Serie histórica (II)
El trasfondo de la Guerra de Crimea, el último conflicto cristiano
La pretensión de Nicolás I de imponer el dominio ortodoxo sobre los Santos Lugares era solo la punta de un iceberg de agravios que incluía la brutal represión de los católicos polacos y lituanos y la persecución de la Iglesia Uniata
En la religiosa Inglaterra del XIX, los fuertes reparos religiosos contra esta guerra fueron curiosamente combatidos con la complicidad de los radicales evangélicos, muy activos en el Imperio turco, del que encomiaban la libertad para evangelizar de que disfrutaban los protestantes. La realidad es que la actividad proselitista debía limitarse a las comunidades ya cristianizadas, especialmente a los ortodoxos, mientras se prohibía duramente la evangelización de los mahometanos. Los evangélicos llegaron a ocultar, interesadamente, la ejecución de musulmanes convertidos al protestantismo.
Llegó a establecerse una férrea y sutil censura sobre los liberales conservadores que planteaban que tal vez los súbditos ortodoxos del Sultán prefirieran la protección rusa al discriminatorio y opresivo gobierno turco. Quienes así se atrevían a manifestarse recibieron furibundas agresiones que alcanzaron incluso al Príncipe Alberto, consorte de la Reina Victoria. Hasta tal punto llegaron las cosas que llegó a acusarse al Times de no ser realmente británico y de estar al servicio de intereses extranjeros. Se produjo en resumen una situación en la que pueden encontrarse ciertos paralelismos con lo que está pasando en la actualidad en nuestras sociedades.
Algo similar sucedió en la Francia de la época, aunque las motivaciones fueron diferentes. La aversión francesa hacia Rusia procedía en parte del papel del coloso ruso en la represión de los movimientos revolucionarios liberales acaecidos en 1848. El ejército del Zar aplastó de forma sumaria y cruel las rebeliones de Hungría y los principados rumanos contra sus gobiernos conservadores, al tiempo que ejercieron una sombra amenazante sobre Francia y Bélgica donde habían triunfado la revolución.
Pero existían otras causas que explicaban esta animadversión, entre otras las políticas religiosas del Zar, que no se esforzaba demasiado en resultar simpático a los ojos occidentales. La pretensión de Nicolás I de imponer el dominio ortodoxo sobre los Santos Lugares era solo la punta de un iceberg de agravios que incluía la brutal represión de los católicos polacos y lituanos y la persecución de la Iglesia Uniata, formada por cristianos de rito greco-ortodoxo unidos a la Iglesia romana, muy numerosos en Bielorrusia y predominantes en el Occidente de Ucrania. El maltrato ejercido sobre quienes se negaban a aceptar esta imposición religiosa incluyó torturas, encarcelaciones y brutales discriminaciones, que se extendieron especialmente a las influyentes comunidades de monjas y a las congregaciones de fieles.
La última cruzada
Estos hechos movilizaron a la potente prensa católica francesa, muy influyente sobre Napoleón III, porque había constituido un poderoso revulsivo para movilizar al pueblo francés en apoyo de su acceso al trono imperial. Para muchos católicos los rusos esclavizaban y maltrataban casi igual que los turcos. Si no se detenía al Zar los ortodoxos se convertirían en la fuerza predominante de la cristiandad y los católicos serían discriminados. Tal fue la agitación que el Cardenal de París llegó a reclamar una «guerra santa».
Para muchos católicos los rusos esclavizaban y maltrataban casi igual que los turcos
La inestable situación del nuevo gobierno imperial francés y las ensoñaciones bélicas del Emperador, desempeñaron un papel nada desdeñable en la génesis de la guerra. Pero también la restauración del prestigio de Francia como defensora de los católicos de Oriente y de los Balcanes, constituía una oportunidad de recuperar la influencia religiosa en el ámbito nacional y contrarrestar las consecuencias secularizadoras de la revolución. Todo ello podría conseguirse con una guerra victoriosa en la que Francia iba a combatir con todas sus fuerzas, como lo demostró siendo la potencia que más soldados aportó a lo largo del conflicto.
La presión de las potencias occidentales sobre el Sultán y sus garantías de apoyo, convencieron al gobierno turco para rechazar las pretensiones del Zar. Finalmente la ocupación rusa de los principados danubianos, provincias autónomas bajo soberanía otomana condujeron a la declaración de guerra por parte de Francia e Inglaterra.
Una guerra que se libró inicialmente en la frontera balcánica y en el Cáucaso, donde también confluían los imperios ruso y otomano, pero que fue extendiéndose a otros ámbitos conforme avanzaban los acontecimientos. Finalmente se movilizaron más de dos millones de soldados, de ellos 1.200.000 rusos, un número mayor de los que se habían movilizado en cualquier otro conflicto anterior.
La retirada rusa del Danubio, forzada por la amenaza de intervención del Imperio austrohúngaro, obligó a las potencias occidentales a buscar otro campo de batalla para conseguir la victoria indiscutible que se pretendía. Descartado un ataque a través del Báltico o del Pacífico, se decidió finalmente atacar en Crimea cuya distancia de los centros de poder del coloso ruso dificultaría la llegada de suministros a sus ejércitos. Por ello las batallas decisivas de la guerra se libraron en esta hermosa península que finalmente dio nombre al enfrentamiento.
El objetivo fundamental de los aliados fue la toma de Sebastopol, ciudad poderosamente fortificada y base de la flota rusa del mar Negro. Durante más años se libró una durísima pugna que ocasionó casi medio millón de víctimas entre ambos contendientes. Se trató también de la primera guerra moderna en la que el telégrafo, la máquina de vapor y la artillería de retrocarga jugaron un importante papel. También lo jugó por primera vez la fotografía en el ámbito de la información y el periodismo.
Este dominio de la propaganda causó que la empresa acabase considerándose una hazaña fundamentalmente británica, aunque los franceses aportaron más de trescientos mil soldados contra menos de cien mil ingleses. Y sufrieron también el triple de fallecidos, 135 mil contra poco más de 40 mil. En ambos casos las tres cuartas partes perecieron a causa de enfermedades y falta de cuidados como consecuencia de la mala organización y el descuido de los dirigentes militares y políticos. También en el aspecto sanitario las medidas y reformas que debieron realizarse constituyeron un hito para el futuro.
También los franceses destacaron desde el punto de vista militar por la calidad de sus generales y el heroísmo y capacidad de sacrificio de sus soldados. Pero no pudieron contrarrestar el uso magistral de la prensa y la propaganda por parte de los británicos. Así, un pequeño combate, como lo fue la carga de la brigada ligera en Balaclava, convenientemente exagerado, se transformó en un mito insuperable, un paradigma del heroísmo y la determinación. Un ejemplo difícilmente mejorable de cómo manejar la información en beneficio propio, donde los anglosajones admiten poca competencia.