Así fue la primera gran operación del SAS, los carniceros de Churchill: acabaron con un aeródromo en África
El SAS contó, al principio, con el apoyo del Long Range Desert Group, un grupo de patrullas móviles que debía adentrarse tras las líneas enemigas para recopilar información
El zorro de desierto había pasado de ser cazador a presa. Los servicios de inteligencia del Reich en el norte de África estaban tras la pista de una unidad británica, la K Detachmente. Lo que no sabían es que era una unidad fantasma que se habían inventado los británicos para hacer creer a los nazis que tenían la capacidad de atacar sus posiciones con comandos especiales de sabotaje. Pero eso cambió en julio de 1941, cuando un militar británico llamado Archibald David Stirling propuso convertir la unidad fantasma en un cuerpo de fuerzas especiales real. Así nació el Destacamento L del la Brigada de Servicio Especial Aéreo, es decir, el famoso SAS que continúa en servicio desde entonces.
La unidad, al mando del capitán Stirling se adiestró en el desierto del norte de África en acciones rápidas de sabotaje, espionaje e incursiones en territorio enemigo. Aunque a lo largo de 1941 ya habían realizado algunas misiones menores, su gran debut contra las tropas de Rommel fue un ataque al aeródromo de Sidi Haneish, a 300 kilómetros de El Cairo, en Egipto. El objetivo de la misión era destruir la mayor cantidad de aeronaves posibles para reducir los ataques aéreos a los convoyes que llegaban desde Gibraltar a Malta, la base de operaciones británicas en esa parte del Mediterráneo.
El 26 de julio de 1942, todos los comandos del SAS se reunieron en Bir El Quseir para comenzar la misión. Aprovechando la oscuridad de la noche que los hacía invisibles al enemigo, los hombres de Stirling avanzaron en 18 jeeps por el desierto siguiéndose unos a otros para no perderse. El encargado de guiar al destacamento hasta su objetivo era el sargento Mike Sadler, que solamente utilizó una brújula magnética que podía fallar fácilmente al verse afectada por los metales del propio vehículo. Sin embargo, a las tres horas, los jeeps se detuvieron y Sadler confirmó al capitán que el aeródromo estaba a solo 15 kilómetros. Ese fue el momento que aprovecharon para revisar las armas, los vehículos y dar las últimas indicaciones del plan a seguir.
Siguieron adelante por el desierto hasta que vieron las primeras luces de la pista de aterrizaje a lo lejos. Los jeeps se colocaron en línea y avanzaron a gran velocidad hasta su objetivo, pero uno de ellos chocó con una defensa antitanque y quedó inservible. Mientras el resto se dirigía hacia el objetivo, el sargento Sadler se quedó a cierta distancia observando la operación, según habían planeado. Por suerte, ningún militar sufrió heridas graves y se distribuyeron entre los demás vehículos.
Ya en la pista se colocaron en abanico y abrieron fuego con sus ametralladoras Vickers contra los aviones y todo lo que tenían delante. A los pocos minutos situaron los jeeps en dos columnas que recorrieron la pista a una velocidad baja y constante mientras seguían acribillando los aviones estacionados y a los soldados alemanes que se cruzaban en la línea de tiro. En un acto de valentía, un SAS llamado Robert Blair, apodado Paddy, saltó de su vehículo y corrió hacia uno de los aviones que quedaban intactos, colocó una bomba cerca del motor y se alejó segundos antes de la explosión.
Los alemanes empezaron a responder y en el cruce de disparos el SAS tuvo su primera baja. A los 15 minutos los comandos británicos se alejaron rápidamente del aeródromo al mismo tiempo que disparaban contra los alemanes. Cada uno siguió una ruta independiente hasta el punto de encuentro, situado a varios kilómetros de distancia. Casi al alba, los alemanes salieron en sus blindados en persecución de los atacantes. Al mismo tiempo que el sargento Sadler, que se había quedado en su punto de observador hasta ese momento.
La huida de los británicos no fue tan sencilla. Con las primeras luces del día, los jeeps del SAS quedaban expuestos a un ataque de la aviación alemana, por lo que utilizaron caminos secundarios y zonas más agrestes para esconderse. A lo largo del día 27 de julio, los comandos tuvieron que parar y colocar las lonas de camuflaje sobre los jeeps, esconderse y aprovechar para descansar y orientarse. Durante esa jornada, los diferentes grupos en los que se había desperdigado la unidad tuvieron varios problemas mecánicos que ralentizaron la marcha, perdieron algunos jeeps y un miembro del SAS murió durante un ataque alemán del que finalmente consiguieron zafarse. Al final, siete jeeps consiguieron llegar al punto de encuentro a la mañana siguiente. Habían tardado día y medio en llegar, pero por suerte solo tuvieron que lamentar dos bajas.