La Navidad en familia de la empresaria inmobiliaria Cristina Valls Taberner
Le gustan el arte y el interiorismo desde siempre; lo que le ha llevado a emprender y a montar su propia compañía en plena pandemia
Combina la sabiduría empresarial tanto de su padre como la de su marido, a quienes tiene muy presentes en sus movimientos como empresaria; pero, Cristina Valls Taberner, tiene su propia inquietud e iniciativa.
Le gustan el mundo inmobiliario, el arte y el interiorismo, desde siempre; un gusanillo interior que le ha llevado a emprender en plena pandemia. Cuando todo el mundo vivía sumergido en una gran incertidumbre, ella se lanzó y fundó The Brick Invest. «Casas únicas, bien situadas, y location location y location; creo mucho en ello. Me considero empresaria, porque siempre he sido muy emprendedora y desde hace años que invierto en inmobiliario».
Una empresaria con una empresa de inversión, «no somos intermediarios», —precisa— que compra viviendas antiguas, las reforma con muy buen gusto, y después las vende. De momento su área de negocio está centrada en Madrid.
En su despacho
«Es la ciudad número uno de Europa ahora mismo», cuenta en conversación con El Debate, sentada en la sala de juntas de su recién estrenada oficina en la calle Velázquez de Madrid. Un bonito piso de pasado señorial con huellas visibles como sus techos altísimos, puertas de cuarterones y suelo de pino melis recuperado. Una tarjeta de visita que resume su filosofía y su modelo de negocio, a la perfección. La mayoría de los activos en los que actualmente invierte esta joven empresa han pasado a ser edificios completos, no pisos sueltos salpicados por las mejores zonas de Madrid, como ocurría en sus comienzos.
«Eso nos permite realizar el proceso completo mucho mejor», aclara Cristina, que ocupa el cargo de CEO de la compañía que ella mismo puso en marcha. «Yo superviso todo, desde las manillas, hasta los radiadores, todo, todo de cada inmueble, de principio a fin. Intentamos siempre comprar bien», confiesa sonriente. Le encanta la transformación de activos, de comprar antiguo y vender nuevo. Y ahí radica su éxito, en la pasión que pone a su negocio.
Un bebé empresarial
Con la cara lavada, la melena y la manicura impecables y con su móvil en la mano, —que mira de reojo—, Cristina controla desde que se levanta hasta que se acuesta todos los movimientos de la empresa que fundó y que va como un tiro. Más de 120 operaciones en tres años. «Es un bebé que nació con la pandemia, porque vi una oportunidad de inversión», confiesa Cristina.
Madrid está de moda, los inversores extranjeros han puesto su mirada sobre la capital de España y «ahora mismo falta producto; porque Madrid es una ciudad de lujo», explica. En estos momentos, la empresa va sobre ruedas. «Madrid es un boom, todo el mundo quiere venir a Madrid y todo el mundo busca piso aquí. Es una ciudad muy cosmopolita. Es como Londres y París. Ayuso ha contribuido muchísimo a todo este desarrollo. Ahora mismo, Madrid es una locura», sonríe. Su cartera inmobiliaria acumula más de cien pisos de lujo ya, en tan solo tres años de vida. «Cada vez hay más competencia, por eso buscamos diferenciarnos», precisa.
Su salto al vacío es la compra de edificios en los que pueda dejar su huella, su impronta empresarial. En ocasiones, la compañía también tiene inversores puntuales cuando las operaciones son de mucha envergadura. «Pero yo soy siempre la inversora mayoritaria», aclara.
Vida familiar
Trabaja sin cesar, es muy perfeccionista y le encanta lo que hace, pero también dedica tiempo para sus dos hijos y su vida familiar con su marido, Francisco Reynés. Se levanta cada día a las 7 y media de la mañana y procura estar en casa con sus hijos, de 10 y 8 años, cada tarde cuando vuelven del colegio para ayudarles con sus tareas. «Por la noche me desvelo y escribo lo que tengo que hacer al día siguiente, y mi marido se queja», revela con una gran sonrisa.
Los fines de semana suele viajar. Y en Navidad le toca dedicar la mayoría parte del tiempo a la familia y a esquiar, un deporte que les encanta. «Este año lo celebramos con mi familia política, en Palma, nos toca allí. Porque vamos compaginando cada Navidad con mi madre en Suiza un año y con la familia de mi marido, el otro». Pero donde quiera que esté, Cristina siempre está conectada.
Su modelo empresarial —su ejemplo— es una mezcla entre su padre, Javier Valls Taberner, copresidente del Banco Popular; y de su marido, presidente ejecutivo de Naturgy. «De mi padre he tenido un gran ejemplo y he aprendido mucho de él, y mi marido es un gran gestor, disciplinado y ordenado, es ingeniero. Son muy diferentes. Intento coger lo mejor de cada uno, tengo dos referentes muy distintos, y eso es una suerte», reconoce.
«Buena, trabajadora, intento hacer el bien, cuidar a las personas que quiero y dar lo mejor de mí cada día. Soy católica», así se define a sí misma Cristina Valls Taberner.