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Últimos momentos de Felipe II por Francisco Jover y Casanova

Últimos momentos de Felipe II por Francisco Jover y CasanovaMuseo del Prado

424 años sin Felipe II: gobernó un Imperio donde no se ponía el sol

Consciente del poco tiempo que le quedaba, decide instalarse en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para pasar sus últimos instantes de su vida

En 1592 Felipe II enfermó. Tan intensos eran los dolores que ni siquiera podía estar en la cama ni sentado sin padecerlos. Sufría de gota. La inseguridad que le producía su carácter tímido y reservado hacía que muchas veces sacase su lado más serio lo que le valió una imagen de frialdad e insensibilidad que se acentúo con su enfermedad, pero nunca fue el personaje oscuro y amargado que la leyenda negra quiere hacernos creer.

Siendo consciente del poco tiempo que le quedaba, el Rey prudente decidió instalarse en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para pasar los últimos momentos de su vida. El 30 de junio de 1598 partió de Madrid para nunca regresar.

Felipe, príncipe de Asturias, por Tiziano (1551)

Felipe, príncipe de Asturias, por Tiziano (1551)

Felipe II (Valladolid, 1527), fue admirado por unos y calumniado por otros. La religión, la justicia y la paz fueron sus tres grandes preocupaciones a lo largo de su reinado y sobre estas tres bases fundamentó su gobierno. Dirigió con mano firme y se apoyó en un gobierno de consejos, secretarios reales y una poderosa administración centralizada.

La unidad religiosa estuvo muy presente en todos los aspectos de la vida de Felipe II, unidad de una fe que se veía amenazada por las incursiones berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Para hacer frente al Imperio Otomano se constituyó la llamada Liga Santa integrada por una serie de Estados como Venecia, Génova y el Papado. La victoria en Lepanto, el choque definitivo entre el cristianismo y el islam, fue una de las herramientas que el monarca utilizó para presentarse al mundo como paladín de la Cristiandad. Felipe II fue transformando sus victorias militares en puntadas para construir su figura de poder.

Tuvo que cargar con la responsabilidad de administrar el mayor Imperio conocido, aquel donde no se ponía el sol. La expansión territorial y las exploraciones en las Indias Occidentales y Orientales que consiguieron posicionar a la Monarquía Hispánica como primera potencia europea y como el Imperio más importante de su época, siendo a su vez el primero en poseer territorios en todos los continentes. Durante su reinado tuvo lugar la llamada «unión ibérica», que significó la unión de las coronas de Castilla, Aragón y Portugal bajo un mismo soberano.

No obstante, tuvo que afrontar numerosos conflictos externos, entre ellos el que más le ocupó y preocupó fue la rivalidad con Inglaterra: «Ya conocéis todos la empresa en que me he puesto por el servicio de Dios y aumento de nuestra santa fe católica y beneficio de estos reinos [...] Esto obliga a muy grandes y excesivos gastos, pues no va en ello menos que la seguridad del mar y de las Indias y aun de las propias casas», se dirigió con estas palabras el Rey prudente para anunciar sus planes de invadir Inglaterra con el objetivo de derrocar a la Reina Isabel I. La hostilidad concluyó en 1588 con la derrota de la Grande y Felicísima Armada, capitaneada por el duque de Medina-Sidonia. Tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso reinante en los Países Bajos: ninguno de sus gobernantes consiguió mitigar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y las demás Provincias Unidas.

La guerra por mar y por tierra pusieron los últimos redobles del reinado de Felipe II. Y las últimas batallas que tuvo que librar fueron las rebeliones y crisis marcadas por bancarrotas, dificultades económicas y problemas fiscales que acabaron por dañar el reino. Una situación resumida por el pueblo: «Si el Rey no muere, el Reino muere».

La infanta Isabel sería quien le acompañaría y permanecería junto a él durante sus últimos días, dándole esa paz espiritual que el Rey necesitaba en momentos agónicos previos a su muerte. «Hijo mío, he querido que os halléis presente en esta hora para que veáis en qué paran las monarquía de este mundo», confesó en su último suspiro a su hijo y heredero Felipe III, quien apenas tenía 20 años y después de 53 días de agonía, el 13 de septiembre de 1598 Felipe II fallecía.

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