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El jefe de la Milicia Popular de Investigación, Agapito García Atadell, (con gafas), saluda puño en alto acompañado de algunos de los milicianos que trabajan a sus órdenes

El jefe de la Milicia Popular de Investigación, Agapito García Atadell, (con gafas)EFE

La checa de García Atadell, una pieza más en la represión y terror frentepopulista en Madrid de 1936

Agapito García Atadell decidiría si poner fin o no a la vida de más de 800 personas, desde obreros a aristócratas, de antiguos rivales políticos a religiosos

Desde un palacete requisado del paseo de la Castellana, el de los Condes del Rincón, en la esquina con la desaparecida calle Martínez de la Rosa o calle de la «S», Agapito García Atadell decidiría si poner fin o no a la vida de más de 800 personas, desde obreros a aristócratas, de antiguos rivales políticos a religiosos. En aquel edificio se instalaría una checa compuesta por 48 agentes, todos ellos de nuevo nombramiento. Ahora, este martes 18 de abril se celebrará en ese mismo edificio un homenaje a las víctimas de las checas, a cargo de la Junta Directiva de PieEnPared.

Las checas fueron cárceles privadas controladas por los partidos políticos y las organizaciones de izquierda, donde se torturaba y se asesinaba. Su actividad en Madrid comenzó en julio de 1936 y, en muchos casos, su acción se prolonga hasta el mes de noviembre de ese mismo año. Llegaron a contar con más de 1.000 chequistas que sembraron el terror en Madrid y asesinaron a cerca de 3.000 personas.

Según un estudio realizado por el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo, en la capital se establecieron 345 checas a las que se sumaron otros 50 lugares para detenidos, 23 prisiones oficiales, 10 comisarías de distrito y otros 25 lugares de ejecución donde se asesinaba a los presos. Unos datos que reflejan la represión en la retaguardia republicana que fue organizada desde el Gobierno frentepopulista.

Llegaron a contar con más de 1.000 chequistas que sembraron el terror en Madrid y asesinaron a cerca de 3.000 personas

La checa que dirigía García Atedell se autodenominaba «Brigada de Investigación Criminal» y fue una pieza más del engranaje de represión del Frente Popular durante la Guerra Civil española. Rosario Queipo de Llano, que padeció en sus propias carnes el paso por su checa, describe a Agapito como «un hombre de unos 36 a 40 años, fofo y grasiento. Llevaba grandes gafas de imitación de concha. Su aspecto y su calmosa manera de hablar, no hacían sospechar los malvados instintos que se ocultaban bajo la capa hipócrita de aquel hombre perverso».

Durante su funcionamiento, los agentes de la checa participaron en numerosas detenciones y registros domiciliarios, actuando con mucha violencia y sin mediación de procesos judiciales. Además, aprovechaban las detenciones para el robo de dinero, joyas y obras de arte lo que les permitió acumular un verdadero tesoro. Muchos de sus presos eran mantenidos en cautiverio hasta que se pagaba un rescate. En aquellos primeros meses de la Guerra Civil se produjo la primera fase de la revolución: la liquidación del enemigo.

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