan sus colecciones y los resultados les llegan de modo acorde.